La carretera de Sinovas, tumba de animales y temor vecinal

ADRIÁN DEL CAMPO
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Myriam pone voz a las quejas de los que viven al pie de la calzada. Tras perder 10 gatos por atropellos, critica la velocidad a la que pasan los vehículos y asegura que ni la mitad respeta el límite de 50 km/h

Myriam pasea a sus dos perros junto a la carretera de Sinovas, a escasos metros de su domicilio. - Foto: A. del Campo

La carretera de Sinovas, es decir, la BU-910 a su paso por este pueblo ribereño, es uno de esos tramos rectos, que casi parecen un punto más de una calzada provincial, pero que no lo son por atravesar una población, lo que obliga a no sobrepasar los 50 kilómetros por hora; sin embargo, pocas veces se cumple la normativa. Los que viven a pie de esta carretera, en la que hay varias casas construidas a escasos cinco metros de los carriles, sufren ese trasiego constante de coches que saben que es algo implícito al lugar que eligieron para residir, pero lo que no admiten es que quienes circulan a la puerta de sus hogares no respeten la ley. Basta con preguntar a cualquiera de los residentes para que denuncie las altas velocidades a las que pasan los vehículos, infracciones que aumentan el riesgo de accidentes, de atropellos o el ruido de los motores.

Los problemas de la carretera Aranda-Caleruega son uno de esos males que por continuos pasan a un segundo plano, por lo menos para quienes no lo sufren en primera persona. Esto cambió la pasada semana cuando Myriam se encontró a su gato Isidoro atropellado en la cuneta junto a su casa. En ese momento, esta vecina de Sinovas publicó su enfado en redes sociales y luego, animada por otro vecino que había perdido a su perro por el mismo motivo, compartió la queja en un grupo público. Ella matiza que no quería hacer una "denuncia", porque le pueden decir que "quizá no tendría que tener gatos…", pero ese primer paso ha servido para volver a poner de actualidad unas quejas por la velocidad a la que pasan los conductores que "son mayoritarias en Sinovas".

El reciente atropello del gato de Myriam no es una excepción, ya que que este tramo de carretera se ha convertido en una tumba de animales. "Desde que vivo aquí, hace unos 22 años, me han atropellado a unos diez gatos", admite mientras se le escapa un suspiro. Cuenta que nunca quiso gatos porque es difícil retenerlos, más cuando vive al lado de una zona de campo, al otro lado de la calzada, pero su hijo "se encaprichó" y acabó cediendo. El miedo de Myriam se extiende a los perros que también tiene, más que por los animales, porque "provoquen un accidente", y especialmente por su hijo. "Me he pasado 15 años sufriendo porque no cruzara o que no se le escapara el balón…", sentencia.

"El problema es la velocidad a la que pasan los coches, pasan muy rápido porque prácticamente no hay unas medidas de freno, hay unas franjas puestas en la carretera que no hacen que los vehículos frenen. Menos de la mitad pasan a 50. Además el trasiego ha ido aumentando con los años. De madrugada los camiones llegan a asustar, te despiertan y eso que estoy acostumbrada". Por todo ello, Myriam pide que se tomen medidas, propone la instalación de un radar o elevar el paso de cebra en mitad del pueblo con tal de hacer que los conductores pasen más despacio.