«La organización se merece al menos el beneficio de la duda»

I.M.L.-P.C.P
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Hoy regresa la música de Sonorama Ribera al recinto ferial de Aranda de Duero, con el objetivo claro de, además de disfrutar con los directos de 19 grupos, demostrar que la cultura es segura

Javier Ajenjo, director del Sonorama, entre cajas. - Foto: Miguel Ángel Valdivielso

En medio del trajín del montaje de un extraño y reducido Sonorama Ribera, entre llamada y llamada, la cabeza visible de todo este entramado de la industrial musical comparte sus reflexiones sobre cómo se ha llegado hasta aquí y con qué ánimo se enfrenta el inicio de una nueva edición del festival, con cifras mermadas por la pandemia en este evento que alcanza 24 ediciones, tras el parón del año pasado. 

Nos enfrentamos a un Sonorama Ribera totalmente distinto, que no es comparable a nada. ¿Cómo lo afrontan desde la organización y la producción?

Va a ser un poco locura. Entendemos que habría habido otras formas de enfocar el festival. Pero había un objetivo, que es que la gente estuviera sentada y, sobre todo, el uso de la mascarilla, que es fundamental. El gran error que se comete en el ámbito que nos atañe es la relajación de quien se ha hecho un test de antígenos o lo ha pasado y piensa que no contagia o no se va a contagiar.

El tema de la producción esta siendo una locura. Preferíamos de largo un festival de 30.000 personas. Al final estamos habilitando zonas dobles para todo, zonas de sillas para poder ver los conciertos, zonas dobles para poder consumir, porque las zonas de hostelería tienen que estar separadas, esto nos lleva a que el nivel de producción sea altísimo y el nivel de costes se haya disparado.

Contábamos con estar de pie en el festival, hace un mes. Obviamente hubiera sido mucho más cómodo. El tiempo nos va a dar la razón o nos la va a quitar, pero creemos que 1.000 personas habrían estado enormemente amplias en el espacio que habíamos habilitado para ellas, que eran prácticamente 2.500 metros cuadrados. Para que os hagáis una idea, 1.000 personas de pie entran en 250 metros. La situación sanitaria no nos lo ha permitido. Hemos intentado hasta el último momento defender una tipicidad especial del festival, porque entendemos que cuando algo se convierte en un icono tiene que serlo para todo, no solo para llevar la bandera de uno de los mayores eventos de Castilla y León sino también para tomar una serie de medidas que tengan que ver con que este festival se desarrolle con unas medidas, obviamente dentro de la norma. No hablamos de saltarnos ninguna norma, ni de permisos especiales. Hablamos de no duplicar las zonas o simplemente haber acomodado a todo el mundo en mesas, con mucho más espacio, pudiendo beber y comer sentados, quitándose la mascarilla para comer y beber, que es lo que se hace en todas las comunidades de España ahora mismo no con fase 1, sino con fase 3. Campa de la Magdalena, Pedralbes en Cataluña… hay ejemplos por toda España. 

Esto nos ha condicionado mucho. Los costes han aumentado una barbaridad, el gasto logístico, el esfuerzo humano también, pero estamos cumpliendo una misión, como todos los años, que tiene que ver un compromiso claro a varios niveles. Uno, con nosotros mismos, un colectivo como Art de Troya, una organización que ha sido ejemplar durante 24 años y que creo que merece por lo menos el beneficio de la duda. Vamos a ver después cómo sale todo, pero creo que merece ese beneficio por la trayectoria y por el trabajo que se ha venido desarrollando.

La segunda responsabilidad tiene que ver con toda la gente que viene al festival y que quiere seguir con una vida normal. Tenemos que darnos cuenta de que la vida está ahí fuera, no entendemos que se mire un festival de una manera diferente a cómo se mira una playa, una calle, una terraza, un metro, un avión… Todos hemos perdido gente, esto está siendo tremendamente difícil pero tenemos que seguir adelante. La gente tiene que tener que motivarse. Lo más fácil hubiera sido no hacerlo, sin ninguna duda.

