La okupación de viviendas constituye un hecho tan grave que no debería formar parte de la nómina de temas que enfrenta a los dos grandes espectros ideológicos de este país, las derechas y las izquierdas. PSOE y PP deberían ir de la mano en la defensa de la propiedad privada, un bien que protege la Constitución Española y que nadie, salvo el propio Estado, puede expropiar, siempre que justifique una utilidad pública y previo pago de una indemnización.

Los populares se arrogan el papel de adalides de los propietarios porque los socialistas se dejan comer un terreno en el que ellos también deberían mostrarse contundentes si conocen un poco a su electorado. ¿Se acuerdan ustedes de las imágenes del año pasado en Vizcaya en las que los vecinos de un octogenario lograron echar a los okupas que se habían adueñado de su casa? Entre ellos no había ninguno con el polo con la bandera de España, la mayoría eran personas de clase obrera que se solidarizaron con su convecino. Y en Burgos, ¿los ciudadanos que recientemente lograron impedir que se colaran en una casa del barrio del Crucero eran todos votantes del PP o de Vox? A buen seguro que no. 

De manera que todos los partidos tienen que ir a una en la lucha contra un fenómeno en crecimiento, también en Burgos. No vale decir que los casos son testimoniales en nuestra provincia, más que nada porque entre 2015 y 2021 se han triplicado (de 13 a 35), según los datos aportados por el Ministerio del Interior. Los robos con violencia e intimidación tampoco abundan, gracias a Dios, y bien que están castigados en el Código Penal, como los robos con fuerza en las casas, las agresiones sexuales o las estafas. Verse desposeído de una propiedad que a uno le ha costado sudor y lágrimas pagar no debe resultar agradable. 

De manera que ¿por qué sale más barato okupar una casa -entre medio año y dos de prisión- que colarse en un piso para llevarse una televisión -de uno a tres años de cárcel, que pueden llegar a cinco en determinadas circunstancias-? Esto no va de dejar tiradas a familias sin sustento económico, a las cuales por supuesto que hay que ayudar, va de poner freno a un fenómeno del que todos pueden ser víctimas, da igual la ideología.