«No tengo que coger un libro de autoayuda para ilusionarme»

A.S.R.
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Manolo García, integrante de Los Burros, Los Rápidos y El Último de la Fila deja el ritmo roquero y abraza pianos, laúdes, violines y guitarras para reinterpretar en acústico las canciones que han modelado su carrera

Manolo García, esta tarde en acústico en el Fórum

La memoria de sus seguidores se pierde cuando trata de encontrar el último concierto de Manolo García en un escenario burgalés. Han pasado los años, pero nunca el tiempo es perdido y el músico que prefiere el trapecio para verlas venir en movimiento llega hoy al Fórum (20.30 horas) de la mano de la Fundación Caja de Burgos para resarcir de su larga ausencia a su público. Lo hará con un concierto que alternará canciones nuevas y antiguas -«no reniego de nada de lo que he hecho, al contrario, estoy muy orgulloso»- a las que ha revisitado para acomodarlas a un formato acústico. «Para mí es un placer. Siempre lo paso bien en los escenarios. Nadie me habrá visto nunca cansado, aburrido, despistado. Jamás. Yo ahí siempre soy feliz».

 

¿Por qué elige ahora por primera vez el formato acústico?

Por renovar, ofrecer algo diferente y por darme yo el gusto. Toda la vida he estado en eléctrico, nunca he dejado atrás el formato roquero, y hay grupos que me gustan de los 70 con partes acústicas muy lindas como Led Zeppelin, Neil Young, Simon & Garfunkel... Yo soy muy ecléctico en gustos, esto no lo había hecho nunca y había llegado el momento.

Y tras los primeros compases. ¿Cómo está siendo la experiencia?

Muy bonita. Canto más suelto porque en el formato roquero mi voz compite con muchos decibelios y el acústico es mucho más cómodo. Sabía que me gustaría.

Habla como un niño con zapatos nuevos...

Esa es la idea. El ser humano tiene una capacidad de renovación absoluta y hay que utilizarla, estar ilusionado, tener ganas, proyectos, curiosidad, ilusión... Cuando esa actitud te es inherente lo tienes fácil. No tengo que coger ningún libro de autoayuda para estar ilusionado con la vida; con mis pasiones, la pintura y la música, lo tengo fácil.

¿Cómo alimenta esa curiosidad?

En un mundo industrial y tecnológico del que no me siento para nada partícipe, yo hubiera querido nacer en las praderas del norte o del sur de América, cuando los indios eran libres y vivían en contacto directo con la naturaleza, y para no olvidarlo llevo una pulsera con una flecha y una pluma india. Las únicas redes que me gustan son las de los pescadores costeros. Emocionalmente, soy un tío antiguo, leo clásicos, no me gustan las autopistas, el asfalto, los polígonos industriales y la cantidad de chorradas que fabricamos y compramos. Me gusta la comida sana, un día de sol, a poder ser en un lugar que no esté contaminado acústicamente, los ríos, el aire... Sé que es difícil, pero como pequeña hormiga de este planeta intento buscar esto. Soy urbanita obligado, no convencido.

¿Hemos perdido la capacidad de disfrutar con las pequeñas cosas?

Nos están comprando con baratijas, que pagamos muy caras, y nos quitamos unos a otros lo más sencillo, la vida más relajada, tranquila, generosa con uno mismo y los demás... Y ocupamos nuestro tiempo en una vida material absurda y obsoleta.

Aunque vive al margen de las nuevas tecnologías, sí está al tanto de la realidad social y política e incluso le ha dedicado alguna canción (Urge) a los que «nos llevan por sendas de espinos». ¿Qué siente ante lo que ocurre en la esfera política?

Siento pena por ellos, sin querer ofender a nadie ni generalizar. Los ciudadanos de a pie vemos que hay un interés de partido, de poltrona, de no apearse, de seguir mandando y mangoneando, y mientras las personas viven en precario, sobreviviendo, nos chulean con la sanidad, la enseñanza es un cachondeo y no digamos la cultura. Se ataca y se ningunea cuando es importantísima. Que un país no cuide sus raíces, dice muy poco a favor de sus políticos.

No cuidan sus raíces culturales y la galopante despoblación amenaza con acabar con ellas y con ese modo de vida apegado a la naturaleza. ¿Cómo ve este paisaje moribundo en su periplo por Castilla y León?

