La falta de personal acreditado lastra el uso del Da Vinci

GADEA G. UBIERNA
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Seis de cada diez intervenciones en el HUBU son de Urología, que utiliza la cirugía robótica cada vez para más patologías. Se emplea también para pacientes de Cirugía General, Ginecología y, en mucha menor medida, para los de otorrino

Foto de la primera operación que se hizo en el HUBU con el robot Da Vinci, en junio de 2018. Fue de Urología. - Foto: DB

El HUBU ha operado a 429 pacientes con el robot Da Vinci entre junio de 2018 y finales de diciembre de 2022 (del 2019 no se han facilitado datos), lo cual da una media anual bastante alejada de las previsiones que manejaba la dirección cuando se instaló este equipo de alta tecnología, que costó alrededor de 1,3 millones. Y eso a pesar de que ha habido un incremento constante de la actividad de la cirugía robótica; alza que ha empujado Urología, dado que ha hecho más del 62% de las intervenciones de estos cuatro años (367) y está incrementando el número de indicaciones susceptibles de operarse con esta tecnología, que es mínimamente invasiva, más precisa que la convencional y, se supone, conlleva posoperatorios más cortos y menos dolorosos. 

Cirugía General y Ginecología también operan con el robot con regularidad (unas dos veces al mes), pero los cirujanos generales ya han manifestado su intención de aumentar progresivamente el uso y operar más patologías de esta manera. De hecho, según información oficial, empezaron empleándolo en temas colorrectales, a los que ahora han sumado algunas lesiones en el páncreas.

En Otorrinolaringología apenas han hecho una veintena de operaciones robóticas en estos más de cuatro años, pero es la cifra que se manejaba desde el principio. Aunque también se quiere usar en más patología, de momento se emplea para trastornos del sueño con origen en la lengua y para extirpar algunos tumores de cabeza y cuello.

La mayoría de los pacientes intervenidos con esta tecnología son oncológicos, dado que, como siempre se ha comentado, son los que más se benefician de la precisión de los brazos del robot, libre de los temblores de la mano humana o de un posible cansancio. Sobre todo, porque permite limpiar bien la zona afectada por el tumor y, al mismo tiempo, minimiza los riesgos de tocar nervios,  conductos u otros órganos.

Urología empezó utilizándolo para las extirpaciones radicales de la próstata, pero ahora también lo emplea para poder quitar medio riñón en lugar de una extracción completa o para retirar vejigas en pacientes con cáncer. Lo están utilizando unas tres veces a la semana, pero el servicio tiene interés en incrementar el uso. Otra cosa es que puedan hacerlo.

Poco personal acreditado. El HUBU tiene margen de mejora con el Da Vinci (el hospital de Salamanca lo estrenó un mes antes y ya ha celebrado las mil intervenciones), pero también dificultades para poder sacarle más partido.

La primera y más importante es de personal. Hasta finales del año pasado no se palió el déficit de anestesistas -arrastrado desde la llegada del Da Vinci, de hecho- y son conocidos los problemas que ha habido de enfermería en el bloque quirúrgico.

Más allá de esto, hay que tener en cuenta que al frente del Da Vinci no puede ponerse cualquier cirujano, incluso aunque sea un reputado experto en laparoscopia, que también es una técnica mínimamente invasiva. La cirugía robótica está reglada, lo cual quiere decir que hay que cursar una formación específica y hacer un examen en Estrasburgo para acreditarse. El HUBU solo preparó a uno o dos cirujanos por especialidad, por lo que puede darse el caso de Cirugía Pediátrica: el único acreditado se marchó del hospital y no se ha preparado a nadie más, por lo que no pueden usar el Da Vinci, aunque quieran. Fueron pioneros en Castilla y León en utilizar esta tecnología, pero, tras dos cirugías, no la han podido usar de nuevo.

Así que es imprescindible que el hospital autorice la formación de más cirujanos para poder sacar partido del robot, que lo maneja el cirujano acreditado, pero que exige la presencia de otros dos junto a los brazos.