Disciplina en la España vaciada

P.C.P.
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Solo perderán la guerra contra el coronavirus si alguien se infiltra, pues en pueblos como Santa María del Campo o Pampliega no hay desertores. Todos buscan proteger su «mayor tesoro», los mayores

Agustín González guarda la cola de la tienda de ultramarinos en coche. Quiere cumplir 92 años en junio. - Foto: Jesús J. Matías

Si piensan ir a los pueblos a dar lecciones, están -una vez más- equivocados. En esta guerra nos llevan muchas jornadas de ventaja a los capitalinos porque tienen perfectamente identificados a los enemigos y saben protegerse. Solo pueden perder si alguien se infiltra, pues no habrá desertores entre sus filas. Con esta disciplina rural, propia del Ejército prusiano, el coronavirus no puede vencer. No hay muralla más sólida que la voluntad común.

En Pampliega no hay miedo. No al menos en Concha, que apoyada junto a las naranjas del frutero solo está preocupada por si le llegará la leche que almacena hasta el final del estado de alarma. «Me tengo que morir, qué más me da. Mejor que nos vayamos primero los viejos y no los jóvenes», afirma sacrificada, en la fila de la tienda de ultramarinos que espera sin prisa, con la comida -unos garbanzos- hecha y dispuesta a exprimir el  único momento de plática del día.

Por contra, Agustín González no tiene intención de dejar este mundo, 91 años después, por el coronavirus. También está en la cola, pero con coche. Desde allí publicita el pueblo y a punto está de arrancarse con la (larga) historia del rey Wamba si no es por un oportuno cambio de tema. ¿Cuál? No hay otro. El lobo, el bicho, «la que han preparado los chinos», que una cola más allá, hace que se enzarcen dos señores. «Menos cachondeo y no discutir de política», les recrimina Amador, mientras espera las medicinas en la calle, porque la farmacia no la pisa nadie.

(Más información, en 40 páginas en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)