¿Era esa la postura de las autoridades?

La postura de las autoridades es una postura precavida. El político lo que hace es velar por la seguridad pero también tiene que tomar ciertas decisiones que tienen que ver con otro tipo de factores. Cuando se cumple una normativa y unos protocolos, también se pueden dar pasos hacia adelante para facilitar las cosas.

A todos nos gusta y nos honra ver Sonorama Ribera como uno de los actos principales de Castilla y León y uno de los festivales más importantes de España. Pero eso no vale solo para la parte positiva, hay que estar también en los momentos negativos. Lo que tiene que tener la gente es la seguridad de que se cumplen absolutamente todos los protocolos, incluso más de los establecidos.

Este diseño (de festival) no existe, ni ha existido, porque no se ha requerido en ningún otro lugar. Ahora mismo estamos trabajando mucho y estamos muy satisfechos de poder realizar el festival, porque hay otra responsabilidad, que es la tercera, y vuelvo a retomar ese discurso, que tiene que ver con una industria que a veces parece que no existe, que es la industria cultural y musical, que genera miles y miles de puestos de trabajo, un impacto brutal y más en una comarca, en una provincia y en una región como la nuestra, que no es favorecida por los números habitualmente.

Así que ese tercer compromiso es con toda la gente que no se ve, que está detrás del escenario, esperemos que este sea un gran hilo de esperanza. Porque a la gente se le olvida también que llevamos un año y medio haciendo conciertos, que parece que este es el primero. Sin un solo brote, sin un solo problema, conciertos hasta para 2.500 personas en Burgos, con una organización ejemplar. Y a la gente se le olvida eso.

¿Hasta qué punto el estudio sobre los contagios en los festivales de Cataluña ha influido en que Sonorama Ribera sea como va a ser y no como querían que fuera?

Muchísimo. Creo que una cosa mala no puede pesar más que un millón de buenas. En Cataluña se esperaban 1.500 contagios y han sido 2.200. Y parece que han sido 220.000 o 2.200.000.

Contagios los va a haber, ojalá no, pero los hay en todos los sitios. Es un camino valiente el que han marcado los festivales de Cataluña y quizás lo más erróneo no ha venido de su parte, porque han cumplido todos los protocolos marcados, sino de parte de un público que ha pensado que el hecho de tener un test de antígenos le permite estar sin mascarilla, con contacto social, etc.

Hay que verlo de una manera lógica y normal. ¿Nos ha influido? Muchísimo. Se ha puesto el foco más sobre nosotros, que somos un referente y que estamos constantemente en un examen, no un examen trimestral, sino un examen final exigente. Pero creo que estamos bien preparados para ese examen y que lo vamos a superar con nota, más allá de los errores que vamos a cometer, que vamos a cometer muchos. Estoy segurísimo, pero también muchísimos aciertos. Así es como se aprende. En 24 años hemos hecho las cosas con y sin pandemia, no hace falta una pandemia para hacer las cosas con responsabilidad y hacerlas bien. 

¿Cómo ha cambiado la pandemia la relación con los grupos, para bien o para mal?

Ha cambiado para bien y para mal. Quiero pensar que para bien ha estrechado la distancia que existía entre los promotores, los organizadores y las propias bandas. Las ha estrechado por necesidad, porque el artista ha tenido que salir a la carretera para seguir tocando, ha tenido que entenderse con los que organizaban conciertos para poder hacerlos en otros formatos, ha habido mucha más comunicación entre la industria musical, que es muy onanista en todos los aspectos.

Y luego hay aspectos negativos que tienen que ver con el alejarnos, el hecho de que se hayan producido esas burbujas, las bandas metidas en un camerino, con esos protocolos… Pero eso volverá.

Hay un aforo de 5.000 personas pero ¿va a haber esas 5.000 personas? ¿Se han vendido las entradas?

