La estética copa las aperturas comerciales en Aranda

L.N.
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Los últimos estrenos de negocios tienen como protagonistas a mujeres de unos 30 años que han decidido emprender y apostar por labrarse un futuro en su tierra

La estética copa las aperturas comerciales en Aranda - Foto: L.N.

El sector de la estética acapara las aperturas comerciales que se han registrado recientemente en Aranda de Duero. Al calor de una creciente demanda, el grueso de los nuevos proyectos que ven la luz está formado por peluquerías, salones de manicura y centros de belleza, especialmente en el centro de la capital ribereña.

En líneas generales, las impulsoras de estos nuevos negocios son mujeres jóvenes, de entre 27 y 32 años, que han decidido trabajar por su propia cuenta y labrarse un futuro profesional en su tierra tras años de formación y experiencia lejos de Aranda y la Ribera del Duero. Es el caso de Sheila Núñez, de 30 años. Estudió en Valladolid, trabajó en Madrid y optó por hacer las maletas e instalarse en pleno centro de la ciudad. Desde muy joven se había propuesto tener su propio local de belleza y aquí ha hecho su sueño realidad a base de esfuerzo, trabajo y una formación continua.

También Nerea Ortega, de 31 años, ha dado el paso con la apertura de una peluquería-barbería. Sumaba 12 años trabajando por cuenta ajena. Tras varias experiencias con cierto sabor agridulce, ahora se muestra más que contenta con su apuesta. "Hay que intentarlo", defiende, "aunque nunca sea un buen momento".

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En este tímido florecer comercial tras dos años marcados por la pandemia de coronavirus en los que se ha producido un goteo incesante de cierres, también influye la bajada de precios de los locales. Fuentes del sector inmobiliario cifran la caída en torno a un 20%, a excepción de las calles más comerciales como Isilla, la Plaza de la Constitución o parte de San Francisco. Al haber quedado una cantidad notable de locales vacíos, otros ven la oportunidad de reubicarse en zonas con mayor tránsito y así ganar visibilidad. Porque como subraya Carolina Álvaro, el boca a boca es fundamental. Pero también que te vean. Por eso, esta emprendedora ha cambiado la calle Santo Cristo por Béjar. Su salón de estética, que ella misma se ha ocupado de diseñar, es un ejemplo más del boyante momento que vive el sector de la belleza. Un auge que Álvaro, de 27 años y con experiencia en Valladolid, Madrid e Inglaterra, atribuye al hecho de que "todos nos cuidamos más".

Al margen de la estética, el comercio de proximidad suma una alegría con la apertura de un ultramarinos en el barrio del Ferial Bañuelos a cargo de Michaela Calota, de 32 años. Un servicio, dice, para facilitar la vida especialmente a la gente mayor.

"Abrí, me fue bien y ahora he ampliado"

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Sin prisa pero sin pausa. Carolina Álvaro abrió su propio salón de manicura y maquillaje con apenas 23 años en la calle Santo Cristo. El esfuerzo ha dado sus frutos y recientemente se ha cambiado a la calle Béjar, muy cerca de la Plaza Mayor. Detrás de esta decisión se esconden varios factores: lograr más visibilidad, pero sobre todo, disponer de un local más amplio y así aumentar su plantilla hasta formar en la actualidad un equipo de cuatro profesionales. Carolina empezó estudiando caracterización a los 16. Después, cursó maquillaje en Valladolid, Madrid e Inglaterra. Volvió a Burgos, donde se sumergió en el mundo del nail art... y le cautivó.

Cuenta que las uñas ofrecen una infinita gama de variantes estéticas y que hace todos sus diseños a mano. Nada de pegatinas. Ha llegado a plasmar el cuadro de El Grito en unas manos. Lo que le pidan. Deja volar su imaginación y se adapta a todo. A ello suma pedicuras, lifting y extensión de pestañas o maquillaje para bodas. A su juicio, el boom que vive el sector de la estética en Aranda se explica porque "ahora nos cuidamos más".

Califica como positiva su experiencia como autónoma "aunque sea difícil desconectar y le des vueltas todo el día". A Carolina le gusta el trato con el público. Cuenta que siempre ha sido "echada para adelante" y sostiene que la clave para progresar está en la constancia, "tener las ideas claras y hacer cuentas". No obstante, no todo ha sido de color de rosa. Sin ir más lejos, el estreno de su local fue pocos días antes de empezar la guerra de Ucrania. Pero, al final, defiende convencida que "se sale adelante".

