El secreto del valle de Sedano

P.C.P.
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Sedano es, junto con Losa, la única comarca sin síntomas de la epidemia. La dispersión juega esta vez en favor de una zona que gana en salud y pierde la campaña de Semana Santa

El secreto del valle de Sedano - Foto: Alberto Rodrigo

El agua fluye por todas partes. Los frutales lucen rabiosamente hermosos. Las sillas y mesas de la terraza del bar permanecen en la calle, nadie se ha molestado en recogerlas. En el puente de Valdelateja, junto a la iglesia, se concentra tanta belleza y tanta paz que es imposible no cerrar los ojos y pensar que todo es un mal sueño; o sacar la cámara y empezar a fotografiar esta realidad para, al llegar a casa, sobreponerla a la secuencia que lleva visos de encadenarse sin fin, con sanitarios exhaustos de rostros enrojecidos, féretros desfilando por las residencias, familias aterradas frente al televisor y políticos echándose mierda unos a otros. 

Un vecino sale de la cochera buscando cobertura. En la otra esquina del pueblo, Paulino Santidrián se encamina hacia la leñera, hacha en ristre. 92 años envidiables y plenos de actividades, «si no las hay, se las inventa», añade desde el quicio de la puerta su mujer, Catalina, 86 años solo incordiados por las cervicales. Ella «a ratos aburrida», los dos sanos. Un hijo cirujano en el hospital de Cruces les mandó para el pueblo en cuanto olió la crisis. Hace 19 días ya. Rodeados de cerezos, manzanos, perales y una prometedora huerta. la naturaleza sigue su curso.

«Tenemos de todo: nueces, miel...», apunta el nonagenario. De todo menos gente. «En el tiempo bueno demasiada, ya podía haber un poquito más ahora», suspira ella, oriunda de Tablada.

En Orbaneja del Castillo ocurre lo mismo. «Aquí, que somos casi más restaurantes que personas, reservas no nos faltan», apunta Paco. Las neveras están llenas y las cajas registradoras vacías. Perder la Semana Santa en esta zona es prácticamente enterrar el ejercicio entero. Pero la salud está prácticamente garantizada.

«Son los aires puros del Ebro y del Rudrón», apunta con locuacidad Luis Daniel, que trabaja en jornadas alternas con una compañera para atender el Ceas de Valdebezana-Rudrón, uno de los más extensos de la provincia, si no el que más.  Tras realizar una valoración detallada, remitieron a Diputación los casos de 10 familias con necesidades y a través del Banco de Alimentos se han encargado de procurarles víveres, que reparten los bomberos voluntarios. Aquí cada cual tiene su labor, explica en un minúsculo despacho repasado a conciencia con lejía, con un enorme mapa en la pared y papeles sobre la mesa que compendian las vidas de estas gentes. Un señor en una infravivienda que se ha roto una pierna, una mujer delicada de salud que guarda la cuarentena y precisa de asistencia... «Pero no hemos tenido casos de malos tratos ni situaciones graves», comenta aliviado.

Luis Daniel considera que en una población «dispersa y muy envejecida» el virus «haría estragos»y reconoce que la gente «tiene bastante miedo» pero que es, a su vez, ese temor el que les retiene y les vuelve precavidos. Porque aquí, de normal, los gestos cotidianos son opuestos a la reglas de aislamiento social. «Sin querer, en la cola del pan, te pones a hablar con unos y con otros y...», se justifica.

Enfrente, a Alimentación Mari solo entran de uno a uno, pese a que en el cartel permiten 2. Los clientes caen con cuentagotas, porque «antes venían en el autobús a la demanda, que ahora no hay» y el Ayuntamiento, vía alguacil -¡que harían estos pueblos sin esa figura!- se encarga de repartir los pedidos que formulan por teléfono, explica Raquel.
Mientras, al centro de salud -la crisis no ha paralizado los planes de Sanidad y le ha quitado uno de los dos médicos que tenía- llega una madre con un niño. Tienen que llamar al timbre, esperar y ponerse ambos mascarilla antes de entrar. Están contentos de ser, junto con el Valle de Losa- la única zona básica de salud de Burgos libre de sospecha por COVID-19 pero advierten del peligro de que Sedano salga tanto en los medios de comunicación por ese motivo. «Tened cuidado con el efecto llamada», avisan. 

Miedo a la gente que viene de fuera. Lo confirma Luis Daniel. «Tienen mucho miedo a la gente que viene de Bilbao, de Madrid...». Javi es uno de ellos, pero de los precavidos. «No tenía intención de quedarme y llevo ya más de un mes», apunta mientras aprende a lidiar con la mascarilla.

En esta zona se ven menos guantes y protecciones que en la ciudad.Sí las adopta, por motivos obvios, el farmacéutico Ignacio Martínez. En estos días de incertidumbre, la botica es también un consultorio, con muchas dudas sobre los síntomas del coronavirus, sobre cómo se transmite... «Sí que hay algo más de gente, que vino para quedarse y pasar aquí la cuarentena, y ha aumentado un poco la venta de paracetamol. Pero sobre todo hay más consultas», explica tras un protector facial que le ha hecho llegar el Colegio de Farmacéuticos. «Hay miedo, sí» y eso marca también el ritmo del pueblo. «Por las tardes prácticamente no viene nadie, se quedan todos en casa», reconoce. ¿El secreto para estar libres de virus? Se ríe. «Si yo lo supiera... Hay mucha dispersión», aventura.

Blanca Bartolomé y su marido sustentan otro de los pocos negocios que sigue abierto, la panadería de Sedano. El martes les pasaron la cuota de autónomos, a los dos. «Y no ganamos para dos», se lamenta para confesar acto seguido que, aún así, se siente afortunada por un doble motivo. Primero, porque mientras el Gobierno no obligue a cerrar a su gremio, «podremos al menos salvar los muebles», barra a barra y con complementos que antes no tenía, como las suscripciones de DB. Y segundo, porque toda la familia tiene salud, aun sacrificando la distancia con su hijo. «Llevo sin verle 3 semanas. Le dije que se quedara en Burgos y creo que hicimos bien», concluye, no sin antes subrayar el incívico compartimiento de otros «El primer fin de semana fue horrible,. Hacía bueno y había gente paseando, en bicicleta...», hasta el punto de que no pudo por menos que llamarles la atención.

Esos gestos, unidos a las patrullas de la Guardia Civil y a una toma de conciencia generalizada de la gravedad de la situación han reducido los movimientos en el valle prácticamente a cero.Da fe Félix Bernabé Diez, dueño de la estación de servicio Ebro-Escalada. «Ayer (por el martes) no eché gasolina a nadie y anteayer una lata para una motosierra», detalla. Asegura que a él ya le habían avanzado hace años que vendría una crisis muy gorda y que es esta. Por eso lo tiene todo preparado para automatizar los surtidores. «A mí no me pilla», concluye.