Un héroe en el corazón de las tinieblas

R. Pérez Barredo
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El misionero burgalés Honorato Alonso cumple 40 años en el Congo, donde todos los años organiza un campeonato de fútbol para jóvenes con el que los aleja de la guerra, la violencia y la miseria. "El fútbol nos sirve para transmitir valores"

Honorato, rodeado de algunos de los muchachos a los que entrena a diario. - Foto: DB

En el rincón más pobre del mundo la única riqueza posible es la esperanza. Lo sabe muy bien el burgalés Honorato Alonso, cultivador de esta virtud, de este estado ánimo desde que pusiera un pie hace ahora cuarenta años en el corazón de las tinieblas que retratara con maestría Joseph Conrad. Cuando este misionero salesiano llegó allí, el país aún se llamaba Zaire y pasaba por ser uno de los lugares más peligrosos y miserables del mundo. Media vida después nada ha cambiado, salvo el nombre: en la República Democrática del Congo se enseñorea la muerte en forma de enfermedades como el ébola, el cólera o el sarampión, de desnutrición por hambre. Y con una continua sensación de violencia latente. Cuando Alonso llegó a Goma, la ciudad del fin del mundo, casi en la frontera con Ruanda, en el país gobernaba Mobuto, dictador corrupto y genocida, cómplice de los hutus en la limpieza étnica que llevó a cabo impunemente el gobierno ruandés. "Yo aquí soy feliz", dice este héroe anónimo al otro lado de la precaria línea de teléfono, que se quiebra cada dos por tres, como si fuese una comunicación de ultratumba, más propia de épocas remotas que del siglo XXI, la era de internet y las nuevas tecnologías.


Natural del pueblo de Rioseras, tiene un hablar pausado, que arrastra con cierto deje francés, idioma en el que se expresa cotidianamente. Honoré, así es como le conocen, y le han conocido siempre, desde que llegó a Goma. Dice que esta ciudad ha cambiado mucho desde entonces. A finales de los años 70 era una urbe de apenas 100.000 habitantes. Hoy, asegura, se acerca al millón y medio. "Cuando llegué a Goma se respiraba cierta paz, cierta tranquilidad. Eso es lo que no tenemos ahora, sobre todo desde el año 93, cuando comenzaron a llegar los refugiados ruandeses", explica. Honorato Alonso se adaptó muy rápidamente a su destino pese a no dominar el francés. Recuerda que le ayudaron mucho dos misioneros españoles que ya estaban allí cuando él llegó. Tras una estancia breve en Ruanda, de vuelta al Congo echó raíces como profesor profesor de electricidad en el Instituto Técnico Industrial que los salesianos tienen en Goma y adonde acude todas las mañanas en una destartalada motoicicleta. En estas cuatro décadas ha formado allí a miles de muchachos (cada curso asisten en torno a un millar) que hoy pueden ganarse la vida de una manera más o menos digna. Fundado en 1955, el Instituto Técnico Industrial de Goma es una iniciativa salesiana que ofrece a los jóvenes desfavorecidos capacitación técnica en electricidad, mecánica, electrónica y mecánica automotriz. Cada año, los estudiantes de entre 12 y19 años se benefician de un curso técnico secundario durante 6 años. Sin embargo, Honorato se ha convertido en una institución gracias al deporte.


Cada tarde, cronómetro en mano, se dedica a entrenar al fútbol a muchachos de entre nueve y catorce años sin oportunidades; niños de la calle, niños soldado, huérfanos y pobres, en su mayoría refugiados que huyeron de la guerra y del hambre. Desde 1981 organiza un campeonato en el que participan más de 100 equipos y alrededor 2.000 chavales. "Calculo que en todos estos años habrán pasado por el campeonato más de 20.000 muchachos", dice como si fuese algo absolutamente normal. Además de una profunda fe en Dios, Alonso cree a ojos ciegas en el deporte como una herramienta maravillosa para educar en valores. "El fútbol nos sirve para transmitir valores; es una escuela en la que se aprende a vivir. El hecho de estar juntos, de respetar normas y reglas, de trabajar en equipo, ha ayudado a muchos chavales a aprender a vivir y a convivir, a ser solidarios y generosos", señala. Cada año se organizan dos campeonatos; el primero, llamado ‘Don Bosco’ va de septiembre a enero; el segundo, llamado ‘María Auxiliadora’, va de febrero a junio. Salvo un año (en 2002), en el que hubo una erupción volcánica y se utilizaron los campos para acoger a los damnificados, se han disputado ininterrumpidamente.


una vida ‘normal’. Nada altera su rutina, a pesar de que, confiesa, viven en un continuo estado de alerta, con la presencia de grupos de rebeldes que hostigan la convivencia. "No hay tanta inseguridad como en los años 90, pero tampoco vivimos en un clima de tranquilidad". Ha vivido de todo Honorato Alonso en estos años. Lo más terrible, asegura, fue la crisis de refugiados ruandeses, las matanzas, las enfermedades derivadas del hacinamiento y la malnutrición. Honorato ha enterrado a víctimas del ébola o del cólera, ha participado en la organización de dispositivos de ayuda humanitaria, ha acompañado siempre a todos los desvalidos que han tenido la suerte de que el burgalés se cruzara en el camino. Él ha vivido todo eso con una naturalidad desarmante, sin darse un ápice de importancia. "Soy muy feliz haciendo lo posible por transmitir todos los valores que encarna el deporte. Y con el deseo de que esos valores calen y se extiendan". Aunque siente que Goma en su lugar en el mundo, Honorato Alonso, que frisa ya los 70 años, visita Burgos una vez cada dos años. "Es una necesidad. Aunque lleve fuera muchos años, es mi tierra, allí está mi familia, allí tengo muchos gratos recuerdos de mi vida". Abomina que le digan que es un héroe. "Soy una persona cualquiera. Llevo una vida normal. No sé cómo pueden verme los que están lejos. Soy un misionero más. No tengo nada de héroe, nada de especial. Doy gracias a Dios, me siento afortunado de haber llegado aquí. Doy gracias a mi familia y a los salesianos. Ha sido una verdadera suerte".