"El accidente de Félix fue extraño y no se investigó"

R. PÉREZ BARREDO
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Miguel Molina, operador de cámara del naturalista burgalés, evoca el siniestro del que fue testigo junto al piloto local Tony Oney, que acaba de fallecer en Alaska

Félix, minutos antes de montar en la avioneta en la que perdió la vida en marzo de 1980. - Foto: DB

Estaba previsto que Félix volara en la avioneta en la que finalmente subió sólo uno de los miembros del equipo de 'El hombre y la tierra', el operador de cámara Miguel Molina. A los mandos, un consumado as del aire, el piloto de Alaska Tony Oney: el último testigo local de la muerte de Rodríguez de la Fuente que acaba de fallecer, y con él parte de la memoria de aquel fatídico 14 de marzo de 1980. Evoca esa jornada negra para este periódico Miguel Molina, quien mantuvo siempre una relación especial con Oney. Hace apenas dos años volvieron a charlar gracias al burgalés Eduardo Cerdá (Paleolítico Vivo), amante del legado de Félix, quien tenía el proyecto de viajar a Alaska y juntar a ambos testigos cuarenta años después del accidente y rodar ese encuentro en clave documental. El proyecto del emprendedor burgalés se truncó, pero Molina y Oney pudieron volver a recordar a Félix, y convocar de nuevo a los fantasmas de aquel día que marcó sus vidas para siempre. Y hablar sobre el misterio: ¿qué pasó ese día? ¿por qué cayó la avioneta en la que viajaba Félix? ¿por qué se cerró la investigación tan rápido? ¿qué fue lo que realmente ocurrió?

Dice Miguel Molina que Oney era un tipo especial, buena gente. "Casi toda la gente que vive en Alaska es especial. Si volviera a nacer, creo que me iría a vivir allí sin dudarlo. Tony era médico de formación, pero le apasionaba volar. Estuvo haciéndolo hasta poco antes de vivir". Le recuerda Molina con la típica chupa de cuero marrón de aviador de guerra la en la que se podía leer esta leyenda: 'Piloto sin dolor'. Era divertido, alegre. Nos hicimos muy amigos, esa es la verdad". Quiso el destino que aquella amistad se hiciera aún más fuerte al compartir el trágico suceso del que fueron testigos. Hace memoria Miguel Molina sobre ese día. Lo recuerda todo perfectamente. Asegura que Félix estaba cabreado por algún asunto relacionado con los jefes de TVE. De hecho, en las fotos que los miembros del equipo se hicieron quince minutos antes de subirse a las avionetas se le ve con el rostro serio, reconcentrado. Algo poco habitual: solía sonreír siempre a la cámara.

Aunque no estaba previsto, se decidió que Félix y la primera unidad del equipo -Teodoro Roa y Alberto Mariano Huéscar- subieran finalmente a la avioneta que pilotaba otro veterano aviador, Warren Dodson. "Félix me dijo que finalmente volarían en la otra avioneta porque querían hacer unas entradillas y la avioneta de Tony tenía tocado el retén del cigüeñal y tenía que cambiarlo. Y así lo hicimos. Ellos montaron y arrancaron. También apareció por allí otra avioneta, una muy pequeña. Y después ya despegamos nosotros".

Al rato y ya con ellos en el aire, evoca Miguel Molina, observó cómo a su derecha irrumpía la silueta de una avioneta que se parecía mucho a la que se había llevado a Félix y el resto de compañeros. "Estaba como a unos doscientos metros de nosotros. Se lo estaba diciendo a Tony cuando, de repente, la avioneta comenzó a caer como caen las aves cuando se les dispara en un ala. Y vi cómo se estrellaba y cómo desde el lugar en el que cayó el aparato saltó la nieve. Se lo dije a Tony, que no daba crédito. Entonces vi que se derrumbaba, que se echaba sobre el volante de la avioneta y que se ponía a llorar y a decir cosas sin parar. Supo que eran ellos. Entonces comunicó por radio 'Mayday', 'Mayday', e hizo una maniobra increíble para aterrizar lo más cerca posible del accidente. No olvidaré nunca que tomamos tierra rozando una tronca".

Nada más bajarse, cuenta Molina, salieron corriendo hacia el lugar del siniestro. "Lo que nos encontramos fue... Terrrible... Muy duro. Estaban todos muertos. La imagen no se me borrará nunca. Recuperamos los cuerpos como pudimos, hicimos un fuego para calentarnos mientras llegaban a auxiliarnos. Lloramos. Lloramos por los amigos. Fue muy doloroso. Algunos esquimales vinieron a ayudarnos. Luego ya llegaron los helicópteros, que se llevaron los cadáveres. Fue todo muy rápido. La policía nos interrogó, yo les conté lo que vi y poco después regresamos a España. Estoy convencido de que no se investigó nada. Dieron carpetazo al asunto. No se hizo ninguna pesquisa de ningún tipo. Ninguna. ¿Y cómo es posible? No tiene sentido. O así. Tengo claro que había gente poderosa que no quería a Félix. Y que lo que pasó es muy raro. Fue muy extraño. Una avioneta como aquellas no cae como cayó. Y yo la vi caer. Tony también. Y aquello no fue normal".

Teorías. A Miguel Molina le importa una higa que le acusen de creer en teorías conspiranoicas, pero él defiende que el siniestro en el que murió Félix fue un sabotaje. No es el único, y hasta la justicia española se tomó recientemente en serio el asunto, hasta el punto de que la Audiencia Nacional abrió una investigación para tratar de esclarecer las causas del siniestro después de que un particular interpusiera una denuncia. Finalmente la investigación fue archivada.