«El mundo es ahora más ingrato y difícil para viajar»

I.L.H.
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El fotógrafo y escritor de viajes Jordi Esteva encontró en Egipto su lugar en el mundo hasta que le obligaron a dejar el país. Esa marcha fue «una barrera increíble que partió mi vida en dos»

Jordi Esteva es uno de los escritores de viajes más destacados de la literatura española. Ayer presentó en el MEH su último libro, 'El impulso nómada'. - Foto: Alberto Rodrigo

Hay muchas razones para viajar y de todos los destinos se aprende, pero el único viaje que dejará una huella imborrable es el que se emprende obligado. Lo saben los refugiados, los que se juegan la vida en una patera o los que huyen de la guerra. Jordi Esteva (Barcelona, 1951), que lleva siendo un nómada toda la vida, ha conocido a desplazados de Uganda, Etiopía, Eritrea, Somalia... y, salvando las distancias, ha sentido en sus carnes el desarraigo cuando le expulsaron de El Cairo, su lugar en el mundo.

Llevaba en Egipto cinco años, viviendo y fotografiando (de aquí publicó Los oasis de Egipto). «Me hice muy amigo de intelectuales, escritores, cineastas... un grupo bohemio y creativo y que por definición suele estar en contra del gobierno y más si es una dictadura. Y lo que ocurrió es que mientras estaba en los oasis se inventaron una patraña sobre mi implicación en un grupo que intentaba derrocar al gobierno. Me detuvieron, estuve un mes en la cárcel en malas condiciones y me expulsaron del país».

Esa marcha forzosa supuso un antes y un después en su trayectoria. «Es una barrera increíble que divide mi vida en dos. Sería frívolo e imperdonable compararlo, pero igual que los judíos brindaban cada año por estar el siguiente en Jerusalén, yo brindaba por regresar al año siguiente a El Cairo. Pasaron quince. Y cuando por fin pude regresar ni el país ni yo éramos los mismos. Luego he vuelto varias veces, pero no volvió a ser mi casa».

Un caminante llega a la ciudadela de Siwa, cerca de uno de los cinco grandes oasis de Egipto, pequeños mundos que permanecieron detenidos en el tiempo. Un caminante llega a la ciudadela de Siwa, cerca de uno de los cinco grandes oasis de Egipto, pequeños mundos que permanecieron detenidos en el tiempo. - Foto: Jordi Esteva

Su experiencia viajando por el mundo, en especial por África y los países de cultura islámica, la relata en El impulso nómada, que presentó ayer en el Museo de la Evolución Humana. En sus memorias cuenta que sintió desde muy pequeño la necesidad de «huir de una época gris, una sociedad pacata, religiosa y llena de normas» y que su primer destino fue Marruecos, cuando tenía 17 años, para ir a visitar a un amigo que vivía en una comuna en el Atlas: «Fue un poco iniciático porque regresé distinto».

Al principio le movía «una curiosidad extrema». «Lo hacía un poco por exotismo y por querer salir en busca de los sueños de infancia. Pero cuando hice un viaje a la India de muchos meses me di cuenta que lo que me interesaba era Irán, Turquía, Pakistán... Hasta que llegué a El Cairo y encontré mi sitio».

Cumplidos los 70, Esteva, que tiene un vínculo «especial» con Burgos porque primero fue jurado y luego ganó el Premio de Literatura de Viajes Camino del Cid con Socotra, la isla de los genios (un remoto y desconocido lugar del Índico), se queda con «cualquier sitio cerca de ruinas y cosas antiguas» porque las civilizaciones misteriosas y perdidas siguen causándole fascinación, aunque no se mueva tanto: «El mundo es un lugar mucho más ingrato y difícil y los países que me interesaban (Irak, Yemen, Sudán, Siria...) son sitios a los que no se puede ir. Y no te digo otras zonas. Lo que están haciendo en Ucrania es absolutamente imperdonable. Creo que si gobernaran las mujeres sería distinto, fíjate lo que te digo, porque las guerras son algo muy testosterónico».