Blanca García Álvarez

De aquí y de allí

Blanca García Álvarez


De gigantillos

29/09/2022

Son veinte peldaños que más que subir, se escalan. Con el luto, asciendo para honrar a mi gran maestro. Él me enseñó siendo una niña a repicar las campanas y, ahora, suenan en su despedida.

«¡Majaaa!», me saludaba siempre el sábado alargando las vocales con la sonrisa. Cuando llegaba el domingo, día de la despedida, él tiraba de la cuerda con fuerza y yo, con las manos unos centímetros más abajo y setenta años menos, hacía una fuerza inhumana a mis ojos y totalmente superflua en la realidad.

Veinte veranos de aprendizajes que se ramificaron en muchos más conocimientos indirectos, siendo quizás el más importante dejarse enseñar por grandes maestros.

«Los hombres dicen que los tiempos son malos, que los tiempos son difíciles: vivamos bien y los tiempos serán buenos. Nosotros somos los tiempos», explicaba San Agustín de una forma más medieval que mi abuelo.

Escribir mi primera columna cuando hemos perdido a Javier Marías, el rey de este estilo, es un cierre digno para su última novela. Ahora necesitamos desenvolver los misterios que nos deja el fin de su trama: qué hacer sin él, a quién leer y, sobre todo, hacia quién mirar.

Nada más ocurrió escribí a mi columnista favorita -acercándome a los mejores-. Quedamos en llevarle flores a su despedida. Juntas, la periodista no publicada y la que sabe volcar lo que sentimos sin que lo hayamos procesado. Ese día, ambas «tocaremos las campanas» por Marías.

Como el momento en el que te descubres en gestos de tu madre o -quizás, peor- te cruzas por el Espolón a otras tres burgalesas llevando también ese vestido blanquiverde. Somos espejo de nuestros referentes contemporáneos y de los que labraron la tierra que ahora nosotros cosechamos. 

Porque mi abuelo omitió una lección: el objetivo de acercarse a los mejores no era copiarles, sino continuar con su legado el día después. No escribiría estas líneas si él no hubiera leído el Diario de Burgos cada día durante 60 años. Ni si Javier Marías o Ángeles Caballero no me hubieran educado para ello.

René Girard diría que somos seres 'miméticos', pero prefiero pensar, como Bernardo de Chartres, que somos enanos a hombros de gigantes. O, en nuestra versión, de gigantillos.

ARCHIVADO EN: Gigantillos, Verano, Novela, Burgos