«Me negué a matar y tuve que huir de Ucrania»

F.L.D.
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Ievgen Mykhailov se refugió en Burgos en 2017 tras no querer alistarse en el ejército

Mykhailov lleva desde septiembre como técnico informático en la Universidad Isabel I. - Foto: Alberto Rodrigo

Trabajaba de economista para uno de los bancos más importantes de Ucrania y vivía en Dnipro, la cuarta ciudad más poblada del país, junto a su mujer y su hijo recién nacido. Ievgen Mykhailov llevaba una vida tranquila cuando en 2017 le llegó una carta en la que le exigían alistarse en el ejército. La Guerra de Crimea de tres años antes había cambiado el curso de su historia. La violencia no estaba en su ADN. Mucho menos empuñar un arma para luchar contra un país vecino. Pero su negativa le enviaba directamente a la cárcel. Por eso, el matrimonio y su retoño decidieron hacer las maletas y poner tierra de por medio. El destino quiso que Burgos se cruzase en su camino

Porque antes de llegar a la provincia, Ievgen y su mujer Olena recalaron en Málaga. Una asociación de ayuda a los refugiados le asesoró durante sus primeros días en España. Al inscribirse en el Sistema Estatal de Acogida, les enviaron a Burgos. «Estuvimos viviendo los primeros meses en un piso compartido con más gente que, como nosotros, había solicitado al estado español el asilo político», recuerda. Empezó a estudiar el idioma y otra profesión, pues ni siquiera quería seguir trabajando de economista. Optó por la informática. 

Atrás, además de su patria, dejó a su familia y a la de su mujer. Todo, subraya, por no traicionar ni sus principios ni su religión. «Soy cristiano y católico. No puedo matar a nadie. Me negué a hacerlo y por eso tuvimos que huir. El Gobierno te obligaba porque si no ibas a prisión», narra Mykhailov. Ni su religión le hubiera ayudado en Ucrania, ni tampoco lo hizo aquí.

Porque después de tres años de espera tras solicitar el asilo político, el Gobierno español se lo denegó. «Nos dijeron que el hecho de ser cristianos no era una razón de peso para negarme a alistarme. Estuvimos varias semanas en un limbo legal hasta que nos estabilizamos», indica. Y es que justo cuando pensaban que todo estaba perdido un empleo como técnico de sistemas informáticos en la Universidad Isabel I les permitió quedarse en Burgos. 

«No queríamos volver. Aunque no hubiese esta guerra. Nuestro hijo tiene cinco años y está completamente adaptado en el colegio y en la vida de la ciudad. Habla incluso mejor que yo el idioma», comenta Ievgen, al que todos sus conocidos y compañeros de trabajo conocen como Eugenio tras 'españolizar' su nombre. 

Tanto él como su mujer viven estos días la invasión rusa con tensión, tristeza y preocupación. Su familia permanece en Dnipro y no parece que se vayan a mover de allí. «Corren peligro si se quedan en casa, pero también si huyen y van a la frontera. Nadie sabe lo que puede suceder. Solo esperamos que todo esto se resuelva lo antes posible», implora.