Las fiestas de Altamira pisan la calle

Ó.C.
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Los hosteleros vuelven a las 'txosnas' en una edición en la que retorna la normalidad, por lo que esperan recuperar la actividad prepandemia. Las casetas regresaron en 2016 y unos años después están plenamente asentadas en el programa festivo

El bulevar de la calle Cantabria vivió sus primeros conciertos en la jornada inaugural de los cinco días de fiestas. - Foto: Jesús J. Matías

Las Fiestas Patronales arrancaron con el pregón y el cohete anunciador. Miranda se vistió con los trajes de gala, pero la preparación comenzó antes en otros lugares. En el bulevar de la calle Cantabria el escenario de los conciertos estaba erguido desde hacía días y el miércoles comenzaron a colocarse las txosnas. En ese punto de Anduva la celebración pisa la calle como en pocos rincones, sobre todo desde que la ciudad recuperó las casetas en 2016. Desde entonces, los mirandeses las incluyeron rápidamente entre los pasatiempos señalados, lo que evidencia que la apuesta salió cara. «Al final tratamos de dar a la gente la fiesta que se merece. Nosotros estamos aquí para trabajar y ellos para disfrutar», afirma Daniel Nunes, de La Madre.

La Asociación de Hosteleros está detrás. «Aquí se conjugan las ganas de pasarlo bien en un espacio distinto y además trabajamos lo mejor posible para dar un buen servicio», recalca el presidente de esta agrupación, Pepe Rey. El colectivo lleva el nombre de la patrona, Altamira, y quizás por eso apostaron en 2016 por este regreso. No pudo copiarse el modo en el que se colocaban durante la década de los 80 y 90. Aquella época pasó y los hosteleros cogieron el testigo, aunque con dudas. 

De hecho, Rey recuerda que «el primer año nos costó mucho salir  y tuvimos incluso que rogar que se montaran porque salir fuera de tu casa es un hándicap y más cuando no tienes ni idea de cómo va a salir». Pero la respuesta tras unas pocas ediciones despejó todas las incógnitas y ahora muchos quieren instalarse. El problema reside en la ampliación, dado que «está complicada porque el Ayuntamiento considera que es mejor así para que no se descontrole la situación», matiza Rey, ya que también hay que conjugar el disfrute de algunos, con el descanso de los vecinos.

Sobre esta edición, repetirán fórmula con música en directo, hecha por grupos de la ciudad, para completar lo que se hará por parte del Ayuntamiento en el escenario principal. Eso acerca la inversión hasta los 16.000 euros a pagar entre los participantes. «Nosotros también organizamos actividades con grupos y DJ's», sostiene Verónica Ayuso, del Meraki, que remarca que de esta manera consiguen atraer más público a la zona. 

Una de las dudas estaba en el tiempo, un factor determinante para las actividades de calle. «Hemos hecho el plan de trabajar como en 2019, que fue muy bueno», reconoce Ayuso. Junto a ella, en la txosna de La Madre admiten que miran mucho al cielo para saber cómo puede ir la noche, pero «parece que todo va sobre ruedas y esperamos que sea como antes de la pandemia, por lo que queremos es trabajar bien y obviamente que los números sean bueno», apunta Nunes. En el Bocca indican sobre la planificación que «hacemos una estimación que luego es muy variable, y esperamos que sea como en 2019 porque en otras ciudades ha ido bien», resalta Carlos Alonso.

Más allá de los días previos todos trabajan con la previsión de que el público acuda en masa. «La verdad es que viene mucha gente», reconoce Alonso, y Nunes valora que la apuesta de hace unos años «está más que consolidada y además es bueno para que haya más actividades y creo que somos un punto importante para el público y para eso trabajamos».

Ayuso puntualiza que «es diferente al bar porque hay otro ambiente. Merece la pena, pero se trabaja mucho, antes, durante». En las txosnas reconocen ese extra que tienen que dar, ya que «la preparación casi es más pesado que luego atender al público», sostiene Alonso y confiesa que «hemos cargado todas las cámaras para luego ver qué va pasando día a día, pero tenemos más si hace falta». 

Además todos mantienen sus negocios abiertos, por lo que hay que buscar camareros, lo que no siempre es fácil. «Sucede un poco como con San Juan del Monte», matiza Rey, que incide en las necesidades que tiene el sector en cuanto a la mano de obra, lo que hace «que tengamos que tirar en muchos casos de conocidos para poder trabajar».