No hay ni una pirueta imposible en Clunia

L.N.
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El público que llenó el teatro romano se quedó boquiabierto por momentos con las acrobacias que artistas de varias nacionalidades desplegaron en tres mástiles

No hay ni una pirueta imposible en Clunia - Foto: Patricia

Más de uno tuvo que contener la respiración y, además, en diversas ocasiones ante el sinfín de acrobacias que ayer tomaron el escenario del Teatro Romano de Clunia. Los 'culpables' fueron los cuatro artistas del Colectivo Entre Nous, que protagonizaron más piruetas de las que cualquiera pudiera imaginar, especialmente en tres mástiles chinos, por los que subieron, bajaron, se dejaron caer o quedaron suspendidos. El público, boquiabierto en numerosos momentos del espectáculo Le Grenier, no pudo nada más que aplaudir.

Lo mismo trepaban por el mástil a cámara lenta, que se tiraban boca abajo, rotaban, dejaban los brazos en el aire o las piernas hacia arriba e, incluso, saltaron de un palo a otro. Así, con una naturalidad pasmosa. Dos de ellos llegaron a compartir mástil. Piel con piel. A él se abrazó uno de los acróbatas, mientras la otra se encogió de pies y manos y formando una bola se fue escurriendo.

En una noche espléndida y un escenario incomparable, brilló al máximo el juego de equilibrios y compenetración. La magia de unas volteretas reservadas para cuerpos que se modelan cual goma de chicle. Circo contemporáneo como forma de invitar a descubrir un espacio detenido en el tiempo. Un espacio repleto de objetos inhabitados que susurran historias del pasado y que, al desempolvarlos, afloran ilusiones, deseos y sueños olvidados.

Ahí apareció, por ejemplo, una discusión de pareja, mientras la música decía algo así como "todo lo que un día construimos se ha esfumado, le pasa a todo el mundo aunque muchos no lo dicen". Y continuaba con "lo que construimos se acabó, se lo llevó el viento". Vamos, 2.000 años de historia y todavía con los mismos problemas. Eso sí, con unos acróbatas muy dinámicos (algunos procedentes del Circo del Sol) que desafiaron a la gravedad sin descanso. En los espectadores, que con la chaquetilla puesta apuraban sus bocadillos en el anfiteatro, la emoción no dio tregua.

El festival completa su edición hoy con El enfermo imaginario.

 

 

 

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