La autoridades policiales siguen insistiendo en que la okupación en Burgos no llega a los extremos de Madrid o Barcelona ni existen grupos organizados, sino que los protagonistas son familias desamparadas o itinerantes. Sin embargo, el problema empieza a preocupar por el continuo goteo de casos y, al menos, una docena de focos repartidos por diferentes barrios. Hasta el momento el fenómeno se había circunscrito a viviendas en sus diferentes modalidades (la excepción es la antigua fábrica de lejías el Cid) pero ahora ha llegado también a oficinas.
Desde hace más de un mes una familia integrada por una madre y sus cuatro hijos menores ha okupado una oficina vacía en un bloque de siete alturas en la calle Calera, 35 que en una de sus manos tiene viviendas y en la otra despachos. Hace tiempo que estos últimos dejaron de alquilarse a asociaciones o profesionales y se encuentran vacíos mientras en los pisos viven varios inquilinos desde hace décadas aunque son más en los que no hay nadie, dado que la entidad financiera no les ha vuelto a alquilar cuando se marcharon los anteriores ocupantes.
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