El que los políticos miren hacia otro lado, no hagan ningún caso a la gran batalla que ya está aquí, que es el cambio climático, me apena y me decepciona. Me alegra cuando los estudiantes salen a la calle a pedir cuentas, porque el futuro es suyo. Es un plan nefasto que a una persona que quiere ser pequeño ganadero o agricultor se lo pongan difícil, pero no así a los grandes holdings alimenticios, que lo tienen chupado. Otra cosa terrible es que la gente mayor mantiene a los jóvenes cuando en cualquier sociedad saludable, justa y bien organizada debería ser al revés.

Hablando de jóvenes. ¿Le gusta la música que se hace en la actualidad?

Me gustan las buenas canciones y buenas propuestas, lo honesto y lo que se hace con el corazón. Me dan igual las modas y los estilos, soy ecléctico, me gusta el arte en general, no hago ascos a nada hecho con cariño, pasión, originalidad, verdad y singularidad por pequeña y sencilla que sea. Los dioses son generosos con nosotros y cada nueva generación aporta gente joven con una capacidad seria para la creación. Los dioses nunca nos han abandonado. En este valle de lágrimas, el arte y la cultura son el salvavidas frente a la esclavitud de los días en los que somos esclavos del móvil, internet...

¿Personalmente, le han abandonado alguna vez lo dioses?

No, mientras tienes salud y alegría de vivir, no te abandonan (ríe).

¿Y usted goza de ambas?

La salud, toco madera, no sé, pero alegría de vivir, muchísima, es algo que no he perdido nunca, si no, no haría discos ni saldría a la carretera; estaría apoltronado. Me gusta mirar los árboles, los castillos en ruina y soñar con que alguien algún día los arreglará, visitar restaurantes sencillos, tomarme un vaso de vino, compartir una cerveza con los amigos, buscar lugares recónditos y darme un chapuzón en una poza... Eso no me lo van a quitar, me niego. Ese tiempo le doy por bien empleado porque no lo estoy ocupando en tuitear y lo digo sin ánimo de adoctrinamiento. Nunca me dirigiré a nadie como si yo tuviera la verdad, cada uno tiene las suyas, jamás indicaré a nadie el camino.

Habla como alguien con los pies en el suelo. ¿Cuesta mantenerlos ahí con tantos seguidores, premios tan relevantes como el Grammy Latino o el Ondas y presencia en la banda sonora de tanta gente?

No me cuesta nada porque el arbolito creció de una manera sencilla. Mi padre era un hombre muy razonable, era un hombre de campo, a los ocho años ya llevaba el ganado de mi abuelo y labraba con un arado romano en tierras secas, empinadas, y mis abuelos eran gente seria y humilde, pero vivaz, cariñosa y generosa y mi tiempo urbano ha sido en un barrio industrial, con sirenas llamando a los turnos de trabajo. Ese fue mi mundo hasta que a los 14 años empecé a rocanrolear. Me he formado entre la calle y los campos de secano que me han dado una pátina de escepticismo y de buena voluntad.

Procede de una familia que emigró a Cataluña, que ahora mismo vive tiempos convulsos. ¿Nota ese ambiente enrarecido en las calles?

No lo noto, nací y vivo en Barcelona y me encanta, dentro de lo que me gustan las grandes ciudades, y me siento catalán pero tengo mi corazón no partío, sino compartío. Comparto amor por muchos paisajes. El tema de Cataluña es político y lo deben solucionar los políticos.

Su última visita a Burgos fue hace cuatro años para hablar de sus preferencias musicales, pero en concierto ha sido caro de ver...

No por falta de ganas, no soy un músico que guste de hacer cuatro conciertos en las grandes capitales y luego irse a casa, todo lo contrario. Pero sí han cambiado las cosas y así como en los 90, con El Último de la Fila, había una ebullición, luego los hábitos lúdicos han cambiado, ha entrado en nuestras vidas la tecnología y ahora hacen lo que quieren con la música, la regalan, la venden, la compran, pagan lo que quieren a los músicos, nos ningunean, organizan su fiesta sin invitarnos, robándonos lo que es nuestro... Pero yo lo sigo intentando. En la gira pasada hice 33 conciertos, en esta me acercaré a los 60 porque me apetecía volver a ciudades en las que toqué con El Último... y a provincias en las que hay un goteo de despoblación, que me duele porque todo el mundo tiene derecho a vivir dignamente en su tierra. Llevar la cultura a estos lugares es una manera humilde de apoyar esta idea.