Miranda acoge a cerca de 30 ucranianos tras 6 meses de guerra

Ó.C.
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Cruz Roja atiende a los refugiados y lamenta la dificultad para que las familias logren una vivienda, porque solo dos han conseguido un alquiler en la ciudad

La ONG Cruz Roja ayuda a los refugiados que huyen de la guerra. - Foto: Cruz Roja

Hace seis meses las bombas empezaron a sonar en Ucrania. El inicio de la guerra provocó un éxodo y hasta Miranda llegaron refugiados que todavía tratan de adaptarse a su nuevo día a día. El Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones utilizó a Cruz Roja para la coordinación. En la ciudad habilitaron 34 plazas, aunque en estos momentos la cifra de ucranianos a los que atiende la ONG es algo menor y no llega a la treintena, «porque algunos encuentran trabajo fuera o porque al tener conocidos en otros lugares se han ido».

La mayoría de las personas recibidas son mujeres. En un primer momento se les dio una solución de emergencia ocupacional en un hotel de la ciudad, aunque la intención de la ONG pasa porque encuentren una vivienda en la que rehagan sus vidas. Aquí está el principal inconveniente que se están encontrado «por las reticencias de los propietarios». Por este motivo, lamentan que «solo dos familias con las que trabajamos han encontrado un alquiler», lo que como detallan «les permite llevar una vida más o menos normalizada». Para el resto continúa la búsqueda, aunque por el momento el escaso número de pisos disponibles y las exigencias para firmar el contrato lastran esa posibilidad.

En Cruz Roja indican que esta situación está relacionada con el acceso al mundo laboral de estas personas, que «por lo general tienen una alta cualificación». Aún así indican que la prioridad de los refugiados está en conseguir un trabajo, el que sea, pero en estos momentos «solo tres» tienen un empleo. A pesar de ser una cifra baja, aclaran que muchos de los ucranianos con los que trabajan, no están en edad de hacerlo, por ser mayores o menores de edad.

Al margen de la labor de asesoramiento de los profesionales de Cruz Roja, en la asamblea local agradecen la labor de los voluntarios.En especial, la de un ucraniano residente en Miranda que «vino y al final sumó también a su mujer y a su suegra». Ellos ayudan con las clases de castellano, pero añaden la ayuda en la adaptación ya que «cuando tienes delante a una persona que te entiende genera mucha tranquilidad».

Las labores legales, jurídicos y de trabajo ocupan a la ONG, aunque en la asamblea local también realizan un trabajo psicológico con los refugiados. «Llegaron totalmente rotas por el impacto emocional de la salida del país y el hecho de dejar a miembros de su familia», explica la psicóloga Rubí Martínez, que matiza que en un primer momento atajaron aspectos como «la readaptación, reajustar la expectativas o los procesos de duelo».

Al principio «había que explicarles todo muy bien», pero con el paso del tiempo todo ha ido cambiando, como el interés por la guerra. La pérdida del foco mediático no ayuda «y lo llevan bastante mal», afirma Martínez, ya que «se acuerdan de sus amigos, familiares e incluso algunas tienen a sus parejas lo que es muy duro y difícil de gestionar».