Tiende este placero menor a procurar mensualmente despertar con sus letras al menos una sonrisa, aunque sea interior (bien sabe que lo de la carcajada lo tiene inalcanzable). Pero con los aconteceres actuales tan tensos e inhumanos que nos golpean a diario y por varios frentes, y por tierra, mar y aire, me veo sin fuerzas para intentarlo, aunque quizá sea cuando más se necesita.

Pánico teníamos en 1999 a lo que el cambio de los cuatro dígitos podía acarrear en el universo terrenal. Sobre todo, en el tecnológico. No pasó nada grave. Que se recuerde. El sol siguió desperezándose por levante y bostezando por poniente. Seguimos culpando a los gobiernos de turno de todos los males y diciendo en las comidas y cenas de grupo en restaurante que lo mejor es pedir varios platos para compartir y luego cada uno un segundo. 

Nos confiamos. ¡Pero cómo nos las está dando desde entonces el siglo XXI! Por resumir: una gravísima crisis económica mundial, guerras cruentas en Siria y Afganistán, millones de perseguidos por todo el mundo, la inimaginable pandemia del coronavirus, la invasión rusa de Ucrania... ¡Hasta el desierto del Sáhara ha salido volando rumbo al norte...! ¿Qué será lo próximo? No se esfuercen en imaginar nada. Seguro que nadie se acerca a intuirlo. Y seguro también que será algo muy negativo.

Podemos hacer nuestra aquella célebre queja-pregunta de Jorge Berrocal durante la primera edición de Gran Hermano: «¿Quién me pone la pierna encima para que no levante cabeza?». 

En fin, no me extraña que haya tenido tanto éxito y rule el mensaje de WhatsApp que dice que «en este punto del 2022, si viene un OVNI y me lleva, ya no lo tomaré como secuestro, sino como rescate».