Como si hubiéramos ganado

A.G. / Burgos
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Lágrimas y aplausos. Entre la militancia reinó la alegría, el abrazo, la tortilla de patatas, las aceitunas y los pinchos de chorizo

Si se hubiera ganado por mayoría absoluta probablemente la fiesta no hubiera sido muy distinta de la que se vivió ayer en el hotel Corona de Castilla, donde el PSOE quiso concentrar a su militancia para seguir los resultados de las elecciones municipales y autonómicas. Quizás habría habido música o más personas deseosas de abrazar al candidato pero, desde luego, no más sentimiento. Cómo serían de negros los augurios internos de la familia socialista para celebrar como un carnaval el hecho de tener un concejal menos en la legislatura que se inicia el 13 de junio. A pesar de que el siempre sabio Federico Sanz afirmara que era una alegría que se vivía en clave de gobernabilidad.  

Cuentan quienes le vieron entrar que el gurú de la candidatura, Antonio Fernández Santos, llegó cabizbajo y musitando que se temía lo peor, y todo el mundo tembló porque el maestro jubilado es una autoridad y manda mucho. Pero no acertó. Porque Daniel de la Rosa, que no se dejó ver hasta bien entrada la noche, mantuvo el tipo de los siete ediles y las gentes socialistas respiraron. Había que ver a parte de aquella Ejecutiva saliendo de la habitación en la que se dejaron las pestañas frente al ordenador actualizando los datos que llegaban : la secretaria provincial, Esther Peña y el secretario de Organización, David Jurado, tenían más coloretes que Heidi y Marco juntos, por la calor, pero se les veía exultantes.

Y cuando ya De la Rosa salió de ese mismo cuarto aunque un poco menos sofocado -que para eso es el líder y se sabe que los líderes tienen una constitución formidable que ni sudan ni ná- el salón se vino abajo de aplausos. Los primeros besos, para su madre y su esposa, y para sus colaboradores, abrazos. Se colocó delante del micrófono escoltado por Fernández Santos, Mar Arnáiz y Nuria Barrio, agradeció aquí y allá y por un momento los presentes dejaron de darle al diente, porque ya se había hecho tarde y los camareros, apenas unos minutos antes, habían embriagado el ambiente con el olor de las tortillas de patatas recién hechas, pinchos de chorizo, canapés y pica-pica de toda índole. Porque, señores, se puede estar extremadamente feliz por unos resultados electorales pero no hay mayor placer que una cerveza y unas aceitunas cuando no se ha cenado.