Cada loco, con su tema. Y yo, para empezar, recuperando uno que traté hace tiempo, no recuerdo cuánto: los olvidos y despistes comunes que se nos presentan con discreción y se nos van haciendo inseparables. A buen seguro que no estaré solo en esto. Porque quién no ha buscado una mañana las llaves de casa antes de salir a la calle y resulta que se las dejó la noche anterior en la puerta por fuera. ¡Qué susto!

Que levante la mano al que no le haya ocurrido lo de meter la leche en el microondas y sacarla un rato después igual porque se había olvidado de encender el aparato. 

En este puzle ligero y a bote pronto que comparto con ustedes colocaré ahora varias dudas: ¿de qué va esa gente que acude a los espectáculos deportivos y no aplaude nunca, ni anima, ni mueve un músculo...? ¿Y qué hacer con la funda de las magdalenas, echarla al papel o a lo orgánico? ¿Y cuántos perros habrá en España que se llamen Kira y Lola?

Como ven, soy más de preguntas que de respuestas. Es más fácil y menos comprometido. ¿Para que se lleva en la cabecera de las procesiones de los pueblos el pendón, con lo incómodo y peligroso que puede ser? 

En fin, la ignorancia es un pozo sin fondo y con un atrevimiento infinito. Ahí mismo encontré hace unas semanas otra cuestión que me inquietó, y hasta me dolió. Por Dios, que alguien le diga al gran actor, director y productor Eastwood, al bueno de Clint, que deje ya el cine. Ha sido muy grande, pero lo último (Cry Macho, 2021) es para correrle a boinazos por Sad Hill, Texas y el norte de México. Tampoco estuvo a la altura en su despedida en 2018 Robert Redford con The Old Man & the Gun, presentada en España como Un ladrón con estilo. No quiero robarles más tiempo. Una última pregunta: ¿cuándo van a inventar un papel albal silencioso?