«He tenido sueños comedidos; soy de la posguerra»

ALMUDENA SANZ
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ENTREVISTA | Hace años que Lola Herrera no necesita ninguna presentación y que triunfa en cualquier escenario. Este sábado vuelve a orillas del Arlanzón con 'Adictos'

Lola Herrera (c.) encarna a la científica Estela Anderson en ‘Adictos’, en la que comparte tablas con Lola Baldrich (i.) y Ana Labordeta.

Lola Herrera suena al otro lado del teléfono con una voz clara, rotunda, con la misma seguridad con la que sale al escenario desde hace la tira de años. Y los que te rondaré. Convencida de que tiene una profesión de lujo y de que entre sus 87 años aún asoma la niña que fue, la palabra jubilación no aparece en su diccionario. El éxito la acompaña. Este sábado suma uno más en Burgos. Regresa con Adictos, dirigido por Magüi Mira e interpretado junto a Ana Labordeta y Lola Baldrich. La Fundación Caja de Burgos hace semanas que puso el cartel de entradas agotadas en la avenida de Cantabria. 

¿Cómo se siente una cuando llega a un teatro y otra vez sabe que el patio de butacas estará lleno? 
Se siente una muy bien porque es el placer de compartir con el mayor número de espectadores lo que estás haciendo. Estamos muy ilusionadas con esta función y el público está respondiendo maravillosamente. 

¿Quién es Estela Anderson? 
Una científica que ha dedicado su vida a investigar, le preocupa mucho el bienestar de la sociedad, y ha trabajado en muchos proyectos con la misma dirección: mejorar la situación y la seguridad porque el mundo se ha ido complicando. Pero a veces a lo que tú crees que es lo mejor alguien le encuentra otras utilidades y, precisamente, no para lo mejor. 

Es un montaje que pone en cuestión la sociedad de la información, el uso de la tecnología y las redes sociales. ¿Cómo participa Lola Herrera de esta revolución? 
Participo como cada ciudadano. La tecnología ahora mismo es un progreso impuesto, lo tienes que utilizar forzosamente, no puedes negarte porque te quedas fuera del sistema. Es una dictadura más de las muchas que tenemos. Yo no estoy en contra del progreso, todo lo contrario. Las tecnologías están cambiando la forma de vida, todo, y hay alguien que controla todo esto, que decide por dónde vamos y qué tenemos que hacer. Estas cosas a mí ya no me sientan bien, ya no tengo edad (ríe). 

Adictos enfoca a la pérdida de valores por culpa del progreso. ¿La tecnología nos come el terreno? ¿Somos cada vez menos humanos? 
Sí, sí, estamos a merced de, somos muy dóciles y entramos en el juego a la primera, y encantados. Y todo tiene un precio, de una forma u otra. No sabemos qué hacen con la información que tienen de todo el mundo; los que cortan el bacalao, que no sé muy bien quiénes son, son dueños de nuestras personas, esos poderes nos tienen completamente cogidos por el cuello. 

¿Se ha perdido el punto de rebeldía?
He pasado muchos años bajo una dictadura, éramos el culo del mundo, y era muy difícil hacer cualquier cosa. Ahora que estamos en una democracia podría haber más conflicto en el sentido de más negación a entrar por donde quieren que entremos, pero no hay, sobre todo, una juventud muy dispuesta a eso. Yo voy a estar un ratito más aquí, simplemente me da mucha pena que nos mangoneen, siempre quitándonos un poco de respiro más y metiéndonos en un follón más grande.   

La vejez está desprestigiada cuando es algo natural; vivimos en una sociedad de una frivolidad espantosa»

La obra está escrita por su hijo, Daniel Dicenta, y Juanma Gómez. ¿Cómo es trabajar con la familia?
Apenas he notado que era la familia (ríe). Los autores normalmente no van a los ensayos. Me gusta la temática e incluso pedí a Daniel que buscara ese texto, que escribió para televisión y luego no se hizo. Les animé a que escribieran una función. Las tres mujeres estamos encantadas hablando de algo que nos interesa. 

Las tres mujeres en escena son actrices maduras, en una edad en la que muchas denuncian la dificultad para trabajar. ¿Ha notado esa falta de llamadas por ser mujer y mayor? 
Yo no lo he notado mucho, pero sí he hecho papeles que no me gustaban, que no cuestionaban cosas que interesan a la sociedad, y el teatro debe ser espejo de lo que pasa. Ahora escribe gente muy joven para gente muy joven, para ellos las madres y las abuelas son un coñazo, las que les dicen lo que tienen que hacer y lo que no, y dudo que sepan mucho del mundo de las mujeres, que es apasionante, de muchos silencios, en el que podrían imaginar sobre nosotras lo que quisieran y cuantos más años, más, porque el camino es muy distinto. Pero es algo que ocurre en el mundo. A las actrices a partir de los 40 años las obligan a que modifiquen su aspecto para estar más tiempo en el candelero y es absurdo, porque las arrugas en pantalla también son bonitas. La vejez está muy desprestigiada cuando es algo natural y debería ser absolutamente normal, pero vivimos en una sociedad de una frivolidad espantosa. 

