Pantallas que unen empresas

L.M.
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Maniplastic y Molteplas, dos industrias burgalesas radicadas en Villalonquéjar, unen fuerzas y conocimientos para diseñar y producir casi 4.000 máscaras protectoras diarias para sanitarios, policías, militares y voluntarios

La unión desinteresada de Molteplas y Maniplastic, empresas ‘vecinas’ del polígono de Villalonquéjar, permite la fabricación de casi 4.000 pantallas al día.

Una de las primeras iniciativas ciudadanas que se pusieron en marcha en Burgos para tratar de paliar la falta de material sanitario vino desde la comunidad de makers de la Universidad de Burgos. Este grupo de amantes de la tecnología, con ayuda de sus impresoras 3D, comenzó a crear pantallas protectoras para los profesionales del HUBU. Ignacio Álvarez, gerente de Molteplas, empresa burgalesa dedica a la fabricación de todo tipo de piezas por inyección de termoplásticos, decidió ir un paso más allá y planteó a estos pioneros la posibilidad de utilizar sus instalaciones, que se encontraban a muy bajo rendimiento por culpa del parón productivo, para impulsar la materialización de este producto, vital para evitar el contacto con los pacientes aquejados de coronavirus y prevenir su contagio.

«Hicimos un molde de inyección que nos permite hacer todos los días, por menos de 3 euros, cerca de 3.800 pantallas», indica Álvarez, que tiene a tres decenas de sus trabajadores voluntarios -el resto están en casa- fabricando estos protectores en 3 turnos las 24 horas. «Tuvimos que adaptar el 50% del diseño que ya tenían preparado, y desde el jueves 26 empezamos a inyectar», admite. En su planta del polígono de Villalonquéjar nace la diadema que se ajustan sanitarios o fuerzas y cuerpos de seguridad delEstado, pero carecen de material y elementos para las pantallas de acetato. Es por ello que se le ocurrió plantearle la posibilidad de unir fuerzas con Patricia Cob, gerente de Maniplastic, compañía vecina dedicada a la manipulación y transformación de plásticos técnicos. «Hemos hecho los formatos para que nuestros modelos se adapten perfectamente a sus viseras. Tenemos la capacidad de sacar mucha producción cada día con un coste de apenas unos céntimos», indica Cob. Su planta sigue en funcionamiento produciendo para actividades esenciales como los hospitales o empresas de electromedicina como mamparas o pantallas anticontagio. «Nos hemos reinventado un poco, estamos creando productos que ahora pueden ser útiles pero que antes no fabricábamos», asegura.

Los dos empresarios admiten que, en esta época de crisis, están notando cómo todos sus compañeros del polígono arriman el hombro y tratan de aunar fuerzas para detener, cada uno con sus medios, el avance del virus o tratar de facilitar el trabajo de los sanitarios. «No podíamos obligar a los empleados pero se presentaron varios para venir a hacer las viseras.Nos sorprendió gratamente su implicación, ya que no podíamos obligarles a trabajar una vez cerrada la empresa», recuerda Álvarez. Esta es una de las cientos de historias que a buen seguro está dejando esta crisis mundial, y que está mostrando lo mejor de la sociedad.