Con la salud no se juega

A.G.
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Se publicita en Burgos un curso de 'sanación con tarot' a un precio de 120 euros. La enfermera y experta en divulgación sanitaria Azucena Santillán califica estas prácticas de «inmorales»

El curso de sanación con tarot cuesta, a un precio de oferta, 120 euros.

No son, por suerte, demasiados en número, pero el daño que pueden hacer es lo suficientemente relevante y preocupante como para que se les ignore, sean simples objetos de burla o se les tache de frikis a los que no hacer caso. Hablamos de quienes se lucran con las preocupaciones que la gente tiene sobre su salud. Reiki, sanación cuántica, chamanismo, constelaciones familiares, flores de Bach, biodescodificación, homeopatía, kinesiología... son algunas de las prácticas que prometen la curación física o emocional de todo tipo de problemas cuando no han demostrado jamás una evidencia de su funcionamiento.

En lo que sí son efectivas es en lucrar los bolsillos de quienes las llevan a cabo y las ofrecen a otras personas como la gran solución a sus achaques. Un ejemplo que se puede encontrar ahora mismo en internet es un curso de ‘sanación con tarot’ que organiza un centro de pseudoterapias de Burgos de forma on line y que cuesta nada menos que 120 euros, un precio «de oferta». Poco más se explica en el anuncio, que está pensado, parece, para ‘iniciados’ en el tarot, una práctica que se autodefine ‘adivinatoria del futuro’ a través de una baraja: «Iniciaciones, meditaciones y sanación con los 22 arcanos mayores del Tarot de Marsella y Tarot Rider Waite», se puede leer (un arcano mayor es una carta). También incluye formación básica de tarot «con material y certificado».

Hay algo de literatura sobre el poder curativo del tarot que incide en que cada una de las ‘fuerzas’ pueden conseguir curaciones físicas y mentales, desde controlar la ansiedad o los miedos hasta curar los dolores de espalda, objetivos que no aparecen en el anuncio del curso. Quienes lo promueven conocen bien que hay líneas que no pueden sobrepasar.

En cualquier caso y ante la posibilidad de que haya personas que ‘piquen’ y que paguen esa cantidad de dinero para ‘formarse’ en semejante materia, la doctora en Enfermería y experta divulgadora en ciencia Azucena Santillán advierte de los riesgos que se corren cuando se deja la salud fuera de las manos de los profesionales. «La población debe saber que la formación y la actuación de los sanitarios están avaladas por las leyes y por los colegios profesionales y que hay seguros por si se produjese algún efecto adverso y dudo mucho que de todo esto dispongan quienes ofrecen este tipo de ‘soluciones’ para problemas de salud». 

Santillán, que se niega, incluso, a tachar estas prácticas de ‘pseudoterapias’ «porque no tienen nada de terapéutico» insiste en que quien pueda estar interesado recuerde que no hay ninguna formación universitaria que avale estos presuntos conocimientos y que el trabajo de los sanitarios se basa en los datos, el rigor y la ciencia «aunque es cierto que no tiene respuestas para todo, por lo que debemos acostumbrarnos a vivir con esa incertidumbre»: «Pido que no se busquen certezas en el pensamiento mágico porque que no existen y lo que se van a encontrar son engaños y fraudes que pueden poner en riesgo la salud».

En este sentido, considera que  los sanitarios tienen que seguir trabajando la confianza de la población para que acuda a ellos cuando tengan dudas y, así, posicionarse como fuentes fiables «reconociendo sus limitaciones y entendiendo las expectativas de la población». No considera Santillán que el hecho de minimizar el riesgo de estas prácticas tan peligrosas, a las que no duda en calificar de «inmorales», o de hacer burlas a quienes creen en ellas sea una buena estrategia: «Tenemos que escuchar con atención, no ridiculizar y dar todas las respuestas que estén a nuestro alcance a partir de lo que nos dice la ciencia y comprender que muchas veces son los déficits del sistema -listas de espera, poco tiempo en consulta- los que pueden empujar a las personas a buscar soluciones en otras partes». 

Luis Santamaría del Río, miembro de la Red Iberoamericana del Estudio de las Sectas y ‘azote’, de cualquier pensamiento mágico,  explica que en los últimos tiempos se ha difundido en la sociedad la idea de que el tarot -que el imaginario colectivo siempre ha asociado con la adivinación- se habría convertido en una especie de herramienta psicológica para el autoconocimiento y la búsqueda de bienestar y paz interior: «Este lavado de imagen no es inocente sino que tiene un claro interés de mantener su uso y buscar nuevos nichos de población interesada y, por tanto, ampliación de negocio».

Advierte sobre cómo en la misma web en la que se ofrece este curso hay un abuso de la palabra ‘sanación’: «De una forma muy calculada -algo a lo que estamos acostumbrados en este tipo de centros de espiritualidad New Age u holística- alternan el lenguaje terapéutico con elementos propios del esoterismo. De esta forma, logran atraer a un sector importante de la población para el que ‘algo puede haber de cierto’ en supersticiones y creencias irracionales».

Para este experto, vincular el concepto de sanación al tarot, la astrología, el chamanismo... para hacer de ello un negocio es un fraude, no sólo por su vertiente económica «sino también por lo que supone de engaño, de jugar con los problemas y las esperanzas de la gente... y con un peligro evidente de deriva sectaria, de creación de una dependencia personal a través del miedo».