«Me gustan los desafíos y este es muy grande»

H.J.
-

Florentina, 43 años, trabajó en la limpieza o el comercio y ahora ha apostado su futuro a convertirse en auxiliar administrativo del Estado

Bontas nació en Rumanía pero lleva casi 20 años en Burgos. - Foto: Alberto Rodrigo

Ha hecho «de todo». Ha trabajado de limpiadora, cuidando niños, de dependienta en La Orensana... pero en los últimos años se había dedicado fundamentalmente al cuidado de su casa y a la crianza de sus hijos, sobre todo para darles un apoyo en la escuela. Hasta que hace un año y pico le animó a presentarse a unas oposiciones. Y en ello está.

Florentina Bontas, nacida en Rumanía hace 32 años aunque residente en Burgos desde el año 2003, afronta el reto de intentar convertirse en auxiliar administrativo del Estado y lo hace con una ilusión que transmite de inmediato.

«A mí siempre me han gustado los desafíos y este es muy grande. La vida hay que vivirla, no solo es el destino sino el viaje y este examen es muy difícil, a veces pienso que demasiado para mí. No me lo tomo para nada a la ligera, estoy emocionada y nerviosa pero también tengo ilusión», relataba Florentina horas antes de enfrentarse a la primera prueba masiva, la que tuvo lugar este sábado pasado en Valladolid y para la que incluso ha tenido que alquilar un coche para desplazarse, porque el transporte público no le cuadraba.

Cuenta que desde pequeña siempre le gustó estudiar, que en Rumanía tuvo que abandonar la universidad, aunque luego hizo estudios de auxiliar de enfermería, e insiste en agradecer el apoyo que ha recibido no solo de su familia directa (sobre todo «el ánimo y los consejos de mi madre») sino también de los amigos durante todo este tiempo de preparación en el que no ha podido ocuparse tanto de su familia como le gustaría. 

Concentrada en la «cueva». Tuvo la suerte de encontrar una academia, MasterD, que le pillaba al lado del colegio de los niños, y en la enseñanza online buscó la flexibilidad para adecuar horarios y responsabilidades. No le asustaron ni la cantidad de preguntas a las que tiene que enfrentarse ni la barrera del idioma (lo domina a la perfección) ni el hecho de no ser ya una jovencita recién salida del instituto y con la mente fresca para estudiar lo que haga falta. 

Se ha pasado meses metida en la «cueva» como ella misma denomina a su cuarto de estudio y ha tenido que pedir muchas veces a su marido y a sus hijos que la dejaran concentrarse hasta quitando el volumen de la tele. Pero ahí está, donde quería, después de tanto sacrificio.

Puesto que se presenta a una oposición estatal es consciente de que, si aprueba, le puede tocar otro destino que no sea Burgos, pero tampoco dramatiza con eso. «Ya veremos sobre la marcha. Tenemos el piso en propiedad y no sería fácil, pero Dios es grande y todopoderoso, confío en él. Yo tengo carné de conducir y podría desplazarme. Veremos», sentencia con una fe que es admirable en todos los sentidos.