Baluartes bélicos y equinos en los Obarenes

J. ÁNGEL GOZALO
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Los montes son el último santuario del caballo losino, la única raza equina autóctona burgalesa

Trescientas cabezas de caballos losinos pastan tranquilamente en los prados que rodean el fuerte de Santa Engracia. La paja es un suplemento alimentario en tiempos invernales en los que no abunda la hierba. - Foto: Alberto Rodrigo

La propia villa, el desfiladero y las ruinas del castillo de Santa Marta son un potente atractivo para los visitantes, pero en su entorno, entre esos escarpados riscos de los cercanos Obarenes hay más. La fortaleza de Santa Engracia es uno de los principales, pero también ese magnífico mirador de la peña del Mazo. Un poco más lejos, escondida en un denso bosque de pinos, encinas y robles, está la ermita semirupestre de San Mamés. Tres razones añadidas para hacer una nueva escapada a este municipio que es encrucijada de caminos y también de bellos senderos que conducen, unas veces en coche y otras a pie, a elevadas atalayas para disfrutar de impresionantes panorámicas. El vuelo de las rapaces rupícolas -buitres leonados, águilas, milanos, azores...- embelesa, pero abajo, en verdes prados y bosques habita el caballo losino en su último baluarte. Esta raza equipa autóctona de la provincia burgalesa que se ha convertido en parte del paisaje y en reclamo turístico, por cierto.

El orden de los factores no altera el producto. El Centro de Recuperación y Cría del Caballo Losino y el fuerte de Santa Engracia, una de las joyas de la corona turística pancorbina y declarado BIC en 1949, están en la misma ruta. Hay dos formas de subir hasta el impresionante complejo defensivo, una andando por uno de los senderos que suben a las ruinas del castillo de Santa Marta, y otra en automóvil desde la entrada del pueblo desde la N-I. Una pista asfalta conduce hasta el aparcamiento que se ha habilitado junto al acceso principal del complejo defensivo. Este vasto fortín, con enormes y pesados muros defensivos, en realidad es la suma de varios baluartes interconectados entre sí. Cuenta los libros de historia que en 1794 comenzó la construcción de su pétreo entramado bélico para frenar en Pancorbo, al sur del Ebro, a los ejércitos franceses que en plena revolución habían penetrado ya por la frontera de Irún durante la llamada Guerra de la Convención. Y es que la construcción de la fortaleza fue muy compleja. Los pancorbinos y habitantes del entorno tuvieron que adaptarse al gran número de obreros y soldados que, de la noche a la mañana, llegaron al desfiladero.

La corta y azarosa existencia del fuerte de Santa Engracia termina en 1823 con la destrucción del complejo por los Cien Mil Hijos de San Luis, por orden del príncipe de Hohenlohe, para evitar que se acantonasen tropas liberales en ella. Entre tanto fue ocupado, como ocurrió con el castillo de Burgos, por las tropas de Napoleón y durante la Guerra de la Independencia la plaza fue sitiada y recuperada por el general O' Donell. Los sucesivos abandonos, ataques, incendios, expolios... y las inclemencias del tiempo no han conseguido acabar con este impresionante fuerte abaluartado que aún impresiona a los visitantes. No solo por sus extraordinarias vistas y el empaque de sus restos sino también por esa sensación de estar en un lugar de suma importancia histórica. La fortaleza, desprovista de su carácter militar, adquirió importancia en el sistema de comunicaciones mediante telégrafo óptico en el siglo XIX, facilitando gracias a su altura la transmisión de señales entre los puestos del centro de la península y el norte a través de la llamada línea de Castilla.

Las vistas del norte de la Bureba y los Obarenes son magníficas.Las vistas del norte de la Bureba y los Obarenes son magníficas. - Foto: Alberto Rodrigo

Desde el fuerte Morete y el de San Luis, por caminos amurallados y a cubierto -como ocurría con su defensores-, se accede a la batería de San Fermín, junto al revellín y la tenaza de Santa Orosia -donde se sitúa, por cierto, una puerta secundaria de acceso al recinto-, camino a la muralla y al escarpado flanco sur del cerro. Es la parte más compleja de la fortificación y punto clave en su defensa. Cuentan que se construyeron muros de hasta 10 metros tallando la propia roca para colocar los sillares.

