¡Oh! ¡Socorro! Me ha dado un ataque de 'entrenadoritis' después de dos partidos perdidos y ya me he dejado contagiar del espíritu del aficionado-técnico, principalmente fanático futbolero, que asegura tener en su mano la fórmula secreta para reflotar ese supuesto barco a semihundir que se llama Balonmano Burgos.

No tengo una bola de cristal, pero les contaré lo que veo: un equipo irreconocible. Este no es el conjunto sólido de otros años. No asusta. No enamora. No remata faenas. No se sacude rivales. Desaprovecha oportunidades y cae en la trampa del rival. 

¿Y esto es malo? ¿Izamos ya la bandera del pesimismo? ¿El barco se hunde de verdad?  De momento solo vamos a decir que tiene fugas, que está parado porque no hay viento y que la tripulación no sabe si soplar hacia las velas o construir una tabla más grande que la de Jack y Rose en 'Titanic'. Sea lo que sea, incluso remar, hay que hacerlo juntos, unidos y como equipo. Es decir, entrenar, competir y ganar, sobre todo ganar.

¿Entonces es una crisis? Pues mire, estimado lector, ya no sé si es una crisis, un bache o un mal arranque o si las bajas son suficientes como para justificar estas dos derrotas en casa contra rivales teóricamente directos. Lo que está claro es que usted desde su asiento tiene derecho a hacerse preguntas que, lamentablemente, por ahora no tienen respuesta.

Si yo fuera Nacho supongo que sabría que la de Burgos no es una afición especialmente enfervorizada, tampoco experta, pero que lo mismo que no se levanta del asiento para aclamar tampoco lo hace para criticar, pero duda, y ahora duda mucho.