Rosalía Santaolalla

Sin entrar en detalles

Rosalía Santaolalla


Bolitas del diablo

24/03/2022

Acabábamos de abrir una botella de Roda I. Y nos la bebimos, claro que sí. Con el shock y sin ganas de cenar, pero cayó. Y después alguna más. Nos faltó bañarnos en el río o aullar a la luna. El día ya había empezado raro. Es curiosa la memoria. Se va emborronando hasta que solo guardamos recuerdos puntuales. En mi caso y aquel día, se compone de un café de termo a las seis y pico de la mañana gracias a la generosidad de un piquete de la UGT apostado en una rotonda en Villalonquéjar, de una parada por un Mercado Norte vacío en un día de huelga general y, horas después, de una llamada de teléfono con la peor noticia. Una poesía sobre un dolor en el pecho que empezó a circular entre los colegas. Decenas de garzas. De eso hará 10 años el martes.

Como no he tenido a mano al amigo Jorge en la última década, no tengo ni idea si ahora estaría pensando en abrir la enésima botella de vino con él -quiero pensar que le habríamos arrastrado sin remedio al mundo borgoña- o intentando no discutir sobre política ni croquetas (él las llamaba de otra manera) para no enfadarnos. Eso sí, pienso muy a menudo en cómo podría resumirle estos últimos años. Amores, desamores, matrimonios, divorcios, éxitos y fracasos. Nacimientos y muertes. Decepciones, descubrimientos felices. Trabajos y despidos. Crisis, pandemia y guerras. 

Otro amigo me comentaba hace unos días que él comenzó a reflexionar sobre su existencia cuando murió su padre. Todos nos hemos planteado muchas cosas en momentos así: nos da por pensar en lo que queremos y, sobre todo, en lo que no queremos. La pandemia fue un punto de inflexión para muchos, pero los acontecimientos -no nos dan tregua- nos llevan de nuevo a la inercia del día a día, en la que es muy difícil pararse a analizar lo que pasa y por qué nos pasa.

Tenemos la tendencia a simplificarlo todo, así que pensábamos que después de una crisis y de una pandemia venían unos nuevos años 20 y el despendole. Igual toca esperar y esforzarse un poco más: dejar claro el camino por donde tendremos que transitar los próximos años, sin dejarnos a nadie atrás. Para que luego no sintamos vergüenza cuando tengamos que resumir esta época.