La jueza aleja de sus casas a todos los adolescentes que agreden a sus padres

I. Elices / Burgos
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Condenas didácticas. Las medidas que impone a los menores son de convivencia en centro educativo o el internamiento en régimen abierto o semiabierto.

Muchos ciudadanos asisten estupefactos a las imágenes del programa Hermano Mayor -que hasta esta temporada presentaba el famoso exwaterpolista Pedro Aguado-, en el que chicos y chicas adolescentes maltratan sin piedad a sus padres. La sociedad ha conocido el fenómeno de la violencia intrafamiliar gracias a la televisión, pero hay familias que llevan soportando las vejaciones, los insultos y los golpes de sus hijos desde hace años.  

La jueza de Menores de Burgos, Blanca Subiñas, lleva años alertando del aumento de este problema. Durante este ejercicio (con datos hasta octubre) el número de casos que han llegado a su juzgado  asciende a 12 -más dos expedientes abiertos a jóvenes reincidentes-, 8 menos de los 20 que enjuició en 2014 y los 20 que también resolvió en 2013, aunque todavía no ha terminado 2015.

Cuando un padre o una madre  denuncia a su hijo ante el juzgado es que «la situación ha llegado al límite, ya no pueden aguantar más», explica la magistrada. Pese a la contrariedad de los chavales al creerse traicionados por sus progenitores, el 99% de las sentencias son de conformidad. Es decir, el o la adolescente llega a un acuerdo con la Fiscalía para cumplir una determinada medida. Eso sí, las penas son duras. Siempre entrañan la salida de la casa familiar del hijo o hija violento. La condena que más impone es la de convivencia en centro educativo, pero también el internamiento en régimen abierto o semiabierto.

Los casos que llegan al Juzgado de Menores son la punta del iceberg de un problema que cada vez aqueja a más familias. Se trata de las agresiones más graves, aquellas que terminan en juicio y con la aplicación de medidas de castigo para los culpables. Los conflictos leves permanecen intramuros de los domicilios. Y hay muchos padres que, incluso padeciendo ataques continuos, todavía no se atreven a denunciar, «porque supondría reconocer que han fracasado en la educación de sus vástagos». «Existe una gran bolsa negra de casos que no se denuncian», afirma la magistrada, de ahí que reste importancia al hecho de que este año haya bajado el número de expedientes abiertos.

Blanca Subiñas, la titular de este tribunal, considera que muchas veces los «padres no tienen responsabilidad en el comportamiento de los hijos». Quienes acuden al juzgado, lo hacen tras años de ser víctimas de tortazos, empujones, etc. La mayoría de los padres «aguanta y aguanta» hasta que ya no pueden más. «Es que se trata de denunciar a un hijo», sostiene la magistrada, quien advierte de que «muchos chavales solo reaccionan ante medidas severas de castigo, conscientes de que son incapaces de no usar la violencia para resolver los conflictos que tienen con sus padres».

 La Junta de Castilla y León es la que se encarga de aplicar las medidas contra los chavales. Si se decreta el alejamiento de los padres, el Servicio de Protección de Menores de la Administración Regional debe enviar al chico o a la chica a un centro en el que viva durante esa temporada. Si decide una medida de convivencia en grupo educativo, del mismo modo, acaba lejos de sus padres, lo mismo que si la medida es de privación de libertad.

Durante el periodo de cumplimiento de estas «penas», el Juzgado puede suspenderlas de manera temporal «para iniciar etapas cortas de convivencia con los padres». Salidas acompañados por un psicólogo, estancias de fin de semana en la casa familiar, etc. La jueza no conoce ningún caso de padres que no quieran que sus hijos vuelvan a casa. Y casi todos acaban regresando.

En el caso del maltrato familiar  «no hay diferencia de sexo», indica Subiñas. La mayor parte de los adolescentes que pasan por el juzgado de menores son varones, más del 80%. Agresiones, daños al mobiliario urbano, hurtos, robos, son  faltas y delitos que, por lo general, se circunscriben al género masculino. Sin embargo, hay un fenómeno, el de la violencia intrafamiliar, en el que los números se igualan, y son tanto chicas como chicos (al 50%) los que agreden -física y psicológicamente- a sus padres y hermanos. Este año, de los 12 casos que ha atendido este órgano 5 corresponden a chicas. «Es más, en ocasiones ellas muestran una actitud más recalcitrante que ellos», asegura la jueza.

Asimismo, en algunos casos reproducen patrones que ven (violencia del varón contra la mujer o contra ellos), son muy hedonistas (consideran que tienen derechos, pero no obligaciones), consumen alcohol o sustancias prohibidas y una minoría tiene problemas mentales o psicopatologías. La víctima del maltrato suele ser la madre.