Calcadas por un modelo casi idéntico

MÓNICA PURAS (SPC)
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Andrea González capitanea al Nuestra Señora de Belén UBU y su madre, Almudena Santamaría, fue portera del Rayo Burgalés. Silvia Bárcena es de una familia muy vinculada al balompié femenino: su progenitora y su tía jugaron, entrenaron y arbitraron

Silvia Bárcena en primer plano, arropada por su madre, Leticia Martín (d), y su tía, Laura Martín. - Foto: Luis López Araico

Andrea González lleva el brazalete de capitana del Nuestra Señora de Belén UBU de Primera Regional y su madre, Almudena Santamaría, defendía la portería del Rayo Burgalés 

De la mano de unas  amigas del colegio, que compartían el mismo gusto por el balón, se introdujeron en el mundo del fútbol con una diferencia de 30 años. Almudena Santamaría y Andrea González son madre e hija. Defensora bajo palos del Rayo Burgalés y centrocampista y capitana del Nuestra Señora de Belén UBU B de Primera Regional. «Ahora nos implicamos más con nuestras hijas. Antes no buscábamos la vida. Mi padre se acercó alguna vez a vernos en el barrio jugar al fútbol sala, pero no fue a verme jugar nunca a fútbol 11. Aunque siempre me dejaron elegir y jugar a lo que quisiera», confiesa Almudena. 

A Andrea le brillaron los ojos un día que alguien le  habló de un equipo femenino al que podía integrarse una vez que pasara el verano. Llegó septiembre y, con ocho años, no se lo pensó dos veces. «Era lo que quería», afirma. 

Antes tuvieron que luchar más que ahora. «Yo siempre le digo que debe dar lo mejor de sí misma, aunque no siempre es fácil. Nadie es imprescindible. Los entrenadores pasan, pero la que está ahí eres tú», explica Almudena. 

Almudena Santamaría, con uno de los balones Mikasa con los que jugaba en el Rayo Burgalés, y su hija, Andrea González. Almudena Santamaría, con uno de los balones Mikasa con los que jugaba en el Rayo Burgalés, y su hija, Andrea González. - Foto: Luis López Araico

La ilusión es la misma, aunque las mejoras son abismales: apoyos institucionales, instalaciones, estructura, patrocinadores, público... «Antes pagabas por jugar. Ahora incluso puedes cobrar», destaca Almudena, aunque pone un 'pero' y es que «cuando empieza a entrar el dinero por medio se pierden los valores de las personas». 

Lo más difícil de superar han sido algunos comentarios machistas o que no se les permitiera jugar por el simple hecho de ser mujeres. «De pequeña no me dejaron jugar en la Deportiva. Eso se lleva mal. Y luego alguna cosa como ¡que son chicas que no muerden! Que las chicas  ganen a chicos siempre escuece», advierten ambas, que además son poco optimistas de cara a erradicar esta lacra, aunque solo ven la línea de «la educación» para solucionarlo. «La igualdad es que todos somos capaces de todo. Estudio Eduación infantil. Ahora a los niños no les importa jugar a cocinitas o pasear el carrito. Puede que la cosa esté cambiando», afirma Andrea. 

Ellas dos consumen junto a su padre y marido muchos partidos de fútbol femenino en televisión. «Me gusta el Real Madrid, pero como no tenía equipo anteriormente, pues siempre me fijaba en el Barcelona. Alexia Putellas, que además juega de centrocampista, siempre ha sido mi referente», afirma Andrea, mientras que el ídolo de su madre siempre fue Guardiola.  

Almudena colgó los guantes con 20 años y ahora se ha involucrado con su hija que lleva desde los ocho hasta los 22 que está a punto de cumplir. «Lo primero son los estudios y aspiro es a jugar en el Nacional. Mis metas solo son jugar lo máximo que pueda y cuanto más tiempo mejor porque no he tenido lesiones por las que parar», asegura Andrea.

Para ellas el fútbol femenino burgalés tiene bastante recorrido. «Cada vez hay más niñas que quieren jugar y gente que viene a ver los partidos», recalcan. 

Almudena tiene grandes recuerdos del Rayo Burgalés, «el grupo que teníamos, la unión. No éramos tan siquiera amigas. Cada una venía de un sitio y teníamos edades completamente distintas e hicimos un grupo que es el día de hoy que seguimos quedando y viéndonos». El mejor momento de Andrea fue su debut en Nacional. «Mi entrenador cuando tenía 14 años me iba avisando cuando cumplas los 15 debutas y ('Juli') lo cumplió». 

La madre destaca la constancia de su hija.«Es capaz de hacerse con todos los saques de portería. Y de ahí empezar a repartir juego. Todo a base de trabajo y esfuerzo». Mientras que la capitana blanquinegra resalta su «responsabilidad. Estar pendiente de una chica de 13 años o de una de 23 es complicado», asegura. El derbi que su equipo ganó al Capiscol fue la mejor de las alegrías, mientras que señala a Manu Cabezas como su mejor técnico. La lucha y cabeza alta son sus máximas. Piden mayor visibilidad, aunque ensalzan el valor del compañerismo.