¿Qué le da el escenario para que siga subiéndose a él a una edad en la que todo el mundo solo sueña con estar jubilado? 
Es que hay una inmensa mayoría de gente que trabaja en lo que no le gusta, pero mi trabajo es un lujo, y yo he tenido la suerte de que no me ha faltado a lo largo de mi vida. Y estoy feliz de poder seguir a mis 87 años haciendo lo que más me gusta y con salud para poder estar ahí. Con la cabeza en mi sitio y un cuerpo que se mueve con bastante soltura, tengo los ingredientes necesarios para seguir trabajando en lo que me apasiona. Desde los 18 años que empecé mi forma de vida está definidísima. No sé qué vida me inventaré cuando no pueda subir al escenario, si es que estoy aquí, yo creo que me iré del escenario al otro mundo tranquilamente, sin dar mucha guerra. 

¿Qué pensaría esa joven si se viera ahora? ¿Soñó en algún momento con que se convertiría en lo que es?
La verdad es que yo no me siento nada especial, solo una persona afortunada porque puedo hacer lo que me gusta. He ido haciendo el camino que, como dice el poeta, se hace al andar, sin ponerme metas, sueños, sí, pero no he sido Alicia, he tenido sueños comedidos, soy de la posguerra, de una época donde te ponías límites hasta para soñar, porque estaba todo controlado. Realmente, no me he dado cuenta de que he llegado hasta aquí, ha sido un camino muy largo, pero ahora mismo no me pesa, sino que lo encuentro gratificante a pesar de todos los reveses y el trabajo acumulado en mi persona. 

La tecnología es un progreso impuesto, una dictadura más de las muchas que tenemos»

¿En que esos sueños fueran comedidos también ha influido ser una castellana recia? 
Eso también está en el ADN, porque toda mi familia es castellana, mis orígenes están entre Soria y Valladolid. Todos somos castellanos recios y eso impone carácter. 

En ese largo camino ha interpretado un sinfín de papeles. ¿Qué pasa con esos personajes cuando bajan de las tablas? ¿Queda algo de ellos en la actriz?  
Yo creo que de todos queda algo, aunque no soy consciente, pero todos te enseñan algo, tú les das de ti y ellos te dan. Abren puertas que tú jamás has abierto y no tienes más remedio que ver lo que hay dentro, e indagar, y averiguar, para dar una credibilidad y una verdad a la situación de ese personaje. La verdad es que es una profesión maravillosa y muy terapéutica (ríe), te hace mucha limpieza de coco y es muy sana. 

¿Se queda con ganas de hacer algún papel?
Muchísimos. Siempre repito que la vida de una actriz es insuficiente para hacer todo lo que la hubiera gustado hacer, por eso sigo aquí, con el mismo placer y gusto, más consciente que cuando empecé. Hay una parte de la niña que fui siempre que se ha quedado conmigo, y esa cosa ilusionante la vivo como adulta pero muy, muy, muy con los ojos de la niña. 

¿Y con qué sueña ahora?
Sueño con cosas muy elementales, como ir a los Fiordos con mis hijos. El sueño es despertarte cada día y encontrarte con salud y con la sensibilidad suficiente para ver lo que hay y pasa en tu entorno. Más que sueños hay una preocupación por el mundo en el que vivimos, que es muy tremendo y que me doy cuenta de que no hemos aprendido mucho a lo largo del camino, hay destrucción y una parte de la humanidad está muy deshumanizada. 

La misma noche que actúa en Burgos se entregan los Goya. ¿Qué ha pasado con el cine?  
Hice una película, Función de noche, que quizás valga por 16, y ahí quedará. Pero a mí me gusta el directo, desde que empecé. He hecho pequeñísimas cosas de cine y hace mucho. Las cosas hay que empujarlas y nunca lo he hecho. Yo no me he acordado del cine, pero el cine tampoco de mí, solo como espectadora, que me encanta. Mi pasión es el teatro, ahí he estado toda mi vida y ahí sigo. Y estoy feliz. 

Hay una parte de la niña que fui que siempre se ha quedado conmigo»