Cuando la calle Mayor era la 'milla de oro'

A.C. / Medina de Pomar
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Jesús Oleaga, medinés de corazón, presentará el día 25 su primer libro, 'Fuimos. Una crónica del comercio local', donde rescata la historia de quienes hicieron posible que el casco histórico tuviera más de 300 negocios en sus distintas etapas

De i. a d., Amparito, María Pilar López y Amelia, dependientas de Tejidos Ruiz Cuevas, una de las tiendas de más éxito de Medina, que abrió Zoilo Ruiz Cuevas a principios de siglo. En la calle Fundador Villota aún se conserva la fachada grabada en pi - Foto: DB y A.C.

Jesús Oleaga nació en Bilbao hace 65 años, pero desde que era un bebé pasó todas las vacaciones de verano en Medina de Pomar. Su primera casa en la ciudad estuvo en el 16-18 de la calle Fundador Villota, encima de la entonces Ferretería de Gabriel Fernández, al lado de la Carbonería Angulo y muy cerca de la tienda de tejidos de los Ruiz Cuevas, que aún conserva su bella fachada labrada en piedra y donde «toda la comarca venía a aprender a coser y a echarse novio».  «Digo siempre que primero soy medinés y segundo vasco. Mi cuadrilla, mis mejores amigos estaban aquí. Yo quería ir a Medina y ellos se querían ir a Bilbao», recuerda. Pero no hubo una oportunidad laboral que trajera a  este economista su añorada ciudad, donde ahora, pasa casi todo el año y forma parte activa de su sociedad. 

Ya antes de sumarse al equipo fundador del Ateneo Café Universal, que abrió sus puertas en abril de 2017, planeaba en su cabeza la idea de recoger información sobre el comercio del casco histórico. Comenzó a preparar un inventario de los negocios que había en la arteria que cose la parte antigua de la ciudad de norte a sur con la idea de realizar una tertulia en la que recordar viejos tiempos. Pero el volumen de información era tanto que acabó convirtiéndose en un libro que rememora a los empresarios que hicieron de Medina una ciudad pujante. Fuimos. Una crónica del comercio local detiene el tiempo entre 1900 y 1970. Cierra su relato cuando ya despuntaba el declive económico de la zona antigua de la ciudad y que ahora es absoluto, puesto que la vida comercial se ha trasladado casi al completo a la zona nueva construcción.

En su libro queda constancia de los más de 300 negocios que albergó el casco histórico en 225 locales y en distintas etapas, dados los cambios de uso o propietarios de los espacios comerciales. Oleaga recuerda cinco pastelerías y confiterías en cien metros, las de Florencio, Codón, Manolo, Severino y Amalia o como coexistieron hasta siete zapaterías. Confiterías, zapaterías, sastrerías, abacerías y ultramarinos eran los negocios que más proliferaban. Ahora, apenas medio centenar de empresas y profesionales mantienen el pulso de esta parte de la ciudad y una retahíla interminable de locales cerrados asalta a quien camina por lo que Oleaga evoca como «la milla de Oro, una pasada en los años 60».

En su memoria aún pervive el recuerdo de cuadrillas de 50 chavales que no paraban de disfrutar en sus callejuelas. Hasta los 14 años, su madre solo le dejó jugar entre Santa Clara y el Arco de la Cadena. Por eso en su memoria perviven los recuerdos de la zona centro y sur y los momentos vividos en la Bodeguilla de Luis, el estanquillo, el Cañón, la farmacia de don Victoriano, el Bar de Santiaguín, el Quintana, el Universal o el Cerro, de los pocos que perdura desde 1929.
200 medineses. Para completar sus recuerdos y aquello que no aparecía en los archivos municipales, revistas donde ha recabado anuncios comerciales, programas de fiestas o libros, Oleaga ha tirado de la memoria de más de 200 medineses. Pero un grupo de enciclopedias del Medina de antaño ha sido el que más ayuda le ha prestado. Entre ellos se cuentan Ignacio Pérez (Ina), de Calzados Manolo; Eduardo Adrados, el botero, que ya tiene 103 años;Gabriel Fernández-Barros, el ferretero;Bienve Castresana, el zapatero que acaba de fallecer; Victoriano (Torano) Lucio, el carpintero quien le contó decenas de historias en sus charlas en la plazuela del Corral antes de su también reciente fallecimiento; Victoria Pereda, de El Zapato Grande; o Manoli López-Quintana, hija de Santiaguín, quien regentó bar y fonda;Asun López, del Bazar Universo; José Antonio López, de Imprenta López... La lista es imposible de completar, aunque Oleaga no quiere dejar de agradecer a Iñigo Ordozgoiti su apoyo técnico.

El resultado final ha sido un libro de 451 páginas y un millar de fotografías, en el que aparecen 575 negocios, porque también se sale de las fronteras del casco histórico. Oleaga lo presentará en el Ateneo el día 25 a las ocho de la tarde y lo firmará y venderá en el espacio de Volver, en la mañana del 26. A partir del 27 se pondrá a la venta en tres puntos de la ciudad. Acabará un trabajo que le ha llevado todas las horas en los últimos años con el que quiere relatar la historia de aquellos emprendedores que atrajeron a la banca a la ciudad  en los años veinte. Los Ruiz Cuevas, Eloy López Para, Cipriano Zamora, Dimas Aduna, Juan García... o indianos que regresaron de hacer las américas con posibles y fundaron negocios, como Pedro Sainz de la Torre, ‘Pedro el ruso.

Jesús Oleaga se define como «un activista  del casco histórico», pero su libro no busca serlo, sino dejar «un testimonio, un recuerdo, memoria viva» de lo que fue esta parte de la ciudad. Su deseo para el futuro es que «tenga un peso en Medina diferente del actual con una mayor oferta de servicios». No tiene la respuesta a la pregunta de cómo lograrlo, pero si la nostalgia de aquella ‘Milla de oro’.