Los vigilantes de las águilas reales

B.A.
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Luis Miguel Ansola y Javier Lamas llevan 40 años observando estas aves en Burgos. Los datos recogidos han sido traducidos en un artículo en la revista Journal of Zoology, escrito por Jacinto Román, Alberto Fernández, Eloy Revilla y Miguel de Gabriel

De izquierda a derecha: Eloy Revilla, Luis Miguel Ansola, Javier Lamas, Alberto Fernández, Juan Ángel de la Torre y Jacinto Román, miembros del equipo investigador. - Foto: DB

En 1982 Luis Miguel Ansola descubrió su primera pareja de águilas reales. De origen vasco, había aterrizado dos años antes en Burgos, de donde es su mujer. Comenzó a salir al campo y a observar, conocer especies y también a otros aficionados, como Javier Lamas. Y así fue como se inició en el estudio de estas rapaces hace cuatro décadas. «Alberto Hernando, gran conocedor de los buitres y de las águilas, me introdujo en este mundo. Empezamos a salir cada fin de semana a buscar parejas, fuimos conociendo más pájaros y apuntando datos», explica el aficionado, que enseguida entabló contacto con otros amantes de la naturaleza y de las aves. 

Durante este tiempo Luis Miguel Ansola y Javier Lamas han realizado un trabajo de campo exhaustivo, descubriendo y siguiendo la evolución demográfica de las parejas de águilas reales en toda la provincia. «A partir de 1990 fue cuando comenzamos a registrar los datos con mayor precisión», puntualiza el investigador, médico ya jubilado, que detalla que entre otras cosas anotaban el lugar donde se encontraba el nido, si se echaban o no, si sacaban pollos y cuántos de ellos habían salido adelante... Una cantidad ingente de información, sin precedentes dado el periodo de tiempo analizado y el volumen de los datos recogidos, que ha servido para redactar el artículo Dinámica poblacional de depredadores apicales en recuperación: águilas reales en un paisaje mediterráneo y que se ha publicado en la prestigiosa revista científica Journal of Zoology. Un texto escrito por Alberto Fernández, Jacinto Román, Miguel de Gabriel y Eloy Revilla, del departamento de Biología de la Conservación de la Estación Biológica de Doñana, CSIC, que han dado valor a toda la documentación aportada ofreciendo un trabajo muy interesante. 

Entre las conclusiones que aporta este estudio, que se ha basado en los datos recogidos entre 1990 y 2017, se observa la evolución del número de parejas de águilas reales en Burgos, una de las provincias que presenta un mayor número de las mismas. «En los últimos 30 años se han duplicado, se ha pasado de unas 37 a 78», explica Jacinto Román, que recuerda que en los años 70 y 80 estas rapaces sufrieron una gran presión por parte de los humanos. «Incluso se pagaba por matarlas», comenta el biólogo, que recuerda que hoy en día se trata de una especie protegida.

El estudio también aporta información sobre sus hábitos reproductivos, donde crían mejor. «Las pocas parejas que quedaron se refugiaron en zonas más abruptas, la mitad norte de la provincia y algo en el Valle del Arlanza y sitios puntuales de la Sierra de la Demanda. Sobrevivieron allí, alejados del hombre, pero se ha observado que esos lugares no eran los más óptimos para la cría. Han ido colonizando otras zonas, de cultivo de cereal, en el suroeste de la provincia, donde están procreando mejor», afirma Román. 

Respecto a su reproducción y las zonas donde la llevan a cabo, Ansola incide en que en la zona norte de la provincia han volado muy pocas crías este año. «El número se mantiene gracias a lo que ponen las nuevas parejas que han sido surgiendo. Hemos visto que la productividad ha disminuido, que salen menos pollos adelante, y es una tendencia», recuerda el aficionado, que ya aportó datos sobre estas aves en la provincia para la realización de un censo a nivel nacional. 

Forma de trabajo. Recoger tal cantidad de datos obliga a hacer un seguimiento de las parejas continuo, pero siempre con una premisa, la del respeto, la de no interferir en su vida, que no noten la presencia humana ni se sientan observadas. «Hacemos varias visitas a la zona, ya tenemos nuestros lugares, a veces nos quedamos a un kilómetro del nido. Cada año intentamos mirar todas las parejas que ya conocemos y también ampliamos conocimiento sobre parejas nuevas», señala Javier Lamas, maestro industrial y buen conocedor del Valle de Mena y Las Merindades. Y es que se acercan en enero y febrero, cuando comienzan el celo y aportan material a los nidos; en la segunda semana de marzo a observar si están echadas y si es así, regresan a los 45 días para ver si tienen cría; y después para comprobar si han volado esas crías, si han salido adelante o fracasado. 

Hasta ahora no existía información sobre las dinámicas poblacionales de este especie protegida, sin embargo, como detalla Jacinto Román, gracias a la aportación de este estudio se podrán establecer medidas de protección para estas aves, «herramientas que nos permitan seguir conservándolas a largo plazo». 

Y mientras, ellos las siguen vigilando. Otro de los retos, y en el que estás inmersos es el de conocer más a cerca de sus hábitos alimenticios. «En el norte están sobreviviendo gracias al consumo de crías de corzo, mientras en el sur lo hacen de perdices, liebres o conejos».