El milagro 'azzurro'

Diego Izco
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La escuadra de Mancini ha pasado de quedarse fuera en Rusia'18 a conquistar la Eurocopa

El técnico transalpino ha cambiado la cara de su equipo desde que llegó al banquillo. - Foto: CLAUDIO GIOVANNINI

U n frío 13 de noviembre de 2017 en San Siro las banderas quisieron ondear a media asta e Italia entera hubiese preferido dormir el 14 entero: la selección se quedaba fuera del Mundial de Rusia. Fue una repesca traicionera ante Suecia, un 1-0 en la ida y una vuelta desesperante en Milán: 27 disparos locales sin el premio de las redes. El 0-0 final certificaron la gran sorpresa, el público pitaba con rabia y Buffon, que se quedaba sin su sexto Mundial, lloraba con amargura. Por si faltaba poco, era lunes. 

Casi cuatro años después, Italia es la mejor selección del planeta: actual campeona de Europa y dueña de la mejor racha de la historia en el fútbol de selecciones, los 36 partidos sin derrota (‘Risultato utile’, llaman ellos a ‘cualquier cosa’ que no sea perder) que superaron a los 35 logrados anteriormente por Brasil y España. El pasado 10 de septiembre se cumplieron tres años desde el último resultado adverso, un 1-0 ante Portugal en la Liga de Naciones. 

Roberto Mancini es el ideólogo del milagro ‘azzurro’. O, para apóstatas, el diseñador de la catarsis o la regeneración más precisa en la historia del fútbol moderno: el técnico de Iesi, a sus 56 años, puso en marcha una revolución silenciosa pero altamente efectiva. En el fondo, ‘solo’ se trataba de adecuar el potencial transalpino al fútbol moderno. 

Echar la vista atrás hacia el fútbol italiano provoca una extraña mezcla de nostalgia y repulsión. Lo primero, por aquellas enormes pancartas reclamando ‘Catenaccio’ desde la grada. Lo segundo, precisamente por eso: el amor incondicional a un estilo ultradefensivo, poco vistoso, rancio y teledirigido hacia el 0-0. Hoy la Serie A ha evolucionado más que ninguna octra competición. De las cinco grandes de Europa, es la Liga en la que más goles se marcan por partido, una media de 3,06 por los 3,03 de la Bundesliga, los 2,8 de Francia, los 2,7 de la Premier o los 2,4 de España. 

El cambio en el fútbol italiano ha tenido reflejo en la selección: el rigor defensivo de siempre mezclado con la capacidad de generar partidos a tumba abierta de la modernidad. Futbolistas como Barella (Inter, 24 años) o Chiesa (Juventus, 23) devoran el césped con fiereza, recorren kilómetros con inteligencia y su concepto del juego de equipo adapta a Italia a los nuevos tiempos: ritmo vertiginoso, descaro, verticalidad…  

campeones. Los futbolistas de 100 millones estaban en otras selecciones, pero Italia tenía el mejor equipo. Un ejemplo: el Chelsea de Tuchel, campeón de la Champions el pasado curso. Una plantilla soberbia a la que había que ponerle argamasa para que funcionase en bloque; el técnico alemán lo hizo, tal y como Mancini lo ha hecho con una Italia que apenas comete fallos, que presiona con intensidad la salida del esférico y que intenta ser protagonista con el balón, algo que ha conseguido en todos los partidos de su inmaculada racha excepto en uno: el que disputó ante España en las semifinales de la Euro’21 (71 por ciento de posesión para los españoles). 

En aquel once que fue incapaz de ganar a Suecia y llevó la desazón a todo el país tetracampeón del mundo estaban Bonucci, Chiellini, Jorginho e Immobile. También Florenzi y Belotti. Los seis disputaron hace 85 días la final de la Eurocopa (1-1 ante Inglaterra, 3-2 en la tanda de penaltis), los cuatro primeros también como titulares: a veces las revoluciones no necesitan destruir todo lo que había, sino corregirlo. En dos pinceladas magistrales, Italia ha recuperado todo el prestigio que perdió el lunes más doloroso en 60 años. 

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