"Tenemos una clientela muy fija y de hace años"

JUNIOR VIEIRA
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Miranda tras la barra (XV) | El bar Zen (calle La Estación, 70) cumple diez años de "muy buena aceptación" en la ciudad. Un local que aúna público de todas las edades y gustos

El bar Zen ofrece desde comidas de picoteo hasta vinos de todo tipo. - Foto: J.V.

El comienzo de la calle La Estación tiene un nombre propio: Zen. Decenas de personas acuden al bar día sí y día también. Alberto Díez, su propietario, valora los diez años que ha cumplido el local en Miranda de forma "muy positiva". La clave reside en ofrecer tanto comidas de picoteo como bebidas. "Tenemos clientes de todas las edades", asegura Díez, quien añade que se trata de un aspecto "muy complicado de conseguir".

Hace una década, el casco viejo aún vivía los destellos de su época dorada y la parte nueva de la ciudad aún no contaba con el elevado número de bares que se encuentran en sus calles hoy en día. "Cuando abrimos ya empezaba a haber negocios en esta zona, pero eran un poco pioneros todavía", explica el hostelero. Tres amigos de toda la vida decidieron dar ese paso y montar el Zen en lo que era un antiguo local de ocio nocturno. "Fue un cambio drástico porque de como se llevaba antes el otro bar que había aquí al paso que dimos, para nosotros era totalmente nuevo", recuerda Díez, que actualmente lleva el bar con Patricia, su pareja. "Desde que abrió, ha tenido mucha aceptación en Miranda".

Gran parte de esta buena acogida se debe a la posibilidad que ofrece el bar de "tomarte una caña viendo el fútbol", a la vez que "comes una hamburguesa" o "tomas un vino con una persona de 70 años". Esto ha permitido que en el Zen sea un local donde "todas las edades no están fuera de lugar", expresa Díez. Un aspecto que tiene "mucho valor" y donde se ha conseguido "dar con la tecla", asiente el hostelero.

Los tiempos evolucionan y todo se ha de adaptar a ello, incluida la hostelería. "Cambiamos cada cierto tiempo algo de carta, introduciendo cosas nuevas y quitando igual cosas que funcionan menos", aclara Díez, quien añade que "se apuesta por una cena informal y de picoteo". El local ha vivido dos reformas durante estos diez años. La primera poco antes de abrir sus puertas. "Le dimos una vuelta, dándole más claridad y cambiándole entero de arriba a abajo", recuerda. Pasados unos años, tanto él como su pareja decidieron darle una vuelta al tema y decidieron dejar el bar más "clarito". Todo con el objetivo de que "estuviera más dirigido a lo que es el día", así se podrían trabajar tanto "las mañanas" como "las tardes".

Esta última reforma llegó en 2019, solo un año antes de que el coronavirus golpease al sector hostelero. "Nos hemos sentido un poco la cabeza de turco", lamenta Díez. Recuerda que "siempre que han vuelto las olas o han subido las incidencias", los hosteleros "han pagado por ello". No obstante, desde el Zen siempre "se han tomado las medidas que se han mandado". Una de las pocas cosas positivas que trajo la pandemia se trató de "la explotación de las terrazas". A día de hoy "mucha clientela aún tiene miedo" y "en invierno hay mucha gente que se ha acostumbrado a estar en la terraza", ya que "agradecen este apoyo de estar al aire libre y no estar tan agobiado dentro del bar con la gente encima", explica Díez.

El hostelero compagina su trabajo en el Zen con otro oficio en Vitoria. Una situación que no le deja "mucho tiempo libre", pero que lo puede sobrellevar gracias a "la gran suerte" que tiene con el personal. El hostelero considera que hoy en día "es muy complicado encontrar gente muy profesional" y todos ellos se han convertido en "amigos". Sobre todo su cocinera, quien lleva trabajando en los fuegos del Zen "desde el primer día" y que ha terminado por convertirse en una pieza fundamental.