La devoción vuelve en Aranda

I.M.L.
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La cofradía de la patrona arandina retoma sus actos, incluida la procesión que lleva tres años sin poder celebrarse

El presidente de la Cofradía de la Virgen de las Viñas, Javier Nebreda, encara el final de su mandato tras 14 años. - Foto: Jesús J. Matías

Desde 2019, la patrona arandina no se ha subido a su carroza para recorrer el paseo del parque de su ermita. Tres años, uno a causa de la lluvia y dos por la pandemia, sin unas fiestas completas en lo que a la Cofradía de la Virgen de las Viñas se refiere. Algunos de los cofrades que colaboran activamente en los preparativos y ejecución de los actos tradicionales se enfrentan a ellos con algo de respeto, por si se les han oxidado los mecanismos perfectamente engrasados a lo largo de los años para que todo discurra sin contratiempos. Su presidente confía en que no y que todo saldrá según lo previsto y como marca la tradición. Javier Nebreda lleva desde que nació siendo cofrade, «además mi padre era uno de los fundadores de la cofradía» puntualiza, y 30 años en cargos de responsabilidad, «15 de tesorero y 15 de presidente», y considera que este paréntesis de procesiones lo sufren más los devotos que los cofrades. «Supone más para la gente, que no la ven salir y hacer su recorrido, nosotros estamos ahí todo el tiempo, la acompañamos en el paseo por la ermita», reconoce Nebreda. 

Para los foráneos, el sentimiento de los arandinos hacia su patrona puede resultar chocante, pero lo cierto es que si la Virgen no sale a la calle las fiestas no están completas. «Emociona que no pueda salir porque no se ha dado con mucha frecuencia, yo desde que llevo allí ha habido años que chaparreaba durante la misa pero escampó para la procesión, es el único año que recuerdo yo que no pudo salir por inclemencias meteorológicas», recalca el presidente de la Cofradía de la Virgen de las Viñas, que tiene muy claro cuál es el momento que él espera con más emoción: «Al final de la procesión, cuando se gira la Virgen para entrar de espaldas a la ermita, mirando a todos los fieles que la observan desde fuera», y rompen en aplausos y alguna que otra lágrima se escapa.

Ese es uno de los momentos destacados de estos días festivos, que el día de la Función casi empiezan para los arandinos, menos para los que están al frente de la Cofradía de la Virgen de las Viñas. «Para mí las fiestas acaban el lunes, después de la misa de difuntos en Santa María», confiesa Nebreda.

Cada año por estas fechas, el presidente de la Cofradía hace balance de lo ejecutado en la ermita. En esta ocasión, quienes acudan a ver a la patrona arandina estos días no encontrarán novedades reseñables. «Hemos tenido unos años con muchas obras e inversiones que eran necesarias, este año sólo hemos tenido trabajos de mantenimiento; por ejemplo, algo de lo que no se ha dado cuenta casi nadie es que llevamos desde antes de la pandemia sin el campanillo en el campanario, pero ya lo han puesto y da una alegría diferente al toque de campanas», apunta Nebreda. Eso sí, en cartera tienen la restauración del Cristo de San Lorenzo, para lo que están recabando presupuestos que están arrojando sorpresas, como que los brazos parecen que no son los originales.

Lo que sí puede chocar a los más versados en las tradiciones de esta Cofradía es que este año la Virgen lucirá su dosel de gala. «Siempre se ponía los años bisiestos y cuando oficiaba un arandino, pero el obispo de León es casi arandino y, durante la pandemia, decidimos que se pondría el dosel en cuanto se pudiese», aclara el presidente. Además, el Mediquín estrenará una vara, donada por Rufino Criado Mambrilla.