La dureza, y belleza, del amor maternal

B.A.
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Pilar Cámara, con raíces en Huerta de Rey, publica su tercer poemario, 'Morfología de la sangre', una oda a su madre e hija a través del dolor que implica la crianza

Pilar Cámara, con dos ejemplares de su libro ‘Morfología de la sangre’. - Foto: DB

La maternidad quizá sea una de las experiencias más salvajes, física y emocionalmente que pueda sentir una mujer. Un camino, a veces idealizado, que se muestra cargado de realismo -y dureza- en las páginas de Morfología de la sangre, el tercer poemario publicado por la periodista Pilar Cámara, con raíces en Huerta de Rey, y donde transita a través del dolor que lleva implícito la maternidad para convertirlo en una oda de amor por su hija Luna y su madre, Pilar. «Lo que hay en él es mi propia experiencia, soy yo, es mi infancia, mi yo de ahora como madre, mi yo como hija con la vista puesta en cuando era niña y en mi propia madre», relata la autora. 

Publicado por la editorial Cántico, este último trabajo de Pilar Cámara es un espejo de su verdad sobre la maternidad, «de forma descarnada, sin florituras ni adornos, de manera cruda, como es eso que llevamos por dentro, como es la sangre», cuenta alejando así esa visión edulcorada que se vende, con imágenes de bebés dormidos y mamás sonrientes. «Es mi experiencia, lo que me ha nacido de dentro y he tenido la necesidad de sacar a través de estos versos». 

Unos versos que no estarían escritos si hace 6 años no hubiera traído a su hija Luna a este mundo. «No sé escribir de otra cosa que no sea yo. Siempre digo que hay dos tipos de escritores, los que escriben sobre si mismos y los que dicen que no lo hacen. Para mí es dificilísimo separar lo que eres de lo que escribes», confiesa la autora sobre su último trabajo, que podría considerarse una continuación de su segundo poemario, Un nido en las clavículas, donde ya hace un retrato de su embarazo, parto y de los primeros meses de su hija. «De hecho, anteriormente participé con varios poemas en una antología feminista, Discípulas de Gea, y en ellos ya hablaba del deseo de ser madre, así que existe una conexión entre mis últimos trabajos». 

Califica Morfología de la sangre como el «más duro» de sus proyectos, donde el dolor está muy presente, sin embargo esta comunicadora y periodista no quiere que su obra sea considerada como una visión pesimista de la maternidad. «Creo que, aparte de mostrar ese dolor, el libro está lleno de amor, en el que a pesar de la dureza de las palabras se refleja la importancia de que mi madre me haya cuidado a mí y yo ahora cuide de mi hija». 

Este poemario aparece dividido en tres partes, todas ellas conectadas por la sangre, por los lazos familiares, especialmente entre madres e hijas. En la primera, Orugas ciegas, rememora su infancia, mientras que en la segunda, que comparte nombre con el título del libro, Morfología de la sangre, recrea esa etapa de su vida desde que es madre y también habla de su propia maternidad, de lo que le ha pasado por las entrañas. «De que esa sangre también implica una forma de comportarnos, es como una mochila de la que en ocasiones no podemos desprendernos y a veces te sorprendes a ti misma teniendo comportamientos que te juraste que no tendrías. Repitiendo los mismos errores o los mismos aciertos», cuenta. En la última parte, Anosmía temporal, mezcla la maternidad con la enfermedad. 

su pueblo. Y es que ese dolor, más o menos agudizado, está siempre en sus versos, también en Rouge, su primer poemario, donde nada tiene que ver la maternidad, ya que lo publicó justo hace 9 años. En él radiografía, siempre desde su yo, el paso de la niñez a la juventud y de la juventud a la vida adulta. Y en todo ello, implícitamente, muy presente Huerta de Rey, el pueblo de su padre. «Aunque soy madrileña mi mayor tiempo de ocio lo he pasado allí. Huerta son los veranos de mi infancia, de jugar con mis primos en la plaza y al escondite por la noche, de las primeras veces que sales, del primer beso... De todo lo importante hasta que me he hecho mayor», cuenta Pilar Cámara, con los 40 recién cumplidos. Y allí es donde vuelve siempre que puede. «Repitiendo patrones, ahora llevo a mi hija como mis padres me llevaban a mí», concluye.