Editorial

El crecimiento de la sanidad privada evidencia las limitaciones de la pública

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Casi nadie pagaría por recibir un servicio al que puede acceder gratuitamente con las mismas o más garantías salvo que, pagando, logre comprar el bien más preciado del mundo: tiempo. Así parece suceder, al menos a juicio de quienes están dentro del sector, con la sanidad privada, que en la provincia de Burgos está registrando un ascenso continuado en la última década que ha supuesto la contratación de un 40% más de pólizas, al punto de que actualmente son más de 60.000 los burgaleses que disponen de cobertura médica privada.

Los seguros sanitarios ya no han quedado reducidos a los funcionarios dependientes del Estado o la Judicatura, sectores que históricamente han funcionado con la sanidad privada a través de las mutualidades. Ahora son extensivos a toda la sociedad y decenas de miles de personas con acceso universal a la sanidad pública han optado por pagar para esquivar las listas de espera. Porque es ahí, a juicio de quienes defienden o cuestionan el modelo privado, donde reside el principal atractivo de las pólizas. Resulta indiscutible que algo tendrá que ver en ese incremento el hecho de que el Hospital Universitario de Burgos lidere la lista de espera en toda Castilla y León para una consulta con el especialista. A día hoy, el hospital de referencia en la provincia está en máximos históricos.

El debate sobre la sanidad privada se centra en la desigualdad de oportunidades. Una persona que no puede permitirse un seguro privado está condenada a esperar meses, incluso años, para ser vista por un especialista. Quien sí dispone de una póliza lo puede resolver en cuestión de horas. La crítica, por tanto, debe virarse hacia el garante de la igualdad de oportunidades, que no es otro que el Estado. En este caso, las comunidades autónomas, que son soberanas en la prestación del servicio de sanidad pública. Lo que no parece de recibo es cargar contra la existencia misma de la sanidad privada. ¿Qué sucedería si no existiera? ¿Hasta dónde llegarían las listas de espera? ¿Se evitaría que quien pueda permitírselo se desplazara a cualquier otro país para ser atendido en tiempo y forma, cauterizando así el agravio social? ¿Cuántos millones de consultas y operaciones tendría que cargar el sistema público, asfixiado por la falta, sobre todo, de recursos humanos? ¿A dónde derivaría la sanidad pública sus pacientes a través de los manidos 'conciertos'? Es el mismo caso que el del ataque sistemático a la educación privada. ¿Puede el sistema público formar a todos los alumnos de la privada? Defender una causa justa, y a fe que la de la sanidad pública y universal lo es, no justifica una lógica binaria y excluyente de lo que puede aportar el sector privado, que no es poco.