El monólogo no se cuenta solo

ALMUDENA SANZ
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Mari Flor Vicario, Raquel López, Ana del Campo, Mavi Gutiérrez y Carolina Grijalvo llevan este sábado a la Sala Gamonal los textos que escribieron para el Concurso 'Me parto el pepe'

Ana del Campo, Mavi Gutiérrez, Raquel López y Mari Flor Vicario actúan este sábado en la Sala Gamonal. - Foto: Valdivielso

Si su madre había ganado el concurso de tortillas de su pueblo, también podía vencer en el de monólogos del que informaba el periódico. Su hija tenía razón. Mari Flor Vicario levantó la mano y se presentó a Me parto el pepe, certamen lanzado dentro del Festival Mujeres con narices. «Nunca pensé que me iban a llamar y cuando lo hicieron me sentí una estrella de Hollywood. Entonces no sabía que llamaban a todo el mundo». Nunca creyó que una vendedora de bragas fuera a dar tanto juego. Pero ya ha perdido la cuenta de las clientas que se echan unas risas cuando la descubren tras el mostrador. Mari Flor tenía su chispa y su público. Sus paisanos se lo habían reconocido. Pero Raquel López Tamames todavía es el día que se pregunta dónde la ven a ella la gracia. Tuvo que lavarse dos veces las orejas para creerse las carcajadas que se echaba una amiga que se había encerrado en su habitación para leer el monólogo que había escrito espoleada por Violeta Ollauri y Chus Gutiérrez, artífices de la convocatoria. A Ana del Campo, profesora de instituto, con toda la seriedad que eso implica, fueron las seis horas de chacachá del tren que tenía por delante de Andorra a Burgos las que la lanzaron a coger el boli. La que no necesitó musas ni empujones fue Mavi Gutiérrez. El humor lo lleva puesto.

Mari Flor Vicario, Raquel López, Ana del Campo, Mavi Gutiérrez y Carolina Grijalvo confirman que el monólogo no se cuenta solo. Me parto el pepe las puso a competir -la segunda edición ya está en marcha, recogen originales hasta el 28 de abril en mcn22@gmail.com- y ellas han hecho una suerte de piña que este sábado rueda en el escenario de la Sala Gamonal (20.15 h., 5 euros).

Será la tercera vez que lo hacen. Debutaron el año pasado en el Festival Mujeres con narices con funciones en La Estación y el Museo de la Evolución y tocaron el cielo con el bolo del EnClave de Calle en la escalinata del CAB.

Incrédulas, todavía se les ponen los ojos como platos al recordar cómo las señoras se daban codazos a su paso, las reconocían en la terraza donde cenaron o, directamente, las preguntaban si eran ellas.
Y, efectivamente, sí lo eran... y lo son. Son las cinco mujeres que se enfrentan al público contando su propia vida, como dice Ana, tuneada. Ellas y su entorno son las protagonistas de sus historias, con licencia para inventar.

De lo difícil que se pone ligar a partir de los 50 habla Ana; Mavi saca todo el anecdotario que guarda de su jefa, florista, que, para colmo de males, es su fan número uno y se hace presente en el patio de butacas (algunos clientes ya la interpelan como 'la jefa'); las diferencias sobre cómo crio su abuela a sus hijos y cómo lo hace ella misma, abnegada madre de cuatro criaturas, ondea Raquel con una fina ironía; y de las tecnologías, de lo guay que nos creemos con el móvil a la última sin tener ni idea de lo que llevamos en el bolso, tira Mari Flor, la única que estrenará su segundo monólogo este sábado. Ya se ha cansado de sudar la camiseta sobre las tablas.

«Son historias diferentes en las que cualquiera puede verse reflejado», observa Ana, quien reivindica la brevedad y confiesa que a ella los que se alargan le cansan, salvo si los interpreta Leo Harlem.

Suena el nombre del leonés y de otros como Faemino y Cansado, Cruz y Raya o Moncho Borrajo. El buen rollo entre ellas se palpa. Se conocieron en las jornadas que impartió Sil de Castro dentro del festival para aprender a llevar a escena el texto que habían presentado (el concurso los admitía solo escritos o/y escenificados). Ahora siguen cincelándolos con Las Pituister, madrinas de esta iniciativa y quienes hilan la intervención individual de cada una en el espectáculo. 

Algunas ya tenían tablas. Muchas. Mavi lleva haciendo teatro desde los 15 años. Drama (Juana la Loca en Santa María del Campo, La casa de Bernarda Alba...) y comedia. Si Lina Morgan estuviera viva temblaría. Los enfermos y familiares de Elacyl aún se enjugan las lágrimas con los vídeos de TikTok que colgaba a diario durante la pandemia. 

«Yo he sido muy payasa siempre. Me gusta mucho hacer reír. En cualquier sitio procuro ser lo más positiva que puedo y transmitírselo a la gente; a veces es muy difícil, pero conseguirlo te da una satisfacción muy grande», expone y reconoce que le hubiera gustado dedicarse profesionalmente al arte de Talía. Pero la vida no se lo puso fácil. Llenó su mochila de pareja, hermanos, hijos, padres... «También es una vía de escape. El teatro me ayuda mucho».

Las artes escénicas eran viejas amigas de Raquel. Pero de ahí a hacer reír... Solo empezó a escribir cuando le aclararon que monólogo no es sinónimo de humor. «Para mí ha sido una sorpresa. Subirme a un escenario, empezar a hablar y que el público se ría ha sido un descubrimiento. Yo no sabía que podía hacer esto y me ha gustado mucho», desvela sin dejar de advertir que esto del monólogo no es llegar, contar y provocar la risa. El pulido, dice, es esencial. Todas asienten. 

Lo de «hacer el bobo» en el caso de Ana y Mari Flor era de puertas adentro. Nunca pensaron que el escenario las engancharía tanto. 

Al grupo que han formado ya no hay quien lo pare. Disfrutan con cada bolo, compartiendo ideas para futuros textos, haciendo de conejillos de Indias para sus colegas... «No tenemos nada que ver unas con otras y, al final, nos ha unido el humor. Aquí todas somos iguales», resuelve Mari Flor. Y, por un momento, se hace el silencio. Pero solo por un momento. A estas cuatro mujeres con narices les basta una mirada para prorrumpir en carcajadas.