Estamos ya muy cerquita del sold out, está siendo reconfortante ver que la información que estamos transmitiendo a la gente está sirviendo para que se sigan vendiendo entradas. Nos gustaría que nadie se quede fuera pero este año es especialmente difícil para nosotros, tenemos que pensar que no hay un camping en el que habitualmente alojamos a 13.000 personas y Aranda de Duero tiene unas limitaciones muy grandes. Estoy seguro que hubiera habido mucha más gente que hubiera querido venir, pero de momento damos para lo que damos. 

¿Cree que mucha gente se haya retraído de venir por no tener alojamiento?

Llevamos un año y medio haciendo conciertos, la gente ha visto que se podía estar bien, que son sitios seguros. Nos contagiamos donde nos relajamos. Ha habido medidas estrictas y las va a haber aquí. El motivo real es que no es un Sonorama Ribera al uso, el hecho de que no haya conciertos por Aranda limita mucho también el disfrute de la gente, pero también tengo que decir que el otro día me preguntó alguien qué cosas se pueden hacer… Tenemos una Ruta del Vino Ribera del Duero maravillosa, opciones de todo tipo que tienen que ver con unos pueblos increíbles, ver bodegas, hacer catas de vino, pasar un día en las piscinas, un paseo por la Virgen de las Viñas, comerse un lechazo… Unas maravillosas vacaciones en el sitio adecuado.

Musicalmente, quédese con tres momentos de este festival.

El primero, obviamente, el que todos piensan, el concierto de Vetusta Morla. Era un sueño volverlos a tener y va a ser difícil que estén en el 25 aniversario, así que no queríamos dejar pasar esa oportunidad. Otro momento es el de las bandas emergentes, lo voy a poner en Arde Bogotá y en Ginebras, que son las dos bandas que han revolucionado la música este año.

Y para mí el momento más importante, que tiene que ver no con una banda sino con un montón de gente que va a poder disfrutar de nuestro festival de una manera diferente. Estamos colaborando con Music for All, una fundación que busca hacer más inclusivos y accesibles los festivales de música. Muchas personas que saben que no pueden disfrutar en un concierto van a empezar a saber que sí se puede, una fundación que está haciendo un esfuerzo que no os lo podéis ni imaginar.

¿Va a venir gente que haga uso de esos servicios?

Sí, mucha. Nos hemos puesto en contacto con asociaciones de toda España, con la satisfacción de recibir felicitaciones de organizaciones como la ONCE. Y sobre todo nos da mucha satisfacción que las asociaciones arandinas se hayan implicado. Por encima de 100 personas que van a poder disfrutar de los conciertos de otra manera, con un plan de accesibilidad, su pulsera de entrada personalizada, transporte... Un reto increíble, que nos motiva mucho.

¿Cuál cree que puede ser el momento crítico del festival, el que más teme, si es que teme alguno?

El cómo la gente interprete lo que ve. Hay diversas formas de ver las cosas, tenemos que ver todo lo bueno que va a haber y si vemos cosas malas tenemos que ser capaces de, entre todos, transmitir que queremos estar seguros, que tenemos que usar la mascarilla. Eso tan manido de que somos un equipo, nosotros lo somos, y queremos serlo todos juntos, los que vienen al festival y los que hacen el festival. Los momentos críticos a nivel de accesibilidad o dentro del recinto están muy estudiados y muy salvados. ¡Qué os voy a decir! De 30.000 a 5.000, para nosotros es prácticamente un juguete.

Vamos a cuidarlo todo mucho: Las evacuaciones, la salida de gente para que todo se haga de manera escalonada... Más que el propio desarrollo coyuntural del festival en sí, quiero que no sean momentos críticos en el ojo crítico de la gente, hay muchas formas de verlo y no nos tenemos que asustar, sino hacer esa labor didáctica y entre todos demostrar que podemos hacer bien las cosas.