Una novela inspirada en el nazi que vivió en Cillaperlata

A.C. / Cillaperlata
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'La cruz sobre mi pecho', de Ibera Ediciones, une la vida de un niño cuya familia trabajaba en la granja de Villanubla, con la de Friedhelm Burbach, escondido allí tras la caída de Hitler en 1945

Imagen de Friedhelm Burbach con su mujer en hijas. / El jerarca nazi en la puerta del Consulado alemán en Bilbao, en la calle Máximo Aguirre, 12. - Foto: DB

El libro The nazi conspiracy in Spain, publicado por Emile Burns en 1937, fue el primero en el que apareció citado el jerarca nazi Friedhelm Burbach (Bonn, 1893- San Llorente de Losa, 1959). En la vida del escritor vizcaíno vinculado desde niño a Medina de Pomar, Javier Peñalba Hernández, entró a través de un artículo de prensa. Ofrecía poca información, pero la suficiente como para hacer que se pusiera a investigar sobre quien llegó a ser en 1934 el primer representante en España y Portugal del nazismo, al ser nombrado director en ambos países de la sección exterior del Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán, mas conocido como el Partido Nazi.

Después de cinco años de trabajo, de leer una veintena de libros de historia en los que ha investigado los vínculos del nazismo y el franquismo, así como la Guerra Civil al detalle, Javier Peñalba ha publicado con Ibera Ediciones su tercera novela histórica La cruz sobre mi pecho, la historia de un niño en la comarca de Merindades durante los duros años treinta y cuarenta del siglo XX, cuya vida se entrecruza con la de Burbach. Sucede en la granja de Villanubla, monte arriba después de superar el antiguo monasterio de San Juan de la Hoz, de Cillaperlata, del que quedan unos pocos vestigios, al igual que de la granja de la que se conservan muros en ruinas.

Allí en los montes Obarenes, muy cerca de Cillaperlata y Trespaderne, trabajaba la familia del niño protagonista, obligada a esconder a Burbach de los aliados, que tras el fin de la II Guerra Mundial buscaban a los jerarcas nazis por todo el mundo. El autor sostiene que fue escondido por Falange Española con el beneplácito de Franco, quien «debía algunos favores a Burbach, como se desprende de las cartas dirigidas a su persona». En España hubo 104 huidos de la justicia protegidos por el régimen franquista. Manolo Alonso, de Trespaderne, era el propietario de aquella granja, en la que Burbach se escondió un tiempo hasta ser trasladado después al municipio cántabro de Valderredible.

Peñalba ha sabido que a Burbach se le veía por Cillaperlata. Incluso tejió amistades en Trespaderne y el entorno, de donde regresaba el día que murió en un accidente de tráfico tras pasar un día de cacería. Y es que apenas dos años después de la caída de Hitler en 1945 volvió a Bilbao, donde había ocupado el cargo de cónsul de su país tras la Guerra Civil, y donde pudo llevar una vida acomodada.

El maestro. «Tenía muchas ganas de escribir de la comarca», reconoce Peñalba, y Burbach le dio esa oportunidad, porque a la vez que se adentra en el personaje alemán, en su novela retrata numerosos episodios de la Guerra Civil y la posguerra en Las Merindades.

En el libro aparecen personas anónimas pero reales, como el que fuera maestro de Cillaperlata, Julián Velasco Ortega, a quien la Comisión Depuradora del Magisterio Nacional de Primera Enseñanza de Burgos expulsó en noviembre de 1937 de la enseñanza.

Le imputaron cargos, como el de «haber pertenecido a Trabajadores de la Enseñanza, no asistir a actos religiosos y patrióticos, ser simpatizante de izquierdas, leer prensa izquierdista...», como revela el completo expediente que ha reunido el escritor. Un ejemplo más de represión. Pero en su novela también los episodios pasan por la batalla de los Tornos, el penal de Valdenoceda, la construcción del túnel de la Engaña, el Campo de Aviación que habilitaron las tropas sublevadas en Villarcayo o la presencia de los soldados italianos enviados por Mussolini que irrumpieron en la escuela de Cillaperlata, entre otros lugares.

El escritor ha querido también «rememorar los albores de una locura y un genocidio y los motivos, si es que los hay, que condujeron a la Guerra Civil». Pero a la vez, rescatar para la memoria la dureza de la vida en el campo y los oficios casi desaparecidos de molineros, resineros, herreros o carboneros que daban vida a los pueblos.