La tercera generación de la familia Alameda ha puesto punto y seguido a más de siete décadas de propiedad y gestión de Fabril Sedera, la histórica fábrica de tejidos de seda, tintes y acabados protagonista de los orígenes de la ciudad industrial que es Burgos hoy en día. Y lo ha hecho de la mejor manera posible dentro de las difíciles circunstancias por las que atravesaba la firma, dando continuidad a la actividad y a parte del empleo en manos del nuevo propietario, la multinacional británica Jessgrove, que garantiza el futuro de la planta del polígono de Villalonquéjar como sede estratégica para abastecer a sus clientes en España (Galicia), Marruecos y Portugal.
La operación se ha gestado en los momentos más complejos -en plena pandemia y en mitad de la negociación de los últimos flecos del Brexit-, pero esta industria histórica había llegado a su límite máximo tras doce años en pérdidas y sucesivas reducciones de plantilla provocadas por la fuerte competencia de los tejidos fabricados en los países orientales y el Magreb y por la progresiva desaparición de sus clientes en España.
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