Alberto de Mónaco: «Atapuerca es un lugar único en el mundo»

BELÉN DELGADO
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El soberano monegasco recorrió los yacimientos, el MEH y el Cenieh. Se mostró cercano y simpático, no ocultó lo cómodo y «feliz» que se sintió en Burgos y no descartó volver para conocer la Catedral y traer a sus hijos

El monarca monegasco, junto a Eudald Carbonell y el profesor francés Henry de Lumley, amigo personal del príncipe y presidente del Instituto de Paleontología Humana de París. - Foto: Luis López Araico

Lejos de los oropeles de palacio, sin apenas protocolo y perfectamente ataviado para pisar los caminos de la sierra, el Príncipe Alberto II de Mónaco se dejó ver durante su recorrido por los yacimientos de Atapuerca como un hombre cercano y amable, muy interesado en la prehistoria y sabedor de la importancia que tiene el enclave burgalés a la hora de conocer las claves de la evolución humana. 

Una visita, de carácter estrictamente privado, que el soberano monegasco disfrutó con calma, como un 'arqueólogo' más y siguiendo atentamente (tanto en inglés como en francés) las explicaciones científicas de dos de los codirectores del proyecto Atapuerca, Eudald Carbonell y Juan Luis Arsuaga, que no dudaron en modificar y alargar el programa previamente diseñado a petición de su ilustre visitante. La pequeña comitiva que acompañó al monarca hizo todo lo posible para que se sintiera a gusto, algo que se notó en su semblante, siempre risueño, y en la tranquilidad con la que afrontó las casi dos horas de recorrido. Se prestó a subir y bajar todos los andamios que protegen los diferentes yacimientos, se animó a hacer una pequeña parte del sendero botánico y a intercambiar algunas palabras en castellano. Tras salir de la Trinchera, el soberano tuvo además el gesto de compartir sus impresiones sobre un lugar que definió como «único» en el mundo. 

«Este es un sitio muy importante y muy singular, no solo en España sino en Europa porque permite estudiar series completas sobre la evolución humana desde tiempos más recientes hasta hace 1,5 millones de años. Poder reconstruir cómo se pobló Europa en la prehistoria es esencial y por eso estoy muy feliz de haber sido invitado», dijo.

Alberto de Mónaco llegó a Burgos animado por el profesor francés Henry de Lumley, amigo personal suyo y estrechamente vinculado a los codirectores de Atapuerca, ya que fue maestro de Carbonell. De Lumley, que participó en la visita, preside el Instituto de Paleontología Humana de París, creado en 1910 por Alberto I de Mónaco, tatarabuelo del actual monarca. Además, Juan Luis Arsuaga es actualmente miembro del comité asesor del Museo de Antropología de Mónaco, lo que también ha influido a la hora de despertar el interés del Príncipe por el enclave burgalés. «Es una persona a la que le atrae la ciencia, algo heredado de sus antepasados, y que muestra una gran sensibilidad por la arqueología y la prehistoria, que conoce bien y sabe lo importante que es», subrayaron Arsuaga y Carbonell, tras recordar que Alberto de Mónaco ya había visitado con anterioridad el yacimiento cántabro de El Castillo, cuyas excavaciones iniciales financió su tatarabuelo, y el Museo Oceonográfico de San Sebastián. «Le quedaba Atapuerca y por eso le tenemos hoy aquí», afirmaron.

(Más información e imágenes de la visita, en la edición impresa de hoy de Diario de Burgos)