Rodrigo Pérez Barredo

Gol fantasma

Rodrigo Pérez Barredo


Se busca un héroe

15/05/2021

Para alcanzar la gloria a menudo es preciso que concurra la suerte, o algún milagro. Contaba Eduardo Galeano que en plena final de la Copa del Mundo del 50 que midió en Maracaná a Brasil y a Uruguay, el joven aspirante a escritor, futbolero hasta las cachas, recurrió al más poderoso de sus amigos tras el primer gol brasileiro coreado hasta el éxtasis por doscientas mil almas: le prometió a Dios un sinfín de sacrificios si La Celeste lograba voltear el marcador. Y hete aquí que el sortilegio se hizo carne en la figura de uno de los futbolistas del equipo charrúa: Obdulio Varela. Los goles de la insólita remontada fueron obra de Schiaffino y Ghiggia, pero en la siempre hirviente y letraherida memoria de los uruguayos no permanece otro héroe que el Negro Varela y su formidable papelón en el histórico ‘Maracanazo’ acaudillando a los suyos con una arenga mítica -«La final se juega abajo, los de arriba son de palo»- y echándose a la espalda todo el orgullo de su pequeño país.

También anda rezando la hinchada burgalesista, reclamando un héroe que lidere el sueño del ascenso. Uno podría tener la tentación de imaginarse al gladiador Juanmita en ese rol, enviando un balón imposible a la red con un remate acrobático, o al superclase Saúl Berjón dando un pase de gol tras dibujar una gambeta de campanillas entre varios rivales, o a Barovero atajando un penal no apto para cardíacos, pero en el fondo de su alma futbolera intuye que nadie podría encarnar mejor el ansiado prodigio que Eneko Undabarrena. Como el Negro Varela, este vasco sobrio y omnipresente de corazón infatigable va camino de convertirse en un capitán de leyenda. La del centrocampista uruguayo no tiene desperdicio: cuentan que restó importancia a su actuación en la final, que dio la espalda a los fotógrafos en la gala de celebración y que en lugar de colgarse la medalla y festejar con los suyos, se echó a la noche de las calles de Río de Janeiro a doblarse a cervezas y a abrazar con ternura a los brasileños que se encontraba en las tabernas, incapaces de reconocerlo con tanto desconsuelo. 

Cuando llegó a Montevideo, huyó de la enfervorizada multitud disfrazado de Humphrey Bogart, las solapas bien arriba y un sombrero calado hasta la nariz. Con la prima por el campeonato del mundo el Negro Varela se compró un coche que le robaron a la semana, porca miseria. Por su parte, tanta felicidad hizo que Galeano olvidara muchas de las promesas que le hiciera al Altísimo, y por eso no pudo cumplirlas. Pues sepa el capitán Undabarrena que si él es el protagonista del play off, el héroe que se eleva por encima de todos en el milagro del ascenso, en la bendita hora del festejo a las cervezas -y cuantos tragos de índole diversa sean menester- invitará servidor. E incluso le dejaré que me robe el coche. 

Tendrá permiso para irse con él directo a la gloria.