Con el corazón a 3.000 kilómetros

A.C. / Vallejo de Mena
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Natalia Kyshakivska recogió el sábado a su madre Iryna Kyshakivska y a una amiga, Iryna Heppa, en Barcelona, tras huir de Ucrania. Lloran por la guerra en Vallejo de Mena

Natalia, en el centro, con su madre, a la derecha, y su amiga en el jardín de su casa de Vallejo de Mena con una bandera de Ucrania, su gran orgullo. - Foto: A.C.

«Cada mañana envío mensajes a amigos y familiares para preguntarles si están vivos». Natalia Kyshakivska está desolada. A su lado, su madre Iryna Kyshakivska, de 53 años, y una amiga, Iryna Heppa, de 58, muestran en sus rostros el agotamiento y la tristeza en su máximo exponente. Las lágrimas afloran en sus ojos durante la entrevista. Ambas llegaron el sábado al aeropuerto de Barcelona tras un viaje agotador. Salieron de Kiev en coche el 24 de febrero, poco después de escuchar los primeros misiles que sobresaltaron a toda la ciudad de madrugada. Notaron como sus edificios temblaban. 

Tardaron tres días en llegar en coche a la ciudad polaca de Katowice, donde pasaron cuatro días en casa de una familia polaca que de forma desinteresada las alojó en espera de que saliera su avión. No había billetes disponibles para viajar ante la gigantesca diáspora de ucranianos huyendo de la guerra. Natalia, desde España compró los pasajes. Iryna Heppa ha dejado en la capital ucraniana a su marido y tres hijos mayores de 18 años, lo que les obliga a permanecer en la reserva a la espera de incorporarse al ejército. Fue uno de ellos quien las llevó hasta Polonia para después regresar al horror.

«No imaginábamos algo así. No podemos ni creer lo que pasa», admite Natalia, quien hace cinco años se casó en Kiev con el menés Alejandro Gómez. Él viajaba a Ucrania con cierta frecuencia para visitar a amigos que había conocido gracias al Festival Internacional de Folclore del Valle de Mena y los intercambios promovidos por la Concejalía de Juventud entre jóvenes meneses y de la ciudad ucraniana de Kamenets. De su unión ya ha nacido una pequeña que está a punto de cumplir dos años. La presencia de Natalia en Vallejo de Mena ha sido providencial para su madre -su padre falleció y su hermano trabaja en Dubai-, porque explica que se deciden a salir solo quienes tienen algún familiar o buen amigo en otro país. De lo contrario, aguantan en sus casas. Allí aún le quedan tíos, primos con niños, amigos... «Salir es muy peligroso. ¿Cómo van a salir si bombardean los corredores humanitarios?», lamenta.

El jueves también durmieron en su casa seis compatriotas, dos mujeres y cuatro niños, que el viernes siguieron viaje a Gijón. Las dos Irynas lo tuvieron más fácil en los primeros días del conflicto para huir.  Ahora «en muchas ciudades no hay gas, electricidad, aguantan -3 grados sin calefacción», relata Natalia, que sigue la guerra gracias a los vídeos y fotos de quienes lo están viviendo en primera persona. «Dicen que bombardean puestos militares, pero es mentira. Matan a gente normal por la calle», asegura. No está contenta con la respuesta de los gobiernos europeos. «España podría enviar aviones o militares. No lo hacen porque tienen miedo a Putin. No es suficiente con las armas», defiende.

Del comunismo a la libertad. Iryna Heppa es profesora de Educación Infantil. Muestra una imagen de sus compañeros alojadas en el sótano del colegio, porque no todas las viviendas tienen subterráneos donde protegerse de las bombas. Cuando se les pregunta cómo era la vida en Ucrania antes de 1991 bajo el régimen de la antigua Unión Soviética comienza a hablar sin parar. «Nos decían cómo teníamos que pensar, en qué debes creer, cómo educar a nuestros hijos», cuenta. «La política y el partido eran más importantes que la familia. En las elecciones, el 99% de la población elegía al único candidato y, si no, a la cárcel», continúa. «En los libros escolares solo estaba su ideología comunista, en las películas, las canciones... No se podía viajar fuera de la Unión Soviética...», recuerdan. En suma, carecían de la libertad alcanzada con su independencia y la democracia. Natalia sostiene que «todo lo que dice Putin es mentira. Quiere crear otro imperio soviético, pero Ucrania tiene su historia».

Volviendo al presente, ahora lo que más les preocupa es salir adelante y ser independientes. Si se les pregunta qué ayuda necesitan, las dos Irynas responden a la vez que quieren trabajar. Necesitan ganarse la vida. El idioma es un obstáculo, pero están dispuestas a intentar aprender castellano para valerse hasta que puedan regresar. Han llegado prácticamente con lo puesto y agradecerían también ropa de su talla. Natalia pedirá apoyo al Ayuntamiento menés. Bienvenidas.