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"Emprender no es fácil, pero hay que intentarlo"

A sus 31 años, Nerea Ortega acumula siete años de experiencia en distintas peluquerías y cinco más en el sector de la hostelería. Hace poco más de cuatro meses decidió dar un cambio de rumbo a su trayectoria profesional y debutar en el que muchos denominan como el apasionante mundo del autónomo. Con el respaldo de sus padres, comenzó a mirar locales. Le bastaron tres para decidirse por uno en la calle Barrio Nuevo. Sin tiempo que perder, abrió las puertas de su centro de estética el 5 de abril. Es la primera vez que se pone al frente de su negocio y aunque ha pasado poco tiempo, reconoce que va "mucho mejor" de lo que esperaba. "Es lo que me gusta y quería intentarlo", dice segura de sí misma.

Reconoce que el camino no ha sido fácil y que "nunca es buen momento" por unos motivos u otros, pero "hay que pelear". Ella ha optado por el nombre de su abuelo para su negocio, Lauren Estilistas, al que siempre ha estado muy unida. También se ha ocupado de decorar su local, en el que ofrece tratamientos para el cabello, peinados, maquillaje, peluquería y barbería. Por cierto, una de las pocas en Aranda.

La reactivación de las bodas tras dos años de parón por la pandemia es otro punto a favor. Nerea, que estudió en Palencia, constata que el verano "está animado" y que va ganando clientes, por lo que de seguir así se planteará contratar a alguien más. Vista su experiencia personal, no duda en recomendar a otros jóvenes el camino del emprendimiento. "Si es lo que quieren hay que intentarlo y no quedarse con las ganas", zanja.

"Trabajaba en Madrid y decidí volver al pueblo"

Ttras unos años estudiando en Valladolid y otros tantos trabajando en Madrid, Sheila Núñez decidió hacer las maletas y volver a Aranda. En la capital ribereña montó su propia peluquería cuando tenía 26 años. Ahora, con 30, ha cambiado de local y se ha instalado en la céntrica Puerta Nueva. Cuenta que necesitaba un cambio y estar más cerca de su familia. De hecho, su madre, con 35 años de experiencia en este mismo sector, ejerce como referente para ella.

Su padre también es autónomo, por lo que Sheila ha mamado desde pequeña los pros y los contras de estar al frente de su propio negocio. Ahora bien, asegura que prefiere arrepentirse de haberlo intentado que de no hacerlo. No lo ha tenido fácil. Poco después de abrir, el covid puso patas arriba el mundo. Pese a la incertidumbre, ella tira para adelante con grandes dosis de ilusión y una formación continua. "Hay que tener paciencia, esforzarse, trabajar y formarse", defiende. A su juicio, "la vocación resulta imprescindible porque es una profesión sacrificada en la que hay que echar muchas horas".

Buena parte de su clientela es gente joven, tanto público masculino como femenino. Presta una gran variedad de servicios, desde cortes a peinados de boda o tratamientos con keratina, siendo su especialización el color. "Vivimos en un mundo muy centrado en la imagen. Vemos ciertos cortes o alisados en Instagram y lo queremos", precisa, al tiempo que defiende que ir a la peluquería también es "una manera de animarse y encontrarse mejor con uno mismo". Respecto a la parte puramente empresarial, no duda en recomendar esta opción a otros jóvenes. Eso sí, "teniendo claro lo negativo, para evitar frustraciones". En su opinión, con ilusión y ganas se hace el camino.

"En el barrio no había tiendas de alimentación"

En un momento en el que buena parte del comercio de proximidad se ha visto obligado a echar el cierre, Michaela Calota se erige como la excepción a la norma. En junio abrió una tienda de ultramarinos, Delicias, en el barrio del Ferial Bañuelos. El goteo de clientes es constante, especialmente para comprar el pan. También vende fruta, legumbres, artículos de higiene, así como productos latinos y de Rumanía, de donde es natural.

En su caso, esta apuesta va ligada a un intento de conciliar mejor vida personal y laboral. En los últimos cuatro años gestionó un bar en Aranda, donde vive desde hace 16 años tras haber pasado otro en Valladolid. Sin embargo, el nacimiento de su hija lo cambió todo. "La hostelería con una niña es complicada", admite. Así que saltó de una barra a otra. Además, el barrio ha ganado un servicio porque "aquí no había tiendas de alimentación, que al final resultan muy útiles, sobre todo, para la gente mayor que no puede cargar con mucho peso o desplazarse hasta el supermercado". Por si fuera poco, Calota, de 32 años, ha generado un puesto de trabajo con la contratación de una empleada que atiende el negocio por las tardes.

Siempre con su hija como prioridad, Michaela tenía claro que su nuevo establecimiento debía ubicarse en el Ferial Bañuelos, donde vive. No le resultó especialmente fácil. Buscó y buscó. Hasta que dio con un espacio que le convenció. Reconoce que montar un negocio, en ocasiones, se asemeja a una carrera de obstáculos y que, por supuesto, se necesita dinero para invertir. Al final, "arriesgas tus ahorros y eso cuando tienes hijos son palabras mayores". Por ahora, su apuesta ha merecido la pena. La apertura de Delicias camina a buen ritmo y Michaela tiene previsto ir sumando nuevos productos.