En el recorrido, a un lado y otro del fuerte, se pasa por las batería de las Ánimas, de Jesús y por los frentes de San Bartolomé y San Sebastián, antes de llegar a la plaza general y a la de armas, que están escoltadas por los frentes de San Bernardo y San Fernando. Antes de seguir el paseo en la batería del Calvario, situada en la punta de San Roque, se observan diseminados los restos de los aljibes así como de los barracones, tinglados, almacenes y cuevas que fueron también alojamiento de hombres, de caballerías y de pertrechos destinados a los soldados. Los oficiales contaban, sin duda, con mejores y más cómodos hospedajes. Desde esa última batería, que ejercía un control directo sobre el desfiladero de Pancorbo y la llanada burebana, se abre unas estupendas vistas panorámicas, al igual que desde distintos emplazamientos en los que se ha colocado miradores para observar también los valles de las Navas y de Armenteros, tierras de Ameyugo y los montes de Miranda. Bien es cierto que desde el castillo de Santa Marta, algunos de cuyos muros estaban aún enhiestos cuando se construyó el fuerte, el paisaje que se abre desde sus crestas, es enormemente atractivo, pero desde este elevado baluarte de San Engracia las vistas se multiplican.

El Ayuntamiento de Pancorbo, además de acondicionar el entorno y los accesos, en el interior del fuerte ha construido pasarelas y escaleras de madera además de señalizar el recorrido y colocar cartelería explicativa. Por cierto, en mayo, de 2011 se celebró la primera edición de la recreación histórica de la toma del fuerte Santa Engracia. Lo de repetirlo no será fácil por los costes son elevados y el retorno económico no lo compensaría.

La seguridad es principal en la visita a este conjunto de fortalezas y miradores.La seguridad es principal en la visita a este conjunto de fortalezas y miradores. - Foto: Alberto Rodrigo

Paraíso caballar. Desde los miradores del fuerte de Santa Engracia se ven paisajes de ensueño, pero abajo en la llanada, entre los bosquetes y los prados de diente, hay una sorpresa de cuatro patas. Deambulando por las trochas de la base de este complejo defensivo es fácil toparse con caballos que pastan tranquilamente, a pesar de la presencia de visitantes. Si se quieren acercar a ellos no hay mayor problema porque unos pasos canadienses dejan expedito el camino hacia el Centro de Recuperación y Cría. El sendero de Pancorbo además rodea y en algunos tramos atraviesa los roquedales, la dehesa y el monte donde viven en semilibertad los animales.

Este norteño municipio es el último baluarte de la única raza equina autóctona de Castilla y León y una de las más antiguas de España, junto al potoka vasco o el asturcón o el monchino cántabro. El número de ejemplares se mantuvo más o menos estable hasta la década de 1950, pero la mecanización del campos acabó por ponerles al borde de la extinción en la década de los ochenta. Impulsado por el ganadero Ricardo de Juana se emprendió un estudio y se logró reunir en los montes de este municipio una yeguada de pura sangre y con ella comenzó a andar el Centro de Recuperación y Cría del Caballo Losino, que suma en la actualidad unas trescientas cabezas.

En 2007 los ejemplares pasaron a ser propiedad del Ayuntamiento pancorbino, haciendo de este recurso ganadero otro atractivo turístico. Esta raza equina cuenta en la villa además con su propio espacio en el centro de interpretación de Pancorbo, situado en la antigua torre que fue cárcel municipal. Visitarlo es aprender también sobre la vida y ventura de un caballo singular, de pequeño porte y con dimensiones algo superiores a un poni por su alzada de cruz, que es de unos 135 centímetros en las yeguas y unos 140 centímetros en los machos, con un peso entre los 330 y los 350 kilos. Su color negro, con tono morrillo (ligeramente rojizo), es característico, aunque algunos de los que pastan en las vaguadas pancorbinas presentan son pequeños luceros en la frente.

Aunque la destrucción de los muros fue concienzuda, aguantaron la acometida y la erosión causada por la lluvia y el hielo.Aunque la destrucción de los muros fue concienzuda, aguantaron la acometida y la erosión causada por la lluvia y el hielo. - Foto: Alberto Rodrigo

Con toques de elegancia y hasta refinamiento, no obstante su aspecto rústico, su resistente constitución, amén de su nobleza y tranquilidad le hizo especialmente apto para el tiro, para labores de carga y labrantío, aunque también fue usado por los Reyes Católicos para su caballería pesada durante la Reconquista o también saltaron el charco en los barcos que se enviaron por la corona española a la conquista de América. Cuentan además que no pocos ejemplares se usaron mismamente para acarrear piedra y madera en la construcción del fuerte de Santa Engracia.

En paseos por sendas y moles defensivas, oteos panorámicos desde los miradores y de bucólicas contemplaciones de caballos losinos pasa el tiempo sin darse casi cuenta. Prueben.

*Este reportaje se publicó en el suplemento Maneras de Vivir del 1 de mayo de 2021.

 El grosor de los muros era considerable. El grosor de los muros era considerable. - Foto: Alberto Rodrigo