Despuntar no es lo clásico

I.L.H.
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Sin acabar los estudios, Sandra Gallo Barredo ha logrado un contrato como cuerpo de baile en la compañía San Pölten de Austria (Europa Ballett). Elasticidad, altura en el salto y expresividad son los puntos fuertes de una carrera que arranca en junio

Sandra Gallo tiene 18 años y estudia 6º de Danza Clásica. - Foto: Jesús J. Matías

Tiene callos en los dedos de los pies, dolores de espalda, escaso tiempo para disfrutar del ocio de una chica de 18 años, un reducido grupo de amistades y una vida absolutamente condicionada por la danza. "Nada de eso importa porque ha merecido la pena. Hay gente que lo duda, pero yo no. Desde el principio he tenido claro que era esto lo que quería". 

De los treinta que empezaron con ella en la Escuela Ana Laguna, en 6º de Clásico solo quedan seis y de ellos, ella es la única que ha obtenido un contrato antes de terminar la carrera profesional de danza. Sandra Gallo Barredo (Burgos, 2001) entra en junio a formar parte del cuerpo de baile de la compañía San Pölten de Austria (Europa Ballett), un sueño al alcance de muy pocos: "Después de diez años luchando lo considero un gran logro, y aunque no me lo esperaba porque solo he hecho dos audiciones, me siento muy orgullosa", sostiene satisfecha.

No todo el mundo puede decir lo mismo: algunos porque no consiguen que les cojan aunque se presenten y otros porque prefieren dejar las audiciones para después de terminar los estudios y han de esperar hasta enero con la agenda en blanco. "Después de tanto tiempo creo que todos nos lo merecemos", asiente aunque es consciente de que las plazas son limitadas.

La compañía austríaca que la ha elegido está formada por una veintena de chicas y otros tantos chicos que compaginan la danza clásica con la contemporánea, algo que para esta bailarina burgalesa es la mejor combinación que podía encontrar: "El clásico es la base de todo. Y ya que llevo tanto tiempo con las puntas no las quería dejar porque retomarlas luego es mucho más complicado. El contemporáneo, por otro lado, me encanta, así que aquí tengo ambas posibilidades y es un aliciente añadido".

Su potencial. Su 1,60 metros de altura, algo baja para lo que se requiere en clásico, lo suple con cualidades como la elasticidad, su altura en el salto y la expresividad. Como puntos débiles señala los giros porque tiene bastante hiperextensión (la rodilla hacia atrás, que muestra una línea estética más bonita pero requiere mayor fuerza) y el movimiento "en dehors" (hacia afuera). Su capacidad psicológica le ayuda a afrontar retos maduros como el de irse a vivir a otro país del que no conoce el idioma: "Soy una persona muy valiente y luchadora, con objetivos muy claros y lo doy todo por conseguirlos. Es cierto que esto puede ser malo si te obsesionas, pero intento ser positiva", admite.

Alejada de la imagen de la película Cisne negro, Sandra Gallo ve "exceso de dramatismo" en esa historia aunque es consciente del sacrificio y la rivalidad que conlleva la profesión de bailarina: "Yo no soy muy competitiva, pero hay gente que sí y eso termina destruyéndote. Un poco está bien para motivarte pero demasiado no es sano", añade recordando episodios grises que ha visto tanto en clase como en pruebas en el extranjero.

En cuanto a sus referentes, la joven burgalesa se queda con Marianela Núñez (Ballet Real de Londres) "por su elegancia y la facilidad admirable que tiene para hacer que todo parezca fácil"; Misty Copeland, primera bailarina principal afroamericana en el prestigioso American Ballet Theatre, "por su valentía y el cuerpo musculado", e Iana Salenko (Ballet Estatal de Berlín) "porque lo tiene todo".