Silvia Bárcena proviene de una familia muy involucrada con el balompié femenino. Su progenitora, Leticia Martín, y su tía, Laura, fueron jugadoras, entrenadoras y hasta árbitros

El fútbol es un deporte hermoso para ver y sentir en familia, pero también para jugarlo y Silvia Bárcena, después de varios años practicando atletismo se interesó por el balompié que practicaron su madre, Leticia Martín, pionera y jugadora del primigenio Rayo Burgalés, y su tía, Laura Martín. Hace 30 años, su padre, Nacho Bárcena, fundó el CD Nuestra Señora de Belén y su abuelo, Amós Martín, fue el primer entrenador de un equipo femenino de fútbol 11. «Mi pasión por el fútbol me llegó por mi padre. Empecé en fútbol sala porque no había otro equipo y desde la parroquia y la peña, después de haber practicado baloncesto y volei, que se me daban mal», asegura Leticia.   A su hermana pequeña, Laura, Amós estuvo a punto de cortarle el pelo para que pudiera jugar al fútbol, «porque entonces no nos dejaban», puntualiza. «En nuestra familia estaba normalizado que una chica jugara al fútbol, incluso mamá también jugó con nosotras y la abuela nos regañaba», coinciden las hermanas Martín. 

Resistencia, potencia, fuerza eran algunas de las cualidades de Silvia como atleta prebenjamín, campeona de la categoría en las carreras populares de Diputación. A los ocho años, un buen día le dice a su madre que quiere practicar fútbol. «No me lo podía creer. A ella le daba igual jugar contra chicos o en el mismo equipo. Probó con el Nuestra Señora de Belén en benjamín fútbol 7 y allí se quedó hasta hoy», asegura su madre.

«Nos metían unas palizas de 7-0, pero a mí me daba igual. En alevines e infantiles ya cambiamos y empezamos a ganar», señala Silvia, que milita en la Primera Regional Liga Gonalpi. 

Comentarios machistas han escuchado las tres, antaño más. Sin embargo, Silvia recuerda cómo «algunas madres decían a sus hijos cómo te dejas regatear por una chica, pero ahora ya no oyes ese tipo de cosas». «Me parece muy triste que sea de boca de una mujer. Me da mucha rabia. Nuestros padres que han sido más mayores... y ¿tenemos que escucharlo de una madre de nuestra edad? Horrible», aseveran Leticia y Laura.

El abuelo era quien infundió la cultura del balompié. «Recuerdo que me llevaba a ver muchos partidos», asegura Silvia. «Siempre íbamos con mi padre a ver a los equipos que entrenaba. ¡Menudo frío en Pallafría, Pradoluengo, Belorado, Palencia,.. Y siempre de corto. Nos soltaba a las dos, bueno a los tres (a su hermano Tito, también) y cuando chiflaba mi padre era que ya podíamos irnos. Cogíamos el balón y volvíamos a casa.Y felices», se quitan la palabra entre la madre y la tía de Silvia.  

«Nosotras viajábamos en un autobús a las cuatro de la mañana, con un camping gas y un termo. Mi consejo es que ahora disfruten y que tienen mucha suerte de poder jugar. Pueden militar en el equipo de Nacional, aunque, obviamente todas no pueden estar en el primer equipo. Tienen un club con nombre y muchas posibilidades. Tienen de todo. Tienen que colaborar y hacer caso a sus entrenadores», afirma Leticia. «Yo solo quiero jugar al fútbol. Ir a los entrenamientos y que no me castiguen. Mi madre sabe que es mi peor castigo dejarme sin fútbol y me lo ha hecho dos veces», lamenta Silvia. 

Laura recuerda cuando dirigía el banquillo benjamín.«Siempre llevaba chupa chupses y el primer partido los repartí tras un 22-0. El primer gol lo metimos en marzo (la liga empieza en septiembre) y de penalti que no había sido», sonríen las tres protagonistas. 

Leti confiesa que hubo algunas jugadoras en el Rayo Burgalés que lloraron cuando marcaron el primer gol.

«Ahora tenemos el mismo trato que los chicos. Yo nunca he envidiado a los chicos. Nunca. Nos metieron muchas goleadas a nosotras de benjamines y alevines, pero actualmente el equipo infantil va primero del grupo», destaca Silvia. 
Las tres señalan y se muestran optimistas ante la buena salud y evolución de la que goza el fútbol femenino burgalés. «Va a más. Ahora hay un montón de niñas que quieren y pueden jugar al fútbol», concluyen.  

ARCHIVADO EN: Fútbol Femenino