Martín García Barbadillo

Plaza Mayor

Martín García Barbadillo


Dos señoritos

18/04/2022

La historia es bien conocida. Un par de tipos elegantes autoproclamados empresarios, aprovechando los contactos de uno y el morrazo del otro, colocaron al Ayuntamiento de Madrid, en lo peor de la pandemia, una partida de mascarillas (encima malas como la carne de pescuezo) embolsándose por ello una comisión salvaje que ahora investiga la Fiscalía Anticorrupción. Está por ver si alguien más les acompaña en ese camino judicial.

En la operación, estos emprendedores se llevaron un buen botín, como de seis millones de euros. ¿Y qué hicieron con la pasta? Pues gastársela como unos horteras de los buenos, tipo el personaje de Javier Bardem en Huevos de oro: Rolex a pares, Mercedes a pares, Aston Martins a pares, un pisazo y un yate convenientemente matriculado en Gibraltar. Imagino que si iban a un restaurante pedirían percebes por kilos y vino por cántaras, como se hacía antes en los pueblos de Castilla (lo del vino, claro, los percebes eran desconocidos). Con lo finos que parecían...

El pastel lo destaparon, curiosamente, los bancos, mosqueados por el aumento injustificado de dinero en las cuentas del dúo. Y al final les ha pasado como a ese tipo de conductores a los que da el alto la Guardia Civil para soplar, dan positivo y al chequearlos resulta que además tenían el carnet retirado, la ITV sin pasar y circulaban sin seguro. Estos igual, la Fiscalía les acusa de estafa (obvio),  blanqueo (por los juguetitos que se compraron) y falsedad documental (uno de ellos presentó papeles falsos para hacerse pasar por agente exclusivo de una empresa malaya). El otro puede sumar además un delito extra, alzamiento de bienes, porque le han ido a embargar y en sus cuentas solo quedaban 247 euros. Puro (presunto) lumpem.

Pero lo mejor de la historia, con mucho, es lo que ha descubierto uno de estos señoritos, ese es el tratamiento adecuado, al explotar la historia. Resulta que en teoría iban a pachas y tocaban a un millón de euros por cabeza. Pero, en realidad, a su amigo la Fiscalía le acusa de haberse llevado casi cinco.  ¡Oh! ¡Qué feo! Al parecer el listo de la pareja se la clavó al Ayuntamiento ¡y a él también! Ya no se puede fiar uno de nadie, no hay honor ni palabra. Se le quitan a uno las ganas de emprender. Yo, en su lugar, correría locuaz a la Fiscalía, es lo que merecen los tipejos que rigen su vida sin códigos ni principios, y así de paso nos da un poco de diversión al populacho. Salud y alegría.