Bajas, informes de salud, certificados de defunción, analíticas, electros, informes de discapacidad, de prestaciones de sillas de ruedas y andadores, ingresos en residencias, recetas y consultas 'perdidas' en atención especializada, certificados para el carnet de conducir, informes sobre embarazos de riesgo, certificados de vacunación, justificantes de PCR o de pruebas de antígenos, justificantes para las cosas más diversas como llevar un traje de neopreno a la piscina, certificados para oposiciones, recetas de Muface... Este es apenas un pedazo de la lista de las múltiples tareas que tiene que realizar un profesional de la Medicina de Familia, además de ver, tocar y escuchar a sus pacientes, lo que para la inmensa mayoría de ellos es un lastre que les acorta el tiempo de la labor asistencial, de formación, docencia e investigación.
No es la primera vez que lo han puesto de manifiesto y que se han quejado de ello pero pasa el tiempo, se suceden diferentes equipos en la Consejería de Sanidad y, en lo esencial, nada cambia. José Herrero, vicepresidente del Colegio Oficial de Médicos, que lo vive en primera persona porque es médico de Familia del centro de salud Comuneros, asegura que en todo el papeleo que requiere la atención médica se le va entre el 70% y el 80% del tiempo: «Es una estimación subjetiva -aclara- pero es totalmente ineficiente el tiempo que tenemos que dedicar a tareas repetitivas y que no aportan ningún valor añadido, sobrecargando la actividad asistencial y desmotivando al personal médico».

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