«Nuestra desgracia generó una ola de solidaridad»

F.L.D.
-

José Juan Martínez y Jesús Moradillo, propietario y gerente de Molifibra, miran con optimismo al futuro tras el incendio que calcinó una de sus naves donde guardaban paja. Agradecen la ayuda ofrecida por otros empresarios

José Juan Martínez (derecha), junto al gerente Jesús Moradillo en el almacén incendiado el 1 de marzo. - Foto: Valdivielso

De entre las cenizas de paja que siguen amontonadas sale aún un fino hilo de humo que mantiene el olor a quemado en una nave parcialmente derruida. Una lonja que está condenada al derribo, pero que aún mantiene partes del tejado en pie. Al caminar en paralelo se escucha el crujido de cristales minúsculos. «Son pedazos de las placas solares que habíamos puesto hace poco», cuenta José Juan Martínez, propietario de la empresa Molifibra, que junto a su gerente Jesús Moradillo nos muestran los restos de un incendio que calcinó por completo su almacén de paja para pellets hace apenas dos semanas. Salvaron las máquinas y las líneas de producción, lo que les ha permitido continuar con el negocio al tiempo que piensan en cómo recuperar la instalación que fue pasto de las llamas. De todo lo vivido desde el pasado 1 de marzo, se quedan con la solidaridad del resto de empresarios del polígono. 

En la nave donde comenzó el incendio, Molifibra almacenaba un stock de paja sin procesar para casos de emergencia. Que hubiera una huelga, algún que otro desastre natural, problemas con los repartos, etc. «Aquí, todo lo que nos llega lo convertimos en pellets y lo vendemos. Por eso, que se nos quemase no nos supuso nada a nivel de trabajo diario», explica Martínez frente a los restos del desastre. Había cientos de toneladas (una cantidad para cubrir diez días) de un material que arde demasiado rápido y que es casi imposible de apagar cuando el fuego se desarrolla. 

«El compromiso de todos los trabajadores fue increíble. Todo el mundo cogió las mangueras y se puso a tirar agua antes de que llegaran los Bomberos para evitar que se pasase a las naves colindantes. Una vez que aparecieron los primeros camiones, siguieron ayudando en todo lo que les hacía falta», recuerda Moradillo. «Lo importante», añade, «fue que nadie resultó herido ni intoxicado. Era el primer objetivo porque lo demás era algo material». 

Para el propietario de la empresa lo más positivo fue observar que todo lo aprendido se puso a prueba en un escenario de infortunio. «Es normal que al principio hubiera muchos nervios. Tuvimos que reunir a los 12 trabajadores y les dijimos que estuvieran tranquilos. Esa misma tarde, las aguas se habían calmado», apunta. Fue entonces cuando comenzó a sonar el teléfono. Decenas de llamadas de otros empresarios del polígono, clientes, el alcalde, la Junta y hasta competidores se pusieron en primera fila para ayudar. 

«Fue lo que más nos emocionó. Que con una desgracia como esta aflorase la gran solidaridad de la gente. Han dado a Villalonquéjar premios por proyectos de economía circular y programas de bienestar, pero este apoyo ha sido ejemplar», repite una y otra vez José Juan Martínez. En total, 150 llamadas. Algunos, ni siquiera descolgaron el teléfono y se presentaron allí para echar una mano. «Venían vecinos con varios trabajadores y preguntaban qué podían hacer. Les decías que estaban los Bomberos trabajando y les daba igual. Se ofrecían para limpiar o para lo que fuera», completa Jesús Moradillo. 

Tras superar esa fase que califican de «duelo», necesaria por otra parte al ver reducida a cenizas la nave, llegó el momento de levantarse. La semana pasada volvió a funcionar una de las líneas de producción y estos días la otra. «Estamos en ese momento de resurgir. De mirar hacia el futuro», avanza el gerente. Para empezar, ya están en contacto con empresas de ingeniería para concertar un proyecto de construcción de un nuevo almacén. Primero, eso sí, habrá que terminar de demoler el incendiado. «Para septiembre, queríamos tener el nuevo listo», apunta Martínez.