Los guardianes del castillo

B.A.
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Begoña Camarero y Felipe Martínez regentan el Bar Macanas en Castrovido y entregan desde hace 18 años la llave del torreón a todo el que quiera verlo. También registran la procedencia de cada visitante

Begoña Camarero con las llaves de la fortaleza, cuyas estadísticas también custodian. - Foto: f2estudio

Begoña Camarero y Felipe Martínez son desde hace 18 años la puerta de acceso al castillo de Castrovido. Ellos gestionan las llaves que abren al visitante este torreón defensivo que se construyó en el siglo IX y que se utilizó al menos hasta el XIV. A su local, el Bar Macanas, llegan los turistas para que les presten un juego con el que abrir la puerta que se colocó en este torreón cuando se restauró entre los años 2003 y 2004, momento en el que también se instaló una pasarela en su parte más alta y dos terrazas, desde donde hay unas espectaculares vistas al valle del Arlanza que bien justifican el ascenso. 

Y si no saben por donde subir hasta el castillo, Begoña, toda amabilidad, se lo explica, y si hace falta, sale con ellos a la calle para indicarles exactamente por donde tienen que comenzar a caminar. «Hay que ir hasta la fuente, de allí subir a la ermita y una vez en ella, desde su parte de atrás, sale una senda que todo recto llega hasta el castillo», explica la mujer, que desarrolla esta labor en colaboración con la Asociación Amigos del Castillo de Castrovido de forma altruista. Todo sea por promocionar y acercar el patrimonio de esta localidad, perteneciente al municipio de Salas de los Infantes. 

Desde hace unos años, la labor de Felipe y Begoña, y de otros miembros de la familia, como su hermano José Luis, va más allá de prestar las llaves, también apuntan el número de personas que se las solicita y su procedencia desde hace 8 años. El pasado año, el 2022, entraron al castillo 3.300 personas, una cifra importante aunque inferior a la del 2021, año en el que se vivió un auténtico boom de turismo de proximidad debido a la pandemia con unas 4.000 visitas al castillo. Después, desde la asociación, se encargan de reagrupar los datos recogidos por Begoña y su familia. 

El torreón de fondo, con el rústico cartel que indica que las llaves están en el bar.El torreón de fondo, con el rústico cartel que indica que las llaves están en el bar. - Foto: f2estudio

Fruto de este trabajo, afirman que la comunidad que más visitantes aportó durante el año pasado fue el País Vasco, con 287 turistas, seguido de Madrid (245) y Cataluña (189). Desde el colectivo señalan que la atalaya ha sido visitada por personas procedentes de todas las comunidades del país, y las que menos se repiten entre ellas son Castilla-La Mancha (43), Canarias (26) y Melilla (2). «También destaca la presencia de 79 extranjeros entre aquellos que transitaron la senda El Sorejo para llegar hasta el castillo», explican desde la asociación, que a lo largo del año organiza distintas actividades de promoción de este emblemático torreón, visible desde muchas de las localidades que rodean a la ciudad milenaria. Desde que se abrió al público lo han visitado a través de Begoña y su familia unas 30.000 personas. En él también se han celebrado conciertos y bodas. 

La cifra de visitantes reales, seguro, es superior a la registrada, ya que hay personas que ascienden hasta él sin saber que existe la posibilidad de recoger una llave que permite entrar. «Y es una pena», cuenta Begoña, porque además de poder acceder a la torre, desde ella, gracias a las escaleras que se instalaron dentro, se puede subir hasta las almenas de este monumento, que en 1982 adquirieron 27 vecinos de la localidad. 

Y rara es la jornada que no cuente con algún improvisado huésped que disfruta del recorrido en solitario. «Casi todos los días hay alguna visita, aunque sea de alguien de Salas», relata la hostelera, quien asegura que verano, Semana Santa y los puentes son las épocas de mayor afluencia. Por eso decidió crear más juegos de llaves, para facilitar las visitas cuando coincidían varios. Y muchos de ellos son personas que en esas fechas pasan tiempo en las localidades de las que son originarios sus familias o disfrutan  del fin de semana en una casa rural de la zona. «Cuando les pregunto de dónde vienen me suelen decir el nombre de su pueblo. Entonces les insisto, ¿pero de dónde sois?», cuenta la mujer, para ser más exacta en sus anotaciones. 

Begoña asegura que todos los visitantes son respetuosos y cumplen, y que entregan la llave cuando descienden. «Algunos, los más jóvenes, suben y bajan en 10 minutos», bromea Begoña, que asegura que todos acaban la visita encantados. «Dicen que es muy bonito y que cuando llegan arriba se sorprenden al encontrarse con algo que no esperaban cuando lo habían visto desde abajo», apostilla.