El Espolón

MARTÍN G. BARBADILLO
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HEMEROTECA | "Casi se puede decir que la ciudad es lo que rodea al Espolón. Es el meollo total. Un lugar de paseo donde se cruza todo el mundo los fines de semana (...)"

El Espolón ahora es un lugar de paseo donde se cruza todo el mundo los fines de semana. Además, de alguna manera, forma parte de la memoria sentimental de los autóctonos. - Foto: Christian Castrillo

Usos y costumbres; glorias y miserias; tradiciones y mitos burgaleses explicados a un neófito.

¿Qué es? Un paseo, 'EL' paseo con mayúsculas de esta ciudad.

Edad. Se empezaron a hacer cosas a finales del siglo XVIII, así que es más que bicentenario.

¿Dónde está? Casi se puede decir que la ciudad es lo que rodea al Espolón. Es el meollo total. Arranca, o termina, según se mire, en el Teatro Principal y llega al Arco de Santa María. Al caminarlo se pasa por la Diputación, el Casino, la parte trasera del Ayuntamiento, el Consulado del Mar y, justo antes del final, se ve la catedral delante de las narices. Y todo paralelo al río.

¿Qué aspecto tiene? No deja de ser una calle con una sola acera, junto al río, así que tiene un aire de malecón sin mar. Está bonito. Muchos edificios tienen miradores y ser la zona de postín de la ciudad se nota en las construcciones. Para mí tiene un aire francés; hay un buen montón de estatuas, fuentes, templete y, por supuesto, los árboles. El pasillo central está jalonado por dos filas de plátanos que entrelazan sus ramas, que son su imagen de postal o selfie en estos tiempos. El conjunto responde a la idea de sofisticación y refinamiento que podían tener las clases dirigentes de una ciudad como esta en los dos últimos siglos.

¿Y qué fue antes ese lugar? Curiosamente, una carretera, la que unía Madrid con Francia, una especie de A-1 de la época. Los ciudadanos se acercaban allí a practicar el entretenido ejercicio de ver pasar las carretas. En 1712, al derribarse las murallas de la ciudad (que pasaban por allí) se construyó también un jardín, para disfrutar más a gusto del espectáculo. Y luego la cosa creció: en la Guerra de Independencia los franceses saquearon la tumba del Cid y, otros franceses más escrupulosos, erigieron un monumento y lo colocaron en El Espolón. En 1835 se prohibió el paso de carruajes, siendo un punto pionero en la peatonalización. A lo largo del siglo XIX se establecieron los cafés elegantes y el lugar cobró sus aspecto de paseo de novela de Clarín.

¿Y después? Pues más de lo mismo, el lugar en el que estar. Hay infinidad de fotos antiguas de, por ejemplo, la Guerra Civil, cuando la ciudad multiplicó sus habitantes, con las terrazas llenas de los variopintos personajes que cayeron por aquí: convencidos, reporteros internacionales, diplomáticos, militares, espías y todos los que querían medrar con el nuevo régimen. Todos como pinceles, por supuesto. De esa época hay fotos de desfiles que hielan la sangre.

¿Qué se hace en el Espolón? Obviamente, pasear, en el sentido clásico. Andar sin un destino y sin otro propósito que encontrarse, ver y ser visto. Aunque el asunto ha tenido sus códigos: como este periódico ha publicado en varias ocasiones, en otros tiempos había una especie de apartheid en este paseo, con lugares más o menos asignados a cada clase social. Cuanto más baja, más cerca del río. Puro Clarín. Ahora es un lugar de paseo donde se cruza todo el mundo los fines de semana. Además, de alguna manera, forma parte de la memoria sentimental de los autóctonos.

¿De la tuya también? Claro. Recuerdos de infancia sobre todo. Al Espolón se iba vestido de domingo, de paseo con la familia y uno se la pasaba saltando por las fuentes y esperando que le cayese un barquillo que vendían un señor y una señora muy mayores o un helado. Lo recuerdo muy grande y siempre muy lleno, pero ya sabes que la memoria es en gran parte elaboración posterior.

¿Ahora tiene vidilla? Ha estado unos años muerto; cerraron muchos comercios tradicionales y decayó. Pero de un tiempo a esta parte se está llenando de bares y terrazas... y de turistas. Al final, sucede como en infinidad de lugares del mundo y el centro de las ciudades adquiere un aire de parque temático. Los fines de semana está hasta la bola, pero si puedes pasea una mañana de entresemana de invierno; está vacío. Como está orientado al sur, si la mañana se presenta soleada, es un placer.

Suena bien. Sí. Hace algunos años un equipo de la televisión surcoreana vino a hacer un reportaje sobre ciudades verdes del mundo y les alucinó. Así que no te extrañe cruzarte con asiáticos bajo los plátanos.

Los saludaré. Correcto, y puedes sentarte a charlar con ellos en un banco, aunque si es primavera o verano lo tendrás difícil, porque tienen lista de espera.

Si quiero parecer integrado... Recórretelo varias veces arriba y abajo un domingo por la mañana, saludando con profusión.

Nunca, nunca, nunca... Lo uses como lugar de paso; es otra cosa.