Costumbres de un estilo de vida muy diferente

JUNIOR VIEIRA
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La colección de fotos cedida por la familia Cantero pone rostro a los mirandeses de principios del siglo XX. Sus trabajos y aficiones han cambiado a lo largo de estos cien años. La religión ocupaba buena parte de sus vidas y las colas en las iglesias

El antes y el después de varios rincones de Miranda de Ebro.

El estilo de vida de los mirandeses de principios de siglo dista mucho de lo que conocemos hoy en día. Las alrededor de 7.000 personas que poblaban las calles de la ciudad alrededor de 1904 y 1905 se caracterizaban por trabajar en oficios como la ganadería o la agricultura, un fuerte fervor religioso, su afición por las corridas de toros o la característica ropa que vestían y que se aleja mucho de los estándares de hoy. 

La colección de cristales fotográficos que la familia Cantero donó al Ayuntamiento refleja fielmente como era la vida de por aquel entonces. Feliciano Cantero, autor de las mismas, consiguió inmortalizar unas costumbres que se alejan mucho del ajetreo que vive hoy Miranda. Ahora todo el mundo puede observar y estudiar como vivía la gente de entonces y como la ciudad ha evolucionado hasta lo que se ve hoy en día. Carlos Díez, archivero municipal, se ha encargado de su estudio. 

El carácter alegre de los mirandeses no ha cambiado a lo largo de estos años, pero sí algunas de las celebraciones. «Desde la Edad Moderna que es donde más documentación hay, se hablan de las corridas de toros en la Plaza España. Incluso se ampliaba porque no cabían», explica Díez. La imagen muestra a la gente abarrotada durante las fiestas patronales de septiembre. Vecinos de la ciudad y de localidades próximas dejaban el miedo a un lado y se ponían delante del toro. Destacaba sobre todo el tancredo, «una figura que generalmente se vestía de blanco y permanecía durante las corridas inmóvil en el centro de la plaza para ver si el toro la pillaba o no», cuenta el archivero, quién añade que «lo único que había en toda la Edad Moderna y Contemporánea hasta el siglo XX eran fuegos artificiales y corridas de toros».

La carretera que hoy en día se observa en la entrada de la ciudad por la calle Aquende no era más que caminos de tierra a principios del siglo XX. Comerciantes y viajeros se sumergían en la ciudad con sus carretas y productos. En la instantánea destaca sobre todo la presencia de dos mirandeses encima de la rampa que sube hacia La Picota. La buena calidad de la imagen permite ponerles cara. Al fondo se observa la iglesia Santa María, ya en el centro de la parte vieja de la ciudad. Sobre los edificios que se ven a la izquierda «son las fábricas de harinas que había», explica Díez. 

La propia iglesia de Santa María de Altamira ha sido un punto neurálgico en la ciudad durante todos estos años. Construida en el siglo XVI, está dedicada a la patrona de la ciudad. Como refleja uno de los cristales, la gente se agolpaba y hacía innumerables colas para poder acceder a la misma. Este edificio se convertía en un punto de encuentro para cientos de mirandeses. O bien iban a misa o bien visitaban la tumba del Chantre, cuyo cuerpo permanece a día de hoy en el interior del mismo. La imagen refleja que la iglesia apenas ha cambiado en estos últimos 100 años. Sin embargo, un incendio en 1936 acabó con buena parte de su patrimonio artístico, entre los que se encontraba su retablo.

Una de las fachadas laterales de la iglesia San Juan da a la conocida como Plaza del Mercado. En la fotografía tomada por Cantero se ve como esta zona era «la plaza más importante de la ciudad», explica el archivero. Anteriormente este espacio estaba lleno de edificios construidos sobre soportales, estructuras sobre columnas. Los mirandeses utilizaban su parte exterior como punto de descanso para los caballos o almacén de los productos que traían en carretas. Todo estos «se queman en 1913 con un incendio. Entonces se quedan sin construir y se hace cargo el Ayuntamiento», cuenta Díez. 

La calle La Cruz se encuentra situada próxima a uno de los laterales de la iglesia y su aspecto es parcialmente diferente al de la época. Las casas donde vivían mirandeses y mirandesas hoy se han convertido en el actual teatro Apolo. Sobre unas calles aún empedradas, mujeres y hombres paseaban hacia unos edificios del fondo que todavía existen. A la izquierda se puede apreciar uno de los contrafuertes de la iglesia, cuyo aspecto permanece completamente similar al que se observa a día de hoy.