Tuvieron que pasar cerca de cuatro décadas de trámites y obras, con una inversión que rondó los 300 millones de euros, para que los burgaleses -y todos los conductores que transitan por Burgos- pudieran estrenar la circunvalación de la capital.
El 22 de diciembre de 2016 se dio por cerrado el anillo exterior que rodea la ciudad, un recorrido de algo más de 37 kilómetros -25 propios de la BU-30 y 12 adscritos a la A-1- que, sin embargo, no ha dejado de requerir millones de euros desde su inauguración ante los continuos achaques que sufre. Mejoras de su firme, reasfaltados, arreglos de las estructuras, rehabilitaciones de la calzada o grietas que han obligado a cortar carriles durante meses son algunos de esos contratiempos que traen de cabeza tanto a conductores como a los propios técnicos del Ministerio de Transportes.
Por poner en contexto, en estos momentos el Estado ejecuta obras por importe de 5,4 millones de euros, mientras que recientemente se han invertido otros 4,38. La suma de ambas actuaciones roza la decena de millones en los últimos meses, un desembolso que no deja de crecer año tras año.Este gasto choca frontalmente con la 'joven' vida de los tramos más castigados, el que va de Villalbilla a Quintanadueñas (último abierto, en 2016) y el Quintanadueñas-Villatoro y Villatoro-Villafría (2015). En el primero el Ministerio lleva semanas enfrascado en solucionar las grietas que han tenido prácticamente desde su inauguración cerrado un carril en sentido Santander entre los kilómetros 12,6 y 13.
(Más información, en la edición de papel de hoy de Diario de Burgos)